8. Otoño: El verdadero Lan Zhan.

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Las verdes esmeraldas miraban a través de la ventana, ocultando tras su abanico la frescura de una sonrisa, un hombre poco más de dos años menor a su hermano lo tomó por los hombros, Nie HuaiSang se giró bajando el banco y aferrándose a su túnicas como un pequeño niño.

—A-Yao—, su rostro permanecía oculto en el pecho de este, aquel lo miraba como a su propio hijo y no le parecía mayor problema el tenerlo rondando en la torre Koi.

—A-Sang, me alegra que estés mucho mejor, el brillo se te nota en los ojos y tus mejillas han recuperado el color de siempre—, su entusiasta sonrisa podía envolver a todos en una red de engaños y mentiras, era una ninfa en forma de hombre.

El menor asintió y se separó del mayor en medio de una caricia en el rostro. Nie HuaiSang le sonrió jugueteando con las telas del Hanfu del adverso. Una pregunta muda se formó en su mirada, Jin GuangYao sabía perfectamente a qué se refería y fue por ello que le soltó apartándose un poco.

—Aquí eres libre de hacerlo, sabes que no tienes que pedirme permiso—. El joven sonrió satisfecho pero tomó la mano del adverso. Llevándola con timidez hasta su mejilla, ocultándose tras esta, el brillo en su mirada derritió el corazón del otro.

—Pero quisiera que fuera un regalo especial para A-Yao, me has dejado quedarme aquí y lograste convencer a mi testarudo hermano, por favor ven conmigo—, Jin GuangYao le miro con duda, tenía muchas cosas que atender y especialmente a alguien a quien ver, sin embargo el sutil mohín en el rostro del menor lo obligó a acceder, ¿qué podría salir mal?

Lo condujo hasta el pabellón de su habitación, un abanico en blanco reposaba sobre el escritorio rodeado de pinturas coloridas y a su parecer un tanto costosas. Se sentó tras este y hundió uno de los pinceles en el cuenco de pintura, luego lo deslizó sobre el papel de abanico, su mirada inocente paro en la del adverso, sonrió, otro trazo. Jin GuangYao no entendía el porqué de los movimiento del joven castaño cuando notó que sus labios se separaban un poco y el deseo marcó su mirada. Fue minutos después que comprendió y se apresuró a detener lo que estaba ocurriendo. Tomó la muñeca del menor, deteniendo sus movimientos.

—No soy el indicado, A-Sang. Sabes a qué me refiero—. Los orbes esmeralda se abrieron en gran medida, decepcionados poco después.

—Entiendo—, dijo al fin, sin su abanico oculto el rostro tras su manga—. Esto me da tanta vergüenza—, murmuró y se incorporó a prisa en medio de temblorosos y torpes movimientos. Jin GuangYao no pudo retener entonces la pintura que calló sobre sus ropa, en un vivido amarillo. Intentó limpiarse las túnicas más su objetivo era darle alcance al que posiblemente estaba con el corazón herido. Lo tomó del brazo, sus ojos comenzaron a pesar y Nie HuaiSang aún era persistente en soltarse y cubrir su rostro. Entre todo el ajetreo, sin previo aviso Jin GuangYao cayó inconsciente sobre el suelo.

Una sonrisa brotó de los labios del otro, con una mano; como intermediario de ella una tela, tomó el cuenco de pintura que había caído y derramado su contenido en el suelo, tocarlo sería tener el mismo destino que Jin GuangYao por lo que le devolvió a la caja de caoba oscura, luego limpio y abrió una ventana. Ató una tela en su rostro, justo en su nariz para bloquear el olor de las sustancias en la ropa del mayor y lo llevó hasta la cama.

La mancha de la pintura se mezclaba a la perfección con las doradas túnicas de LanLing-Jin, por lo que sonrió. Su plan se había ejecutado a la perfección. Salió con sigilo de ese lugar, Nie Zonghui ya lo esperaba fuera, en silencio y sin emitir cuestión alguna.

—Detrás del espejo en su recámara, hacía poco he despejado el área pero no tardarán en llegar hasta el joven maestro, aún así hay mucho tiempo para sacar a Zewu-Jun de ahí—. Las palabras del adverso le hicieron fruncir el ceño, sin embargo no dijo palabra alguna y continúo con su camino. El sol amenazó con su pronta caída para cuando lograron ingresar, un par de cuerpos hacían sobre el suelo inertes, era posible ver a distancia que estaban sin vida.

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