Capítulo 3

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   “Gracias, amigo, sabía que podía confiar en ti para encontrarlo. Y no dudo que harás hasta lo imposible para sacarlo de donde sea que esté.

   Por mi parte estoy más cerca de llegar a mi objetivo. Dicen que la zona fría resulta impenetrable, pero encontraré la manera de franquearla.

Tu fiel amigo.”

  Confía en el… demente… de su amigo para “franquear la zona fría”, con todo lo que eso conllevaba, pensó Severus con un bufido leyendo la nota que recibió esa misma mañana…

   Aunque, a pesar de su mordaz pensamiento, sabía muy bien que hacerlo era algo elemental si querían que todo fuera perfecto. No era como si sólo bastara con recuperar al niño de la casa de sus tíos y llevarlo a un lugar seguro con su padre.

   Había mucho más para hacer que sólo eso.

   Aun cuando la palabra “sólo”, en realidad, no cabía apropiadamente en esta circunstancia.

    Sacar al pequeño Harry Potter de la casa de los Dursley no iba a ser sencillo, eso era algo que Severus podía darse cuenta perfectamente mientras observaba las protecciones que había alrededor de la propiedad. Aparte, en una de sus vigilancias, había notado que madame Figg vivía a dos manzanas de allí. No hacía falta ser un genio para darse cuenta que quien la puso en ese lugar era Albus Dumbledore, más que evidente para que vigilara al chico y diera aviso si aparecía algo fuera de lo normal. Y aunque no parecía estar haciendo muy bien su trabajo de vigilar el bienestar del niño, Severus no quería comprobar cuánto tiempo pasaría antes de que diera la información de que él estuvo allí.

   Miró la puerta cerrada del número 4 de la calle Privet Drive, aún era temprano pero seguro ya había alguien levantado. Más que indudable, ese alguien debía ser Harry preparando el desayuno para toda la familia, como ya había visto en otras oportunidades.

   Severus no podía dejar de preguntarse, desde que había comenzado la vigilancia a esa casa, qué había llevado a Petunia Evans a tratar al hijo de su hermana de esa manera, como un vil elfo doméstico. Era verdad que ellas empezaron a no llevarse bien desde que Lily ingresó a Hogwarts y Petunia fue rechazada, pero más allá de eso debía estar realmente resentida para desquitarse de esa manera con un niño por algo que sucedió antes de que él naciera, y por lo mismo ni siquiera tenía culpa.

   Los resentimientos podían llevar a despertar las partes más oscuras de las personas, pensó. Él lo sabía muy bien y por experiencia propia.

   Una hora después, Vernon Dursley salía de casa para ir al trabajo, y no pasó mucho tiempo antes de que Harry y un niño gordo y rubio (Severus no recordaba su nombre, pero sabía que era el primo del otro niño), salieran al jardín delantero.

   Severus supo enseguida que todo terminaría mal al ver cómo el chico gordo rompía uno de sus juguetes y se ponía a llorar escandalosamente fuerte, llamando la atención de su madre.

   Petunia salió apresuradamente de la casa, y sin preguntar qué sucedía empezó a culpar a Harry del hecho; luego, no conforme con eso, también lo golpeó fuertemente en la cabeza.

   El chico simplemente se encogió sobre sí mismo, levantando las manos para protegerse, pero no dijo nada o siquiera lloró mientras la mujer lo sujetaba del brazo y prácticamente lo aventaba contra los macizos de flores. Detrás de ella, su hijo había dejado de llorar y sonreía satisfecho.

   Cuando Severus vio eso ya no pudo seguir siendo un mero espectador. Había sufrido en carne propia ser el chivo expiatorio de otros mientras que quienes veían sólo giraban el rostro para no involucrarse. Sabía cómo se sentía pasar por algo así. Por eso, por primera vez en su vida iba a comportarse como un impulsivo Gryffindor, sin planear ni esperar el momento oportuno, sólo lanzándose a lo que quería.

   No reparó en nada mientras cruzaba la acera para llegar hacia ellos, ni siquiera en que se pondría en evidencia ante Dumbledore, despertando las alarmas de las protecciones.

   Dumbledore y las protecciones podrían irse al mismo infierno por lo que le importaba, fue lo último que pensó antes de pararse, cuan alto era, frente a Petunia Evans.

***


  ¿Había cometido un error? Eso era más que evidente. Cruzar una calle, hechizar a Petunia y secuestrar a un niño, no era algo que hiciera todos los días. Pero lo peor ahora era que no pasaría dos minutos antes de que Dumbledore se enterara de lo sucedido, y la mitad de ese tiempo antes de que supiera quién era el responsable del hecho. Entonces él se quedaría sin protección, sin trabajo… En definitiva, un candidato perfecto para un pase libre directo y sin retorno a Azkaban. Se había comportado como un impulsivo Gryffindor, que era lo que siempre le reprochaba a su amigo, se había sobreexpuesto en esta situación y ahora estaba hasta los codos…

   Pero ¿se arrepentía realmente de haberlo hecho? Eso… ya era un poco más difícil de contestar. Petunia se merecía lo que le hizo; había estado viendo a través de la ventana que el niño no tuvo la culpa y aun así terminó por castigarlo a él y no a su… enorme… hijo. Y después de estar presenciando día a día cómo lastimaban al chico, cómo lo mataban de hambre, cómo lo hacían trabajar más allá de sus fuerzas, eso último ya había sido suficiente para él, había terminado por llenar el vaso de su corta paciencia y tolerancia.

   Así que, por ese lado, no podía decir que estuviera arrepentido del todo.

   Ahora, con respecto al niño…

   No había dejado de encogerse y sollozar en silencio desde que se lo llevó con él, ni siquiera parecía poder escuchar cuando le decía que no pensaba hacerle daño, que sólo era un amigo de sus padres y que todo estaría bien. Severus sabía que si se hubiera puesto a patalear y exigir explicaciones, entonces podría manejarlo y sería más fácil, pero estando así… realmente no sabía qué hacer, pensó viendo la encogida figura sobre la alfombra de su sala, la magia del niño ni siquiera había dejado que lo tocara para colocarlo sobre el sillón más cómodo.

   Severus tomó el pergamino y la tinta que siempre tenía sobre la chimenea, y se dispuso a escribir.

   “Sea donde sea que estés, así sea la zona fría o el mismo infierno, te necesito aquí ahora. Tengo a tu hijo conmigo”

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