“Sea donde sea que estés, así sea la zona fría o el mismo infierno, te necesito aquí ahora. Tengo a tu hijo conmigo”.Las alarmas en su cabeza se dispararon al leer esa nota, pero sólo tuvo un mínimo de indecisión antes de saber lo que debía hacer.
Severus tenía a su hijo, no sabía cómo había hecho para hacerse con el niño tan deprisa, pero como sea, ya lo tenía en su poder, y si lo llamaba de esa manera tan desesperada, descartando incluso la importancia de entrar en la zona fría, le llevaba a sospechar que algo no muy bueno había sucedido.
Miró una sola vez hacia atrás, sabiendo que si retrocedía ahora no podría volver nunca más, pero entre recuperar su cuerpo o ir por su hijo, la respuesta estaba clara, y no era necesario que se lo preguntaran dos veces.
Llegó a la casa de su amigo dos horas después de recibir la nota, bastante más tarde de lo que le hubiera gustado, pero al no contar con un cuerpo del todo sólido, teniendo que conformarse con ser un poco más que un fantasma, pero menos que una persona, e incluso no contar con una varita, le resultaba difícil poder movilizarse.
-¿Dónde está? –Preguntó ni bien pisó el recibidor.
-Creí que ya tendrías un cuerpo para estas alturas –dijo como todo saludo Severus haciéndose a un lado y señalando su sala de estar – ¿No se supone que eso era lo que estabas haciendo mientras yo intentaba recuperar a tu hijo?
-Tu nota sonaba muy desesperada. Sabía que nada bueno podía haber sucedido para que escribieras algo así.
El joven de negro entró a la sala mientras hablaba, encontrándose con el pequeño Harry encogido sobre la alfombra, los brazos levantados sobre su cabeza como si estuviera protegiéndose de posibles golpes. De vez en cuando se podían escuchar leves sollozos.
> ¿Harry? –Le preguntó agachándose junto al niño, poniendo una mano sobre el pequeño hombro, y gracias a que él no contaba con un cuerpo del todo físico la magia no lo rechazó –Nadie va a hacerte daño. Te lo prometo –lo tomó por los brazos para levantarlo y colocarlo sobre su regazo, intentando darle consuelo. Harry ni siquiera reaccionó – ¿Qué sucedió?
-Está así desde que lo tomé de la casa de Petunia –contestó Severus –Puede que le hubiera asustado un poco. Su magia no me dejó acercarme para colocarlo en un lugar más cómodo.
-¿Asustado? Está aterrado.
-Petunia se puso un poco difícil –se justificó Severus –Tuve que recurrir a la fuerza. Hechizarla –especificó –Lo estaba lastimando y no pude soportar eso otra vez. Fueron bastantes días viendo lo mismo sin poder hacer nada.
El joven asintió, acariciando una marca roja que el niño tenía en uno de sus brazos. Podía recordar eso de ciclos pasados; los golpes, el hambre, la soledad. No podía reprochar el actuar de Severus, por más que eso hubiera echado a perder todo lo que venían planeado hasta el momento.
-Tal vez deberíamos hacerlo dormir. Cuando despierte puede que esté mejor.
Severus asintió, sacando de su bolsillo una poción de Sueño sin Sueños. Ya había tenido esa idea de dormirlo, pero como la magia que desprendía el niño le había impedido acercársele, no habría podido dárselo, y menos convencerlo para que confiara y lo tomara él mismo.
El joven levantó a Harry, colocándolo en una posición semi sentada para hacerle beber la poción. Le llevó mucho tiempo, y el niño prácticamente había escupido la mitad, pero al fin terminó por relajarse en los brazos que lo sujetaban.
> ¿Sabes que es lo bueno de no haber recuperado mi cuerpo? Que la magia de mi hijo no me rechazó y ahora puedo tocarlo –se respondió a sí mismo acostando el pequeño cuerpo en la cama de su amigo y cubriéndolo con una manta suave, antes de empezar a acariciarle el cabello, las mejillas, los brazos, como si ahora que pudiera tenerlo con él quisiera recuperar todos los años perdidos, memorizando de manera táctil cada parte de su hijo.