Capítulo 2

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"La bienvenida"

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"La bienvenida".

Fëanor.

Cruzamos el gran portón de la capital a primera hora de la mañana tras una semana de arduo viaje. Compuesta por una impresiónate ciudad que rodeaba la montaña sobre la cual se posaba e incrustaba la fortaleza Pharaniense. Las grandes murallas de piedra que la rodeaban la convertían en una perfecta zona estratégica y segura.

La capital tenía un algo cautivador del cual carecían otras provincias por las que había pasado durante mi travesía. Desde calles que se cruzaban entre sí, simulando un interminable laberinto hasta personas pasando de un lado a otro y que no paraban de arremolinarse como bandadas de pájaros en los barrios.

En este lugar se podían encontrar jardines y parques en mitad de las grandes aglomeraciones de edificios. Una cosa poco usual en un territorio tan devoto a los más salvajes animales y a los bosques más frondosos como lo era el nuestro.

También se podían ver enormes tiendas de costura y boutiques a las que asistía la clase baja. Había oído que la gente que habitaba más al interior del Imperio podía costearse aquellos pequeños lujos, pero como todo, hay que ver para creer.

La capital después de todo era el lugar donde vivía el emperador y obviamente sería más moderna en comparación a otros lugares.

Tras un viaje agotador, sin descansos y durmiendo en una posición incómoda Sentía mis músculos entumecidos y adoloridos. Sin mencionar que me encontraba sucia y sudorosa.

Sin duda lo primero que haría al ingresar en el palacio sería bañarme y descansar.

●●●


No podía creer lo que estaba viendo. Si de lejos ya parecía temible, la fortaleza Pharan de cerca era aún peor. Aquello parecía una puerta al inframundo. Si el objetivo al construirlo era provocar pavor he de admitir que el objetivo estaba más que conseguido.

El carruaje se acercaba cada vez más al gran portón y con ello aumentaba mi ansiedad. No paraba de repetirme mentalmente que me calmase y que me mostrarse serena, pero ¿A quién quería engañar? Me sentía sola y aterrorizada.

Después de todo seguía siendo una chica de dieciséis años que había sido separada de su familia a la fuerza y traída a cumplir un deber del que no estaba muy segura de lograr.

Me sumergí tanto en mis pensamientos y preocupaciones que no me percaté de la parada del carruaje. Cuando la puerta de este se abrió, un guardia extendió su mano para que la tomara, así que reuní toda la fuerza de voluntad que me quedaba y puse mi mejor sonrisa mientras agarraba la mano de mi guardia personal.

Me recibió una mujer de mediana edad que a simple vista irradiaba hostilidad hacia mi persona.

—Dígales a todos sus acompañantes que regresen a su país. A partir de aquí, Su Alteza, seguirá sola—. Anunció tajante.

No le temas al fuego|RESUBIENDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora