Capítulo 4

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Entre sabanas rojas

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Entre sabanas rojas.

Fëanor.

Desperté en un lugar extraño, una habitación distinta y una cama que fue testigo de los acontecimientos de la noche anterior. Desperté sola, desorientada y adolorida.

Me sentía diferente, extraña, asustada...

¿Que había sido aquello? Había escuchado que la noche de bodas era horrible siempre, pero, ¿Aquello era siquiera una noche de bodas? Cielos, no estábamos casados.

Recuerdos fugaces venían a mi mente. Me tomo a la fuerza, me robó la vitalidad y la pureza. Se deshizo de mi ropa quitándome toda seguridad contra él.

¿Acaso él no tenía misericordia? Su mirada decía que no y con la noche anterior se confirmaba.

Sentí mis ojos humedecerse otra vez. ¿Así iba a ser siempre? Yo era una mujer de honor y aquello faltaba el respeto a mi honra ¿Y sí luego me enviaba a casa? Todo se acabaría para mí. Todas mis posibilidades de tener otra vida en Menia se habían desvanecido. Tenía que establecerme aquí costase lo que costase.


●●●

Su lengua rozó mi campanilla. Giró mi cuerpo con brusquedad sobre la cama, poniéndome boca abajo mientras despegaba sus labios de los míos.

Lo único que podía oír tras aquel beso era el sonido húmedo de su miembro siendo untado en un extraño ungüento.

Ni si quiera pude mentalizarme ni prepararme para lo que ocurrió después. Lágrimas silenciosas cayeron por mis mejillas y sollozos ahogados fueron amortiguados por las sábanas. Seguía adolorida tras el primer asalto, pero el placer también me acompañaba.

Su miembro fue introducido con fuerza y ese movimiento fue seguido de embestidas fuertes e implacables que provocaron que el cabecero golpease la pared al unísono del movimiento de nuestras pelvis. Estas no terminaron hasta que un líquido caliente terminó en mi interior.

—Jodido coño—. Gruñó y me deshacía en su fuerte agarre a duras penas.

—No soy una niña asustadiza, Su Majestad—. Solté con la mayor firmeza que podía reunir en ese momento—. ¿Lo ve?

Tras mis palabras soltó una fuerte carcajada que fue seguida de otras y me tomó con brusquedad de la nuca aproximándome a él de forma demandante como el ser que era él. Acostumbrado a que cumplieran todas sus exigencias.

Yo respondí agarrando las hebras de su cabello y estampando mis labios contra los suyos. El contraatacó.

Su beso era dominante, poderoso, posesivo y demandante. A mis labios inexpertos les resulto complicado seguirle el ritmo a su salvajismo, que se manifestó en secciones rápidas y la entrada de su juguetona lengua me hizo perder el conocimiento.

No le temas al fuego|RESUBIENDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora