Capítulo 1

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La noticia

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La noticia.

Fëanor.

Sentía el aire golpear con fuerza contra mi rostro mientras los relinchos de mi yegua Malya llegaban a mis oídos.

<<Más rápido>>

<<Más rápido>>

<<Más rápido>>

Repetía en mi cabeza zarandeando con más fuerza las correas que rodeaban al animal.

Un halcón había aterrizado a mi lado esta mañana y había traído consigo un mensaje atado a la pata. Lo único que aquel pequeño trozo de papel decía era que debía regresar a palacio con urgencia. Maldecía a mi padre por no especificar la razón, pero bueno, era el rey y sus costumbres autoritarias no se perdían ni con su propia familia.

¿Acaso había descubierto que la culpable de la desaparición de su arco favorito era yo? ¿O qué yo había sido la culpable de espantar al prometido de Neve contándole cosas un tanto espantosas sobre ella?

Fuera lo que fuere no parecía ser una buena noticia en lo absoluto por cómo había escrito la carta. Una letra bastante apresurada y desordenada no eran buen indicio en mi padre.

El cabello se pegaba a mi rostro sudoroso a consecuencia del esfuerzo al que me estaba sometiendo y mi vista comenzaba a nublarse a medida que agitaba con mayor violencia las riendas de mi yegua Malya. Vivir en reino tan al sur de Pharan era un auténtico suplicio en épocas de sequía.

A lo lejos logré divisar los grandes muros de palacio y en mis labios se formó una sonrisa triunfante. La adrenalina se apoderó de mi cuerpo, un nudo en el estómago me hizo tragar saliva y entonces, alcé las riendas de mi yegua para que comprendiera.

—¡Vamos, chica! —. Exclamé para animarla. Definitivamente tenía malas ideas. El muro era muy alto. Ya estaba visualizando la tragedia. Una noble el año pasado cayó de su montura y se rompió el cuello. Qué el Señor me perdone hoy la travesura.

Nos íbamos acercando cada vez más y más a los muros, y cuando quedaba una distancia de un carruaje, sacudí las riendas y mi yegua saltó por encima del muro.

Luego, dio un pequeño impulso con sus cascos traseros y aterrizamos en los jardines reales. El lugar donde se situaban las caballerizas. Mi pecho se movía al ritmo de la respiración de Malya y mis oídos pitaban. Volví a tragar saliva y levanté la mirada al cielo en busca de paz.

<<Gracias>>

Bajé la mirada y suspiré de alivio al ver que habíamos pisado tierra firme. Acaricié la cabellera negra de la yegua y llevé la otra mano al saco que colgaba de su costado para sacar una zanahoria y tendérsela a Malya que la devoró de un solo mordisco.

—Buena chica—. Acaricié su cuello.

—Ha vuelto a saltar los muros, Su Alteza —. Me reclamó una voz masculina desde atrás. Moví a Malya para situarme frente al hombre.

No le temas al fuego|RESUBIENDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora