Siete

98 17 31
                                    

 Emily me había dicho que pronto era su cumpleaños y quería festejar en casa de sus papás. Me pareció una buena noticia hasta que mencionó que iría también. Me habría convencido de que solo iba a ser un día y que volveríamos al día siguiente en el primer vuelo.

No podía negarme, ese sería el ultimo favor que le haría en la vida. Le confesaría la verdad y volvería con Louis, esa había sido mi motivación y acepté el viaje. Ya le haría entender a Louis que todo lo hacía por él.

Una noche antes del viaje había ido a casa de Louis. Primero habíamos hecho el amor dos veces y después le informé la situación. Le dije que no se preocupara, que esperara solo un día más. Me había respondido que "siempre decía lo mismo", pero le dije que esta vez era verdad, que era en definitiva y la última vez que mentía. Me dijo que estaba bien, que me fuera y que no olvidaría la promesa.

Estaba tan emocionado.

—Sabes que te voy a esperar. —Había repetido— Cuando vuelvas, búscame y me encontrarás.

Nos habíamos besado y abrazado. Le besé la frente y me fui, perdiéndolo de vista cuando cerré la puerta.

La hora del vuelo estaba siendo anunciada desde las bocinas. Emily se puso de pie y yo la seguí con las maletas. Subimos al avión y partimos a Seattle. Todo el viaje fue opacado por un par de ojos que había dejado en Nueva York, por un cuerpo que anhelaba tocar y unos labios que deseaba besar.

Esa noche lloré en silencio.

El avión aterrizó y el chofer de la familia Peters esperaba por nosotros. Subimos, Emily hablaba con el chofer, por momentos ignoraban mi presencia, y yo lo agradecía. Pronto, un portón se abrió y dio paso a una gran casa. El jardín era asombroso y había flores de todos los tipos; girasoles incluso. Sonreí.

Los señores Peters me habían recibido de mala manera, pero al final tuvieron que aceptarme, pues era novio de su hija y era eso por lo único que me toleraban. Nos dieron cuartos separados, y jamás en la vida estuve tan agradecido de que así fuera.

Al día siguiente sería el convivio con la familia. Y, al día siguiente, el vuelo de vuelta a Nueva York.

La noche fue larga, muy larga.

Muy temprano en la casa la servidumbre estaba preparando todo. Un banquete digno de una celebración. Comida que después se tiraría y no habría culpa. Eran personas tan superficiales que no agradaban a nadie. No sabía cómo Emily podía soportarlos. Eran odiosos.

—Nos complace tenerte en casa, hija. —Habló el señor Peters.

—Gracias, padre.

—Un placer conocerte, Harry. —Dijo la señora.

—Gracias, señores.

La comida fue servida y todos comenzaron a comer, menos yo. Mi cabeza de daba vueltas, las palabras iban a salir en el peor de los momentos, pero ya no podía contenerlo más.

Imágenes de nosotros dos. El dolor de sus palabras y lo reconfortante de aquella tarde, cuando el sol se ocultaba y él respiraba cerca de mi pecho. O de lo suavidad de su mano que me había provocado un sinfín de emociones apenas la había tomado...

—Debo irme. —Me puse de pie,

—Harry —Había dicho Emily.

—¿Qué te pasa, muchacho?

Se había formado un ligero alboroto. Pero mi pecho dolía cada vez más, necesitaba a Louis. Lo amaba a él y a nadie más. ¿Tenía eso de malo? No en realidad, sino la forma en que había decidido soltar todo, pero ya no había vuelta atrás. Lo sentía por todos, pero lo sentía más por ese pequeño.

—Lo siento, pero estoy enamorado de alguien más.

—Harry. —Sollozó ella.

—Sabes de quien  hablo.

Hubo un sepulcral silencio. Ella comprendió después. Todo conectaba en su cabeza y lo supo. 

Louis. —Dijo.

—Él.

Todos me miraban dubitativos. No soporté más aquella situación y salí del comedor. Agradecí de que nadie se hubiera interpuesto en mi decisión. Incluso ella pidió después a un chofer que me llevara hasta el aeropuerto. El auto me alcanzó a varios kilómetros de su recinto. El chofer me entregó una nota y leí:

"Por el amor que te tengo, te dejo libre y acepta la ayuda que te ofrezco. Me alegra que hayas tomado esa decisión. No te odio por eso. Incluso creo que fue muy valiente, pero sí en el peor momento. No te preocupes por mí. Y por mis padres, ellos muy en el fondo están felices de que te fueras. Te quiero y hazlo feliz".

EMILY.

Sonreí con emoción. Todo encajaba, todo estaba saliendo bien. No había sido tan difícil y Louis se reiría de mí cuando le contara la historia. Nos reiremos juntos después. Seríamos abuelos y recordaríamos todo esto y nos volveríamos a reír. Lo llenaría de amor y le daría todo el cariño que le debía. Le compraría flores todos los días y lo haría feliz, porque se lo merecía.

El chofer me había dado una cuantiosa cantidad de dinero. Con eso compré el boleto de avión al primer vuelo hacia Nueva York. No llevaba nada conmigo, solo el teléfono en el bolsillo, la cartera y el dinero que se me había dado. No llevaba ropa o maleta, nada.

Las horas en el avión habían sido las más largas de mi vida. El corazón me explotaba de felicidad cuando aterrizamos. Estaba en Nueva York. Tomé un taxi y dicté la dirección hacia aquel edificio donde esperaba mi pequeño. Nunca me había sentido tan feliz en mi vida. Era tan real que me costaba creerlo.

Le dije al conductor que acelerara, pero me dijo que era todo lo rápido que podía ir y que tuviera paciencia.

Fueron exactamente cuarenta y tres minutos los que había esperado. El policía había vuelto, no lo había visto desde hace mucho, desde que Louis se mudó. Estaba parado como siempre, mirando a las personas pasar.

—Linda tarde, oficial. —Saludé emocionado.

—Igualmente para usted. —Y me sonrió.

Corrí, corrí con todas mis fuerzas. No me importaba caer y morir. Solo quería llegar y abrazar a Louis, decirle que era libre y que no había nadie que nos impidiera amar. Que sería suyo y el mío y viviríamos felices.

Toqué a su puerta. Volví a tocar, pero no abrieron.

Miré la hora y supe entonces, que estaba en el trabajo. Me relajé y entré a mi habitación. Olía a hogar, era perceptible el ligero aroma a manzana y canela. No pude evitarlo y lloré, pero esa vez fue de felicidad.

La noche cayó sobre los edificios. Sobre las personas de aquella ciudad llena de oportunidades, de perros y de niños. De un parque que había sido testigo de un amor naciente, de aquella florería que me había regalado la mejor de las sonrisas.

Salí del apartamento y toqué la puerta. Peiné mis cabellos y puse mi mejor cara, pero nadie abría. Se le habría hecho tarde, pensé. Pero ya era muy tarde. No pude contener más mi desesperación y corrí a mi habitación a buscar algo que me ayudara a abrir.

Hurgué en la abertura de la perilla. Me costó mucho, pero al fin abrió.

Hacía frío, estaba oscuro y no había nada. No había muebles, el olor a manzana y canela se había ido. Nadie habitaba ese lugar. No había rastro de Louis. Las paredes me veían y lloraban, se sentían solas. La cocina estaba limpia y solo había una taza en el lavabo. La misma taza donde él había bebido té la primera vez que lo besé.

En la mesa había un sobre.

Lo tomé y leí...

.
.
.
.
Suena Fine Line de Harry Styles (Importante; en bucle).

VERBOTEN || Larry StylinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora