Recuerdo mi tiempo con mis amigos del barrio cerca de casa. Todos los fines de semana salíamos a beber algo. A mis dieciocho ya había probado varios tipos de licores. Mamá se había puesto a llorar cuando supo lo que hacía; papá me había dado un sermón y una cachetada que me hizo girar la cabeza hacia un lado. Era frecuente que ellos pensaran en mandarme a una de las mejores universidades de la cuidad y que, si tenían suerte, enlistarme para el ejército.
Mi pasos se tornaban torpes cada vez que el viento soplaba sobre mi cara. Mis cabellos se movían y golpeaban mi frente, mi nariz estaba roja y mis mejilla sensibles.
Mis brazos abrazaban aquellas latas que contenían ese líquido amargo y espumoso. Fue lo segundo que consideré después de la tarta. Además, Emily me había dicho que lo hiciera sentir como un amigo más y, eso haría con un amigo. Pensaba en las palabras que le diría o el tema de conversación para propiciar una buena relación. El tipo era extraño, pero parecía bueno y no daba problemas.
Subí las escaleras y golpeé a su puerta. Ya eran las nueve de la noche. Escuché pasos y después la puerta se abrió, dejando ver a un chico con una camiseta que resaltaba sus clavículas y un pantalón de dormir que le cubría los pies.
—¿Harry? ¿Se equivocó de piso? —Me había preguntado.
—Vecino. No, para nada, pero me temo que mi novia me ha pedido que venga a darle la bienvenida, ¿puedo pasar? —Dije.
—Es tarde, pero pasé.
Su apartamento era limpio y olía a manzana con canela. Muy navideño. Las luces alumbraban a la perfección la limpia cocina y pequeña sala que estaba ordenada con puridad. ¿Cómo es que parecían dos lugares diferentes, si estábamos en el mismo asqueroso edificio? Se sentía muy cálido y de pronto sentí calor.
—Traje esto. —Le tendí las cervezas.
—Ouh —dijo cuando las recibió—. No bebo, lo siento, pero puedo acompañarlo con un taza de té.
—¿Me puedo quitar la chaqueta? Hace calor.
—Sí, claro. Puede colgarla en aquel clavo. —Dijo.
Se fue a la cocina y puso agua en una pequeña olla. Sacó una lata y abrió con cuidado, volvió a mí y me la tendió.
—Gracias. —Dije.
Volvió a la cocina y pude ver su esvelta figura. Sus nalgas eran evidentes bajo esa delgada tela de color azul cielo. Su cabello era castaño y acomodado de un lado que dejaba un pequeño flequillo al frente.
—Me sorprende mucho su visita, Harry.
—Evitemos los modales, puedes dejar de llamarme de usted.
Apretó los labios y después sonrió, mostrándome esos pliegues a los costado de sus ojos que se marcaban con esa sonrisa. Bebí de la lata, un trago profundo que pude beberme la lata entera.
—Está bien, vecino.
—Emily me ha insistido que lo haga sentir como a un amigo más y, si te soy sincero, no sé qué hacer cuando no conozco a alguien, ¿qué me sugieres tú? —Dije.
—Creo que estaría bien si nos contamos cosas uno del otro, ¿no?
Se puso de pie nuevamente y sirvió el agua en una taza, para después buscar una cajita que contenía sobres de té. Tomó una y la dejó dentro de la taza mientas movía con una cuchara. Volvió a sala y se sentó.
—Soy de Alemania, pero me mudé a Seattle apenas unos años, y ahora estoy aquí en Nueva York por vacaciones.
—Vaya, eso es grandioso. —Bebió de su taza.
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VERBOTEN || Larry Stylinson
Fanfic"Supe, en ese momento, que jamás borraría esa sonrisa de mi mente. Quedaría grabado para la eternidad. Moriría y esa imagen seguiría en mi mente. Me volvió a abrazar, y esta vez fui yo quien lloró". •Completa. •Las ideas planteadas no son compartida...