2. Rutina

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Loan se encontraba una vez más ante un desafío, uno que sin importar su experiencia, y la cantidad de veces que lo había afrontado, era tan difícil de enfrentar como lo fue la primera vez...

Era lunes.

Y tenía que regresar a clases.

Su madre acababa de dejarla en frente de la institución y volver a recordarle lo mucho que la quería. A diferencia de en casa, donde Loan hubiera aceptado las palabras de su madre, aquí era diferente.

Tales muestras de afecto la ponían en el foco de cualquiera que estuviera cerca, así que lo primero que ella hizo fue salir del auto sin mirar atrás y seguir su camino directo hasta la entrada de la escuela.

Su madre nunca le había reprochado lo fría que ella se mostraba cuando llegaban al colegio, pero eso no hacía más fácil para ella el huir de su madre.

Fijo que algún día ella me lo echara en cara. Pensó mientras se rascaba el cuello.

Era lo que Loan pensaba, pues

El odio hacia ti misma te hace creer en ocasiones que todos también te odian.

Ella lo sabía de memoria pues así su terapeuta se lo había explicado; y aun así...

—Ouh— Loan había chocado con un chico, su débil cuerpo cayendo al suelo.

—Fíjate por donde vas, rarita.

Me siento mejor cuando otros me tratan mal también.

El chico partió, dejando que Loan se encargara de sí misma. La joven se levantó como pudo, casi cayendo nuevamente cuando la falta de hierro en su sangre desequilibro sus sentidos. Al ver a su alrededor notó como los otros la veían, unos con curiosidad, otros con asco o con aires de superioridad.

Los últimos se alejarían de ella, viéndola solo como una fuente para su ego. Pero los primeros, la gente curiosa y dispuesta a ayudar, a esos eras los que Loan vigilaba con cuidado.

Ante tal escena nadie se atrevería a acercársele de inmediato, eso le dio la oportunidad de escaparse dentro del edificio y hacia su salón. Las primeras clases pasaron sin problema alguno para la chica, nadie se le acercó y ningún profesor pidió que esta pasara adelante a resolver algún problema, un buen inicio de lunes.

Ojala el resto de la semana sea igual...

Este pensamiento no le agrado a Murphy, cuya ley fue aplicada sin misericordia alguna al inicio de la siguiente clase.

—Buenos días, Alumnos. Espero que estén preparados para ver sus exámenes porque yo sin duda no estuve preparado para lo que me encontré,— entonces mostró ante todos uno de los exámenes, puntuación perfecta. —Loan Loud, ¿puede pasar y recoger su examen?

Loan estaba perpleja, y el silencio del salón solo reforzaba la tensión del momento. Se levantó abruptamente, sus manos tensas y deseosas de escapar en vez de seguir moviéndose hacia su profesor, y una sonrisa quebrada adornando su rostro. Al verla de cerca, el profesor pasó de contento a asqueado en un instante.

Loan no había cuidado de su cara esa mañana, por lo que las marcas en sus ojos y la capa de grasa y piel muerta en su rostro aún se veían.

—Señorita, le haría bien cuidar de su aspecto también— exigió el profesor.

Las risas no tardaron en aparecer, —¡Chicos esto no es motivo de burla! —declaró con rabia el profesor.

Pero ya era tarde, el daño ya estaba hecho. Loan tomó el papel, sus dedos apretando y arrugando el examen, mas no lo rompió, pues eso solo hubiera hecho una escena que pondría más atención no deseada sobre ella.

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