KARASUNO

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Kiyoko


Yachi la había llamado por teléfono una semana antes para exponer todas sus dudas –que no eran pocas–. San Valentín era una fecha importante para mucha gente, mientras que para otros simplemente era un día normal. Para Kiyoko no era más que una jornada como otra cualquiera en la que iría a clase, atendería a las materias, se prepararía para los exámenes y hablaría con sus compañeros sobre los temas de siempre. Es cierto que tenía pensado regalarle alguna que otra chocolatina a sus compañeros de tercero del club de voleibol, pero nada más.

«Nada más» pensó aquella mañana previa al tan mencionado día.

Yachi, su kouhai de preparatoria y compañera del club, no compartía su misma opinión. Era una chica muy tímida y agradecida y estaba pensando en entregar chocolate a más de una persona. Quería regalarle a sus compañeros de clase, a los del club, también al empleado del mercado que la atendía todas las tardes, al profesor Takeda, al entrenador Ukai. Para Yachi, desde luego, no era un día como otro cualquiera. Era el día en que podía agradecerles a todos lo mucho que hacían por ella.

La llamó una semana antes para preguntarle qué debía hacer. Al otro lado del teléfono Yachi sonaba histérica y nerviosa.

Kiyoko solo quiso tranquilizarla al decir:

–¿Por qué no le regalas solo a los chicos de primero? Son los más cercanos a ti.

No fue una solución que su amiga sopesara.

–¿P-pero cómo no les voy a regalar a Asahi, Daichi y Sugawara? O a Nishinoya y Tanaka. ¿C-cómo no les voy a dar chocolatinas a Ennoshita, Kinnoshita y Narita? ¡Son mis compañeros también! ¡No puedo hacer eso! ¡Sería peor que mala persona!

–Hitoka, cálmate –pidió Kiyoko–. Respira profundamente y escucha con atención las siguientes palabras: nadie te va a odiar ni te va a dar de lado porque no les regales chocolate, ¿entiendes? Todos te quieren muchísimo y nada de esto cambiará lo que sienten por ti.

–¡Pero es que tengo que hacerlo! ¿Qué clase de alumna y de mánager y de persona y de todo sería si no les doy nada al entrenador Ukai o al profesor Takeda? Por no hablar de...

–¡Hitoka! –insistió–. Lo más importante de todo es si tienes suficientes yenes para comprar tanto.

El silencio se hizo al otro lado del móvil.

–P-pero...

–Puede que esto suene muy cruel, pero tienes que elegir. Imagino que sentirás mayor agradecimiento por unos que por otros.

–Definitivamente, eso suena muy cruel –coincidió Yachi con la voz apagada–. Shimizu, ¿tú a quién vas a regalar?

–A mi padre, a mi hermano y a Daichi, Asahi y Suga.

–¿Cómo puedes tenerlo tan claro? –se tensó la otra chica.

Kiyoko sonrió.

–¿Qué te parece si quedamos tú y yo y te ayudo a escoger?

–¿¡D-de verdad!?

–De verdad, ¿qué tal el sábado?

–¡Bien! ¡Me viene bien!

Fue así como llegó esa tarde en la que Kiyoko comprobó una vez más cuán nerviosa podía llegar a ser su compañera. Elegir no fue tarea fácil. Desprender a Yachi de sus férreos principios sobre el compromiso y el agradecimiento fue lo más difícil de la misión. Por suerte, Kiyoko logró convencerla. Al fin y al cabo, conocía a su querida kouhai mucho más de lo que ella se pensaba.

HAIKYUU ONE-SHOT: SAN VALENTÍNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora