INARIZAKI

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En sus sueños, corría por un enorme campo de voleibol que, bajo la brillante luz de un sol radiante, estaba ocupada por los mayores amantes del deporte. A lo lejos se escuchaban voces, aplausos, gritos. Tenía sobre él todas las miradas, pero algo en el sueño era mucho más intenso que el éxito: sus manos, venosas y con callos, fuertes y propias de alguien de su posición. Brillaban, acogían el balón y lo impulsaban con delicadeza y precisión en un salto elevado y elegante. Eran pases perfectos. Él era perfecto.

-Atsumu... -susurraba una voz angelical-. Atsumu... Oye, Tsumu...

La voz se fue deteriorando, volviéndose más agresiva, más despreciable. De un chispazo, su sueño se quebró en mil pedazos. Un latigazo imprevisto laceró su brazo.

Abrió los ojos de golpe y se giró hacia todos lados.

-¡Levanta, idiota, que vamos a llegar tarde!

Se topó con la irascible mirada de su impaciente hermano, que lo observaba vestido con el uniforme de la escuela y un panecillo en la mano.

Atsumu se pasó la mano por la boca y arrastró con ella restos de saliva; había estado babeando. Parpadeó confundido y se precipitó al vacío. Bajó las escaleras de un salto y abrió el armario para buscar su uniforme.

-¿Ya has desayunado?

-Pues claro, si te parece te espero hasta mañana.

-Qué gracioso eres, Osamu, me parto contigo.

Su hermano sonrió de medio lado.

-Ya lo sé.

-¡Quita de en medio!

Lo empujó a un lado y corrió hacia el baño. Se vistió con prisas y salió dando saltitos mientras terminaba de ponerse los calcetines. Bajó la escalera como una tromba de agua desordenada y tomó de la cocina un panecillo y un batido de proteínas. Su madre estaba allí, desayunando con calma y hablando con su abuela.

-¿Qué son esos gritos tan temprano? -quiso saber.

-Tu hijo, que es estúpido -respondió él airado y nervioso. Se obligó a eliminar la rabia de su rostro cuando se acercó a su abuela-. Buenos días a la más mejor mujer del mundo -saludó llenando las blandas mejillas de la anciana con besos muy enérgicos. Ella se echó a reír de inmediato.

En la puerta de la cocina se oyó un resoplido.

-Yo no aceptaría besos de alguien que dice "más mejor" en una frase con tanta convicción.

-¡Osamu, cállate!

-¿Podéis posponer vuestras discusiones un poco, por favor? Me duele la cabeza y todavía no le he comprado nada a vuestro padre.

Atsumu torció el gesto.

-¿Por qué ibas a comprarle algo?

-Porque hoy es San Valentín -obvió ella ligeramente ofendida.

Abrió mucho los ojos y la boca.

-¿¡S-San Valentín!? -Se giró muy ilusionado hacia Osamu y después hacia las dos mujeres. Empezó a dar saltitos sobre la punta de los pies-. ¿Hoy es ese día en el que te regalan un montón de chocolate solo por ser chico? ¿Y encima te halagan?

-Ah, sí, hoy es el día en el que una pobre desgraciada se acerca a ti diciendo "oh, Atsumu, eres tan genial, eres tan guapo, ¡cásate conmigo!"

-¡Osamu, para ya! ¡Mamá, dile algo al engendro este!

-Chicos, parad los dos... -Su madre fulminó con la mirada a Osamu-. Aunque esta vez estoy con Atsumu. ¿Cuántos tantos te has marcado desde que se ha despertado? No puedes ser así con tu hermano, querido.

HAIKYUU ONE-SHOT: SAN VALENTÍNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora