Capítulo III

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El filo de las dagas cortaba el aire con un suave siseo antes de clavarse en los blancos dibujados en la pared.

Maryse observaba a su hijo lanzarlas, una tras otra, desde la puerta de la Sala de Entrenamiento. Supuso que allí estaría, y no se había equivocado. Era el lugar al que había acudido, desde que era un niño, a refugiarse cuando algo andaba mal. Por supuesto, no dejaba que nadie viera que algo estaba mal. Simplemente entrenaba hasta cansarse, hasta que todo su cuerpo estaba tan molido que no le quedaba otra opción más que dormirse y olvidar todo. Pero Maryse le conocía, y sabía cuando las cosas no iban bien.

Después de la discusión que habían tenido la noche anterior en la biblioteca, estaba más que claro que nada estaba bien.

Golpeó levemente la puerta entreabierta con los nudillos y habló con voz conciliadora -¿Puedo pasar?

-Eres libre de hacer lo que quieras. –respondió Jace, secamente. Se acercó a la pared contraria y desclavó las dagas una por una, sujetándolas en su cinturón de armas a medida que las sacaba.

-Jace, no puedes permanecer enfadado conmigo, y contigo mismo. Sabias como iban a resultar las cosas. No puedes arrojarte al peligro y esperar que te observemos hacerlo sin dar un paso adelante…

-¡Cállate! –Jace había volteado a verla, aún con una daga en cada mano. Se veía furioso, sí. Pero debajo de toda esa furia, si le conocías bien, podías ver al Jace vulnerable, al muchacho que se torturaba a sí mismo con el pensamiento de que no podía salvar al mundo, al Jace que se frustraba cuando lo dejaban fuera.

-Jonathan. –el tono de Maryse fue autoritario, pero suavizado con cariño. –La Clave está encargándose de la búsqueda. Sabes que eres menor de edad aún y no podemos permitirte entrar en esto.

-La Clave puede joderse. Ellos no se arriesgarán por Clary. Si tienen que sacrificar su vida, para salvar la de diez de sus soldados, lo harán.

Maryse lo miró horrorizada ante aquel comentario. –No es cierto. Jamás abandonamos a los nuestros, nunca podrían…

-¿No lo harían? –La interrumpió Jace –Hablamos de las mismas personas que votaron para detener mi búsqueda cuando estuve con Sebastian, porque un solo niño cazador de sombras no valía sus recursos.

-No todos votamos esa opción. –replicó Maryse, irguiendo su postura y entrelazando las manos frente a ella. –Y no dejaremos de buscar a Clary. Pero se necesita tiempo para esto. Para averiguar más cosas, para planear una estrategia… tú mejor que nadie deberías comprender estas cosas.

-¿Han siquiera pensado que quizá lo que justamente Clary no tiene es tiempo? –preguntó el rubio, y su voz se quebró. Muy poco, casi imperceptiblemente al final de la frase; pero su madre lo notó. Le vio entonces más frágil de lo que le había visto jamás. Jace era fuerte cuando se trataba de soportar el dolor. Podrías intentar romperlo de mil maneras, y no ibas a conseguir fácilmente verlo quebrarse. Pero cuando se trataba de la gente que amaba, Maryse veía que no podía soportarlo. Y él amaba a Clary más que a ninguna otra persona en el mundo. La amaba y la necesitaba, y a Maryse se le oprimió el corazón en el pecho cuando pensó en la información que Jace había obtenido de aquel vampiro. Quizá Clary ya estaba muerta.

***

Jace se apartó de Maryse y continuó arrojando las dagas y viéndolas clavarse una por una en el centro de los blancos.

Le había contado la noche anterior todo lo que el vampiro había dicho. Sobre los brujos que decía haber visto, sobre el encantamiento que parecían estar queriendo conseguir. No era demasiado lo que había sacado del vampiro, a decir verdad. Pero una de esas cosas seguía resonando en su cabeza y se había vuelto incluso más real cuando se la había transmitido a Maryse: que la chica que estaba con los brujos podría estar muerta.

Por ella - TMI FanficDonde viven las historias. Descúbrelo ahora