Al día siguiente, Jace despertó con un mensaje de Magnus que le decía que estaba listo para empezar con las invocaciones.
Sin embargo, tuvo que esperar hasta el mediodía para poder escaparse del Instituto. Isabelle y Alec lo habían perseguido toda la mañana sin despegarse de su lado para asegurarle que la Clave estaba haciendo todo lo posible y que estaban ocupando la magia de Catarina para realizar un hechizo que les permitía triangular una ubicación aproximada de los brujos y reducir así el área de búsqueda con el fin de encontrarlos más rápido.
Jace escuchó estas informaciones a medias, puesto que si bien quería saber si ellos estaban haciendo algún avance lo cierto era que su mente y sus esperanzas estaban puestas en otra parte.
El teléfono móvil parecía pesar diez kilos en el bolsillo de su chaqueta, con el mensaje de Magnus en la bandeja de entrada.
«Estuve trabajando anoche. Todo listo para invocar dos o tres hoy. Ven a verme en cuanto puedas. Intenta que no te atrapen. MB»
No paraba de lanzar miradas nerviosas al reloj, y sus hermanos interpretaban eso como una señal de que necesitaba saber cómo iba la búsqueda para calmarlo. Pero lo que Jace necesitaba era que lo dejaran sólo asi podía escabullirse a uno de los pisos de arriba y saltar por una de las ventanas para luego correr a casa de Magnus.
La mañana se hizo eterna, y cuando Alec recibió una llamada de su padre para que se reuniera con Maryse y el resto del Enclave ya era mediodía. Isabelle se retiró también, disculpándose por dejar solo a Jace pero alegando que Simon estaba pasándola quizá peor que él y también necesitaba compañía.
El comentario molestó a Jace. ¿Simon estaba pasándola peor que él? Ni siquiera estaba haciendo nada para ayudar. Ni siquiera se había acercado al Instituto. Estaba ocultándose como el cobarde que era. Y todo esto era su jodida culpa.
Si. A Jace no le gustaba pensar en ello, porque incluso había llegado a tenerle aprecio a Simon en los últimos meses. Pero ahora sólo sentía furia cuando alguien mencionaba el nombre del muchacho.
Clary estaba llevando por primera vez de cacería a Simon cuando fue secuestrada. Ellos seguían con esta idea de que otorgar a Simon la Ascensión era una buena idea para que volviera a entrar en sus vidas. Jace había estado de acuerdo porque sabía lo que significaba para Clary, e incluso también para Izzy. Pero si algo le pasaba a Clary, el jamás se lo perdonaría a Simon.
Sus pensamientos empezaron a dar vueltas, y volvieron a caer en la culpa. Claro que Simon estaba allí con ella; pero Simon solo era un mundano aún. La Clave seguía estudiando su Ascensión, y Clary solo lo había llevado para mostrarle que los demonios podían tomar cualquier forma y engañar a cualquiera a menos que supieras a que te enfrentabas.
Simon no podía hacer nada para impedir que cuatro brujos poderosos se la llevaran.
Por supuesto.
Jace podía.
Jace podría haber hecho algo.
Pero Jace no estaba ahí.
¿Por qué no estaba ahí? ¿Por qué había dejado que ella fuera sola?
Nada era culpa de Simon. Era suya.
Pero no podía darse el lujo de tener una fiesta de autocompasión ahora. Era su oportunidad para escapar. Se dirigió al lugar acostumbrado, trepó al alfeizar, se sujetó a una de las gárgolas que adornaban la fachada lateral del Instituto y se dejó caer.
***
Veinte minutos más tarde estaba dentro del apartamento de Magnus. El brujo iba y venía de acá para allá acomodando cosas, encendiendo velas, trazando dibujos en el parqué del piso y deteniéndose de vez en cuando para decirle a Presidente que dejara de jugar con las cortinas.
Jace observaba en silencio, mientras la ansiedad lo consumía. La esperanza y el miedo de que no consiguiera nada se batían a muerte en su interior, y no podía adivinar cual quedaría en pie al final.
Cuando todo estuvo dispuesto, Magnus comenzó a entonar cánticos, las llamas de las velas se alzaron y revolotearon furiosas y el aire se cargó de un humo intenso. Se respiraba magia en toda la sala.
Un remolino se formó poco a poco en el centro del pentagrama y el primer demonio apareció.
Jace se acercó al pentagrama y distinguió con más claridad la forma que se alzaba entre las columnas de humo. Parecía un hombre, común y corriente. Pero mientras lo miraba había algo que no encajaba. Jace no podía decir qué era. No es que tuviera cuernos, o que su piel fuera de un color inusual, o que sus ojos brillaran, ni nada por el estilo. Su apariencia física era por completo la que tendría usualmente un ser humano normal. Y sin embargo algo no encajaba, algo lo delataba como un ser perteneciente a los reinos demoníacos. Era como si la razón del muchacho estuviera luchando contra sus sentidos, que le decían que todo se veía normal, para hacerles entender que aquello no era para nada común.
-¿Quién invoca a Aswang? –la voz del demonio se alzó en la habitación y retumbó como si estuviera amplificada por cinco altavoces.
-Yo lo invoco. –Magnus dio un paso adelante mientras decía estas palabras. –Magnus Bane.
-Oh, por supuesto. –La criatura esbozó una sonrisa inhumana –He oído que tuviste un reciente encuentro con tu padre, brujo. ¿Ahora te dedicas a tontear con demonios mayores entonces?
-No hables con tanta ligereza de mi padre, sabes lo que podría ocurrirte Aswang. El chico va a hacerte unas preguntas, y tú vas a responderlas. ¿Entiendes?
Aswang bufó un asentimiento y dirigió su atención hacia Jace.
-Cazador de sombras. –pronunció las palabras como si se tratara de una sentencia de muerte. -¿Qué puedo hacer por ti? –se inclinó hacia el borde del pentagrama y Jace tuvo que dar un paso atrás, porque el pútrido aliento de la criatura no le permitía respirar.
El muchacho se pasó la siguiente media hora atacándole con preguntas, enfadándose más y más cuando el demonio no le daba respuestas y encima parecía divertido y aburrido a la vez; como si hubiera pasado por situaciones similares millones de veces y no esperara nada nuevo, pero aun pudiera encontrar algo de gusto en ello.
Al cabo de un tiempo, Magnus intervino y desterró a Aswang de regreso a su dimensión demoníaca.
-Aún estaba hablando con él. –protestó Jace, pero su voz sonaba hueca, como si solo estuviera quejándose para tener algo que decir.
-No, no lo estabas. No estabas consiguiendo nada y ya no soporto el horrible olor de su aliento en mi departamento. –Magnus hizo una mueca y abrió una de las ventanas mientras se abanicaba con una revista para conseguir algo de aire fresco. –Detesto a los demonios que se alimentan de humanos, siempre tienen ese horrible olor encima. Alguien debería recomendarles que se cepillaran los dientes.
Jace no estaba de ánimo para oír consejos de higiene demoníaca, asi que cambió de tema.
-¿Cómo es que todos los demonios parecen conocerte?
-Ya lo sabes, por mi padre. –respondió el brujo restándole importancia. –Además, ya me había cruzado con él antes, en las Filipinas. Aunque portaba el nombre de Busaw por ese entonces.
Jace sacudió la cabeza y detuvo a Magnus antes de que se lanzara a contar alguna anécdota de su pasado.
-Invoca a otro.
El brujo suspiró y puso manos a la obra.
Trataron con dos demonios más esa tarde, y luego de desterrar al tercero Magnus le hizo saber a Jace que su energía estaba agotándose rápidamente. Recogió todos los elementos de invocación y despidió al chico, diciéndole que le haría saber cuando estuviera listo de nuevo.
La llamada de Magnus llegó dos días después y desde entonces se convirtió en una rutina: día por medio Jace se levantaba, esperaba que todos abandonaran el Instituto para seguir con las investigaciones, escapaba a casa de Magnus y trataba con dos o tres demonios. No conseguía nada, y volvía a casa exhausto. Sus esperanzas menguaban con el paso de los días, pero seguía adelante con su plan porque no sabía que más hacer. El brujo esperaba que se diera cuenta de que no estaba funcionando y renunciara, pero Jace no parecía dispuesto a eso.
Finalmente, dos semanas de búsqueda y veinte demonios más tarde, dieron con el demonio correcto.
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Por ella - TMI Fanfic
Fiksi PenggemarClary Fray ha sido secuestrada. Jace ansía con todas sus fuerzas encontrarla, y cuando es dejado fuera de la búsqueda por orden de la Clave, no puede soportarlo. Nadie le dice a Jace Herondale qué hacer, y menos cuando se trata de salvar la vida de...