𝓒𝓾𝓪𝓽𝓻𝓸

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Regina le calaba la luz en los ojos, poco a poco empezó abrirlos pero se arrepintió al ver a su alrededor guardias. Ella rápido se sentó pero dos guardias la sujetaron impidiendo que huyera. Miró al frente y su hermano apenas había abierto los ojos cuando el rey le habló.

—¿Qué hacías con el brazalete de mi hija?

Jack al igual se levantó pero los guardias lo sujetaron haciendo que el chico quedara de rodillas. Regina miró el gigantesco tallo que había crecido, no veía por ningún lado a William.

—No lo robé. De verdad. Llegaron a mi casa buscando refugio. Intentaba ayudarlos, su majestad, y luego...

—¿Y luego?

—Todo esto pasó–habló por primera vez Regina llamando la atención del rey y los guardias.

—Un momento, te reconozco del mercado. Te llamas Jack. Dejen que se levante. También suelten a la chica–ordenó un guardia. Y los guardias los soltaron, la chica se acariciaba la muñeca de su mano izquierda ya que se había lastimado.

—¿Y dónde está tú casa, Jack?

Jack estiró poco a poco su brazo hasta arriba, donde estaba el gran tallo. Todos miraron hacia arriba.

—¿Alguien tiene una escalera muy alta que me preste? Debo de ir por mi libro–comentó Regina mirando hacia el cielo.

—Elmont, reúne a tus mejores hombres, que puedan escalar.

—Sí, señor–dijo el guardia que reconoció a Jack.

—Quiero acompañarlos–la campesina notó a un hombre con aspecto de cabello negro hasta los hombros y barba, llevaba una capa roja.

—Lord Roderick, probablemente esta misión sea muy ardua. Déjesela a los profesionales–le mencionó Elmont.

—Su majestad, quisiera mostrar mi valor a mi amada. Y a usted–Regina miró al hombre con una mueca de asco. ¿Isabelle se casaría con un anciano?

—Solo tráiganla de vuelta.

—¡Jack! ¡Regina!–la mencionada frustró al ver a su tío correr hacia ellos furioso.

—No puede avanzar más–dos guardias lo detuvieron

—¿Jack! ¿Qué hicieron?

—Planteé una nueva planta–comentó con sarcasmo Regina haciendo reír a un chico que también traía uniforme de guardia.

—¿Quién es este hombre?

—Es nuestro tío–respondió Jack al rey. Los guardias lo soltaron y el hombre solo quedó de rodillas en el suelo quedando algo aturdido por la situación–. Su majestad, quiero ofrecerme como voluntario.

—¡Jack!–De nuevo el tío le gritó.

—¿Qué? No ¡estás loco!–le dijo Regina mirando a su hermano con preocupación.

—Su majestad, por favor.

—¿Por qué no traemos también a nuestras esposas?–Regina escuchó a un guardia que estaba al lado de Elmont. Sabía que se iba arrepentir de esto pero ella también habló.

—Yo también iré–todos la miraron, Jack negó pero ella solo pasó al frente de estar con su hermano–. Yo quiero ir, estaré bien–le dijo mirándolo y susurró –, si voy... prometo ser una buena chica, ya no robar ni cometer delitos. Lo prometo. Mira Jack no puedes dejarme aquí con nuestro tío... tú eres de corazón blando pero si ese hombre vuelve a decir algo sobre padre o sobre ti... juro que estará bajo tierra antes de que pueda decir piedad.

𝑹𝒆𝒈𝒊𝒏𝒂 𝒚 𝑱𝒂𝒄𝒌 𝒍𝒐𝒔 𝒄𝒂𝒛𝒂𝒈𝒊𝒈𝒂𝒏𝒕𝒆𝒔 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora