Bocadillo de Asier a las 3 a.m.

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Abrí los ojos muy despacio, parpadeando cada segundo para adaptarme a la luz que ahora me hacía llorar. Cuando al fin los abrí me encontraba en la enfermería del internado, tumbada en la camilla.

Miré por toda la habitación en busca de la enfermera pero no estaba. Ella no estaba, pero por el contrario yo no estaba sola.

¿Quién va a estar conmigo cuándo estoy mal?

¿Quién va a preocuparse tanto por mi que va a mandar a la mierda su dia para estar conmigo?

Bueno pues para mi sorpresa no es ni mi madre, ni mi padre, ni mi hermano.

Joder, ni siquiera es mi novio. (Sigo sin estar segura de llamarle así.)

Y esta persona no es otra que un chico rubio, de ojos verdes y mirada preocupada que agarra mi mano como si no hubiera mañana.

-¿Qu-Qué haces aquí? -Dije con un hilo de voz. Al parecer estoy más débil de lo que creía.

El rubio me dedica una sonrisa y aprieta más mi mano.

Las mariposas, las hormigas, los leones, los elefantes, todos, absolutamente todos los animales están bailando y saltando en mi estómago.

-Me preocupo por ti.

-¿Desde cuándo?

-Ya hemos tenido esta conversación.-Sonríe de nuevo.-Duerme bella durmiente. Lo necesitas.-Soltó mi mano y algo en mi interior se rompió.

Pero mejoró 3000 veces cuando noté sus labios en mi frente.

No pude decir nada más, realmente estaba débil y quería dormir.

Cuando volví a despertar estaba sola. Ya no había un rubio que me agarrara la mano ni me besara la frente. Lo que me hizo pensar que quizás fuera sólo un sueño.

Busqué a la enfermera y la encontré al fondo de la sala con una jeringuilla que contenía un líquido blanco. La aguja era muy pero que muy grande.

-¿No irá a ponerme eso no?-Pregunté con miedo. La enfermera se giró con una sonrisa en el rostro.

-Me alegra que hayas despertado. Llevas más de 5 horas dormida.

-No ha contestado.

-No, no es para ti.-Dicho esto le puso una especie de tapón y lo guardó en un armario. Se giró hacia mi y comenzó a andar.

-¿Qué me ha pasado? He tenido un sueño muy malo. Mi tía, bueno ella estaba muerta.

-Victoria...-Su mirada me bastó.
No ha sido un sueño.

Las lágrimas volvieron a inundar mi rostro, el sabor a sal no hizo que parara de llorar pero si que limpiara más a menudo las lágrimas.

-No, no es cierto. Estoy soñando.-Dije desesperada. Intentaba convencerme de una mentira y yo sabía que no funcionaria. No soy tan idiota.

-Lo siento mucho Victoria. -Dijo la enfermera mientras posaba su mano en mi hombro. -Tengo que examinarte...-Dijo con algo de duda. No quería hacerme esto ahora, se le notaba. Pero era su deber y debía dejar que lo hiciera.

Asentí mientras intentaba controlar las ganas de llorar. Limpie mi rostro y me senté, intentando no pensar en Diana. Pero en lo que pensé no me ayudó mucho.

Mi novio no había venido a verme. ¿Es eso todo lo que me quiere?

La enfermera me miró la fiebre, normal. Comprobó que mis sentidos estaban bien y finalmente me sacó sangre.

-Te haré un análisis y hasta que no sepamos los resultados no podrás moverte de aquí.-Dijo con lástima. Yo sólo asentí, no quería hablar. Quería abrir la ventana y dejarme caer...
No Victoria, no puedes pensar en eso. Tienes gente por la que luchar.

Tras las aparienciasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora