Uno se va para que otros lleguen.

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El día parecía ir bien, tenía a Diego junto a mi en el sofá de la sala de ocio mientras veíamos una peli. Nuestras manos estaban entrelazadas, mi cabeza reposaba en su pecho y dejaba besos en ella de vez en cuando.

-Tengo que decirte algo.-Susurró, lo que hizo que lo mirara directamente a los ojos.

-Claro, dime.

-Creo que me gustas.-Dijo con un hilo de voz. Sus mejillas empezaron a ponerse de un color rojo intenso y se formó un nudo en mi estómago. Esto está mal, no puedo hacerle esto. Es demasiado cruel. Pensé, pero mi subconsciente contraatacó. No lo es. Él te hizo daño, y no sólo a ti. Piensa en Sofía.

-A mi también tú. -Besé sus labios y él sonrió en medio del beso.

-Esto es nuevo para mi, así que no me interrumpas.-Susurró con su frente apoyada en la mía. Humedecí mis labios y asentí.-Bien, allá voy.-Suspiró. -Te quiero, Victoria, y quiero que seas la única. -Uau, esto ha ido demasiado rápido. No sé como explicar lo que siento, no creí que fuera capaz de conseguirlo en tan poco tiempo. -¿Qué me dices?-Preguntó al ver que yo no hablaba.

-¿Estás seguro de que lo cumplirás?-Asintió con una sonrisa de niño pequeño que me quebró el alma.-Entonces si.-Susurré intentando ocultar el dolor que sentía al seguir con esto.

Me besó y me sentó a horcajadas sobre él. La sala estaba vacía, pero eso no evitaba que alguien pudiera entrar y nos encontrara en esta posición, no es que me importe ya que así sabrían con quién está Diego, sino que no quiero que Asier entre y nos vea así.

Me bajé de su regazo y me puse de pie abrochándo los botones de mi camisa que Diego había soltado sin que me diera cuenta.

-¿Pasa algo? Si vamos muy deprisa...es que como aquel día...-Estaba demasiado mono para ser verdad. El nerviosismo que mostraba lo hacía ver como un niño dulce e indefenso y de verdad que no me apetece dañar a un niño, pero debo hacerlo, ¿verdad?

-Tranquilo, es sólo que no quiero hacerlo aquí.-Sonreí y él suspiró.

-Yo...quería explicarte varias cosas para que no pienses lo que no es...

-Claro, te escucho.-Volví a sentarme a su lado y apoyé mi cara en su hombro mientras lo miraba.

-No quería violarte, no quería, de verdad.-Acarició su pelo con frustración.-Es sólo que..bueno, no estaba completamente consciente. He pasado por situaciones que me han hecho mal y encontré refugios peores. No sé si me entiendes...es demasiado difícil.-Suspiró de nuevo y escondió su cara en sus manos. Yo las separé y le miré directo a los ojos para que él también lo hiciera.

-No tengas miedo y dime lo que debas decirme. No quiero que te sientas presionado, estoy contigo y no quiero verte mal.-Aunque en realidad no esté con él, o no como cree, no quiero verle mal. Sé que no debo flaquear pero tampoco quiero hacer que su vida sea una mierda cada segundo que dure.

-Gracias Vicky. Mira, pasaron demasiadas cosas malas y no las supe afrontar, no como Asier. No soy tan fuerte. Mi refugio no fue el gimnasio como el suyo, mi refugio fueron las drogas. Me sentía bien cuando las tomaba y bueno no he podido dejarlas. Lo intento. De verdad que lo intento...pero cuando recibo golpes duros no puedo controlarlo. Si algo me recuerda a ella, yo...

-Espera. ¿A ella?

-Si, a ella. Murió. Murió por mi culpa. Por la culpa de Asier.-Su tono cada vez era más bajo y con cada palabra una lágrima recorría su mejilla.

-No llores, por favor. No lo hagas.-Limpié sus lágrimas y besé sus labios fugazmente.-No eres culpable de nada, Asier tampoco. Son cosas que no pueden evitarse, mi tía solía decir que uno se va para que otros lleguen. Cuando ella se fue tú y tu hermano llegaron a mi vida.-Sonreí con nostalgia al recordarla.

Tras las aparienciasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora