Capítulo 2

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Las ventanas que dejé abiertas la noche anterior permitían que los pálidos rayos del sol iluminaran la habitación. La cálida brisa que dejaban los últimos días de agosto causó que un escalofrío recorriera mi cuerpo. Tomé mis sábanas y me tapé hasta el cuello para dormir un poco más.

Cuando por fin desperté, me sentía sudorosa; había soñado algo muy extraño. Soñé que un perro me perseguía por unas calles vacías y que, en algún momento de la persecución, terminaba acorralada en un callejón. A causa de ello, el perro me mordía en el trasero. Si me ponía a pensar en ello ahora, fue un sueño sumamente estúpido.

Dejando a un lado los recuerdos de aquel sueño sin sentido, contemplé la hora en el reloj que dejé ayer en la mesita de noche junto a mi cama.

10:00 AM.

Ya era hora de ponerme en marcha. Encendí mi ordenador portátil y elegí mi lista de reproducción favorita, la que escucho todo el tiempo. En ella había canciones de todo tipo, desde rock hasta pop. La música inundó el lugar. "Out of My League" de Fitz and the Tantrums comenzó a sonar. Fue la primera canción que sonó por los pequeños parlantes que traje conmigo de casa y que conecto siempre a mi computadora para escuchar mejor. Canté toda la canción mientras desempacaba lo que me faltaba.

Queriendo bañarme, saqué una toalla de mi clóset y me adentré al pequeño baño para tomar una ducha de agua fría. Muy pocas veces me duchaba con agua caliente; era una manía que tenía desde pequeña.

En la ducha, froté mi cabello y cuerpo lo más que pude para quitar todo el sudor que adquirí mientras limpiaba. Al salir, me sequé con la toalla y me puse mi ropa interior. Salí del cuarto de baño y escogí unos vaqueros algo holgados y un jersey color azul.

Acababa de ponerme el pantalón cuando la puerta se abrió de golpe, dejando ver a un chico que me miraba con ojos sorprendidos.

Era muy alto, mucho más alto que yo, a pesar de que no soy baja, pues mido 1,70 m. Me superaba por al menos una cabeza. Tenía un cuerpo esbelto, aunque no excesivamente musculoso; su abdomen se marcaba bajo la camisa y su espalda era ancha. Sus ojos, de un azul celeste intenso, resaltaban en su rostro. Su cabello era una mezcla entre dorado y castaño claro, y sus delgados labios se curvaban en una sonrisa pícara.

El chico en cuestión arqueó una de sus gruesas cejas; una sonrisa burlona se formó en sus labios. El intruso se aclaró la garganta. Ese chico irradiaba un aura de sensualidad muy fuerte.

¿Los chicos las prefieren delgadas?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora