Capítulo 6

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Ya estaba lista para salir. Hoy comprobaría mis horarios y luego, seguiría conociendo la ciudad y el campus.

—¡Joder! ¿Cuánto tiempo piensas quedarte en el baño? —Chilló Sasha del otro lado de la puerta—. Sal de ahí ahora, necesito hacer pis.

Qué chica tan maleducada, ni en las mañanas es algo amable. Al parecer, es típico en ella ser un ogro con los demás. Me lavé los dientes y abrí la puerta. Sasha, con una apariencia un poco desaliñada, el cabello enmarañado y ojeras bajo sus ojos, me fulminaba con la mirada desde el otro lado.

—Pensé que tendría que sacar tu gordo trasero de un golpe—. Habló muy bajito para que solo yo pudiera oírla mientras pasaba por mi lado, golpeándome con su hombro y apartándome para poder cerrarme la puerta en la cara.

¿Pero qué demonios le pasa a ella? ¿Qué se creía para tratarme así?

Suspiré y contando hasta diez, me intenté contener para no abrir la puerta y agarrarla del cabello. Yo no era una persona agresiva, sin embargo, ella lograba hacerme enojar tanto que muchas veces pensaba en golpear su estúpida cara. Sasha sacaba mi lado salvaje en segundos.

Vivir con ella era tan complicado.

Negado con la cabeza, me trasladé hasta mi cama y me tumbé boca abajo enterrando mi rostro en la almohada. Tendría que esperar un poco más para salir del dormitorio

—¿De dónde eres? — Su pregunta me tomó desprevenida. No pensé que Gabriel estaba despierto y menos que me haría conversa.

La apariencia desaliñada de hace un rato, desapareció por completo. Su cabello se encontraba en perfectas condiciones y su ropa lucia presentable.

—Soy de Portland— Respondí sacando mi cara de la almohada para que pudiera comprender mi respuesta— ¿tú de dónde eres? —Lo cuestioné dándome el lujo de mirar sus ojos por unos segundos.

—Nací en Seattle, pero me crie en Nashville—. Sonrió. Gabriel se sentó en la silla del escritorio de Sasha y esta vez quedamos frente a frente.

Nashville es una ciudad muy linda y llena de entretenimiento. Lo sabía, ya que fui ahí gracias a una reunión del club de debate de la escuela.

—No tienes acento de sureño—. Comenté en voz alta, sin querer. Me ruboricé al ver que Gabriel soltó una carcajada

—Soy muy bueno con los acentos, puedo interpretar varios. Por eso no se me nota que tengo acento sureño.

Por supuesto, siendo un actor debe manejar los acentos a la perfección.

—¿Cuántos años tienes? —. Me atreví a preguntar.

Ya que estábamos interrogándonos, no era pecado querer conocer algo más sobre él, ¿cierto?

Su sonrisa se ensanchó—. Tengo 21 ¿y tú?

Es joven.

Y guapo.

—Tengo 18 años.

—No aparentas 18, te ves un poco mayor—. Comentó Gabriel.

¿Eso era bueno o era malo?

—¿Me acabas de decir vieja indirectamente? —Aparente seriedad, por dentro estaba que me moría de risa.

Gabriel se sonrojó un poco, abrió la boca varias veces, no obstante, la cerró de nuevo.

—No quise dar a entender eso—Comentó apenado. No aguante más y solté una carcajada—¡Oh, eres mala! Realmente creí que te había molestado mi comentario.

¿Los chicos las prefieren delgadas?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora