De ricos es ser indiferente y egoísta; ser feliz pero muy serio y estirado; ser derrochador y nada trabajador.
De pobres es ser desinteresado y empático; ser desdichado pero sonreír y positivo; ser tacaño y muy trabajador.
¿Cuántos de estos estigmas...
Habían pasado varios días; días repletos de gente a su alrededor gritando, enfadada y armando planes destructivos hacia el bando contrario.
Mientras Jennie dormía escasas horas e iba seguido al almacén para hablar con su primo sobre el último golpe y JungKook lloraba siendo contenido por los que un día fueron sus acosadores.
Esos chicos del norte, Kai, Taemin, Lucas, Ten, Mark, Taeyong y Baek, habían aportado ideas y datos importantes para la guerra final. Esos chicos habían sido acogidos como gente del sur y habían puesto esfuerzo por ser cercanos a Jeon, este los había aceptado pues tenía un corazón muy grande y podía percibir su cambio leal con la causa.
Como cada noche, desde hacía prácticamente una semana, Jennie se había quedado a solas en el despacho de RspMon después de que Jisoo quisiera estar con ella pero no le dejara. Aquella cara camisa Gucci que TaeHyung le dió a los inicios de su tempestuosa relación la portaba como un amuleto, para recordarlo más si era posible.
Todos, incluso los que no tenían a la peliengra en especial estima, estaban preocupados por ella. Sus llantos se escuchaban cada noche al cerrar las reuniones diarias.
Jennie sentía un dolor intenso, uno que le hacía creer que realmente los corazones podían romperse en miles de pedazos. TaeHyung no respondía sus mensajes o llamadas, Jimin iba a mitad de tarde todos los días para estar con JungKook y nunca podía darle información del pelinegro.
Jennie comenzaba a dudar, estaba temiendo haber sido estafada y engañada por el que ella consideraba el amor de su vida.
Así era en los momentos débiles, como aquel en el que se dejaba deshacer su dolor en lágrimas. Pero entre el dolor siempre brillaba la ilusión y esperanza de que su Tete volvería con ella. Ansiaba el momento en que su cabello azabache rizado, su sonrisa cuadrada y porte elegante cruzada el umbral de la puerta.
Pero por sexta noche consecutiva, aquello no ocurrió.
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TaeHyung jugaba a ordenar sus pinturas por gamas de colores correlativas. Su mente tratando de concentrarse en ello y no en el lío formado en su cabeza.
Una semana, siete días desde el caos en su casa y aún quedaban rastros de la pelea en su sala de fiestas. El agua de su piscina siempre fue un bálsamo para sus inseguridades y dolores, ahora solo le causaba más pena.
La puerta de su cuarto fue golpeada con delicadeza. Este fue a abrir pues no quería ceder su espacio a nadie, su desastre de cuarto cuando lo destrozaban en sus arrebatos de ira.
-Buenos días TaeHyung. -La sonrisa que su madrastra le regaló fue ignorada por completo.
-¿Qué pasa? -Preguntó distante, ni si quiera se había quitado el pijama ese día. Estaba agotado de haber tenido cada día un reunión con traje y caras largas en las que tuvo que denigrar y hablar sobre los del sur con su padre y otros miembros importantes del norte.
