Capitulo 17

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Todo fue caótico una vez que llegó el mensajero.

Estaba exhausto, con bolsas debajo de los ojos y sangre salpicando su ropa.

Decir que asustó a la gente dentro de los muros era quedarse corto.

Erwin lo había conocido, y la noticia del ataque al torreón se extendió como la pólvora.

Ahora, Mikasa estaba llevando a su caballo al límite. Cabalgando rápido por las llanuras. El ataque al torreón le desgarró las entrañas, volteándolas sin cesar. Quería vomitar.

Eren, Armin y Tauriel estaban allí. Tenían que estar bien.

Ellos tenían que estarlo.

Mikasa empujó a su caballo y este golpeó más rápido. Todo la legión de reconocimiento viajaba rápido, los sonidos colectivos de las pesuñas golpeando sonaban como un trueno.

Lo único en la mente de Mikasa eran sus seres queridos.

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El mensajero los había conducido a la casa de seguridad de respaldo de la legión de reconocimiento. Estaba a cuatro horas de la fortaleza, pero el mensajero había dicho que los que escaparon vinieron aquí por orden de Levi.

Mikasa, por supuesto, lo interrogaba interminablemente sobre Eren, Armin y Tauriel.

Él respondió que Eren los ayudó a escapar, dejando que los soldados se engancharan a él en su forma de titán y corrieran en la dirección en la que Levi lo llevó. Mikasa estaba agradecida de que Eren no tratara de luchar como solía hacerlo, y en su lugar eligió una forma de salvar a la mayoría de la gente. Aparentemente había un titán que era más fuerte que el resto, y Mikasa no estaba segura de cómo se sentía acerca de que Eren se enfrentara a él.

El mensajero admitió que no sabía nada de Armin o Tauriel, pero que Levi podría saberlo.

Eso no alivió su corazón en absoluto.

Cuando finalmente llegaron a los terrenos seguros, Mikasa ni siquiera esperó a que su caballo se detuviera para bajar. Simplemente saltó y corrió hacia la cabaña gigante.

-¡Mikasa!- Hanji llamó, pero ella no miró hacia atrás ni se detuvo.

Irrumpió a través de la puerta, sorprendiendo a un soldado que caminaba por el pasillo con un ungüento, y una mirada los hizo señalar en la dirección del paradero de Eren.

Corrió a su habitación, evitando con cuidado a los soldados que entraba y salía de las habitaciones ayudando a los otros soldados.

Una parte de la mente de Mikasa se sorprendió. El aire estaba muerto. En silencio. Como si los acontecimientos del día hubieran dejado a todos demasiado traumatizados como para siquiera hablar.

El ataque debe haber tomado a todos desprevenidos, y Mikasa ni siquiera tuvo que preguntarse si todos los que estaban aquí, los que sobrevivieron, experimentaron algún tipo de horror, ya sea al ver morir a sus amigos o casi muriendo ellos mismos.

Mikasa entró en la habitación en la que estaba Eren, y prácticamente se arrodilló al ver a Armin junto a su cama.

-Estás vivo- Mikasa exhaló, acercándose a él.

Armin sonrió, levantándose y encontrando el abrazo de Mikasa -Sí-

Mikasa lo apretó con más fuerza, inhalando el familiar aroma de la infancia que era Armin, antes de retirarse. Miró a Eren, que yacía dormido, su pecho subía y bajaba en un patrón rítmico. Todavía tenía las marcas de carne de los accesorios de piel de titán alrededor de sus ojos, pero se estaban desvaneciendo.

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