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Jinyoung pasaba de calles laterales a callejones traseros, tratando de evitar a la gente. El silencio era inquietante, forzándolo a cuestionarse la lógica de caminar por áreas sin nadie al rededor.
¿Cómo había pasado esto? ¿Cuándo se hundió tanto que terminó sin hogar?
Tal vez siempre estuvo destinado a estar solo.
Jinyoung recordó como había empezado todo. La respuesta era simple. Él estaba maldito, nació con mala suerte, una oscura nube mortal flotando sobre su cabeza. Una explicación simple para todo lo que había salido mal en su vida. Las señales estaban ahí.
Comenzó el día en que nació, sus primeras respiraciones llegaron cuando su madre tomaba las últimas, resultado de un parto complicado. Si eso no era suficientemente malo, dos meses después, su padre resbaló del tejado, abriéndose el cráneo. A la madura edad de dos meses estaba huérfano. Esa fue la primera vez que se encontró solo en el mundo.
Si no hubiera sido por la madre de su padre, nunca hubiera sabido lo que significaba tener una familia. Su abuela aceptó oficialmente la responsabilidad y lo adoptó formalmente en su segundo cumpleaños. Ella era la mejor, lo amaba y renunció a todo para cuidar de él.
En ese tiempo, vivió feliz en el apartamento de una habitación que ella alquilaba por una renta fija. Era pequeño, pero no importaba. Amaba a la anciana.
Eso fue lo que la mató. Ella lo amaba. Fue así de simple. Hizo todo lo que pudo para darle una buena vida. Estaba tratando de hacer eso el día que murió. Su antiguo psicólogo, ahora fallecido, trató de convencerlo de que no era su culpa, pero él se culpaba a sí mismo. Ellos iban conduciendo en una tormenta de nieve por su causa.
Estaba enfermo y su abuela lo quería sano. Llamó al médico y concertó una cita para esa tarde. El viaje lo dejó en el hospital con una clavícula fracturada y el inicio de una neumonía, y su abuela terminó en una tumba. Tenía once años y estaba solo de nuevo.
Sentado durante el funeral de su abuela, había tomado la decisión de vivir solo. Se negó a permitir que nadie se preocupara por él. A cambio, nunca dejó a nadie entrar en su corazón. Que alguien lo amara o que él amara a alguien era tóxico. Fue una promesa difícil de mantener.
Mirando atrás, hizo esa promesa para castigarse, pero cuando un par de veces falló en mantenerla y cada una de esas veces alguien había muerto, se consolidó la idea de que estaba maldito.
Pensó que había tenido éxito cuando en su cumpleaños dieciocho, sus padres adoptivos en ese momento, dejaron sus maletas en la acera después de cambiar las cerraduras. Eran buenas personas que trataron de amarlo, pero Jinyoung sabía que eso significaría su muerte, así que los empujó lo suficiente para mantenerlos lejos. Cuando decidieron rendirse, él estaba feliz, no triste, porque había salvado sus vidas. En este punto, ya había planeado vivir solo el resto de su vida.
Nunca pensó en encontrarse en la calle. Eso era nuevo. En el Vortex dos meses atrás, descubrió algo incluso más aterrador sobre sí mismo. La gente moría a su alrededor. La gente no tenía que amarlo. Podían morir solo por estar cerca. Eso lo dejó en las calles, roto y sin hogar, con todo el día y la noche para obsesionarse con el pasado. A veces no quería otra cosa más que arrastrarse hasta un agujero y dormir hasta que la pesadilla terminara.
Jinyoung sacudió la cabeza para aclarar sus pensamientos. Odiaba cuando su mente tomaba un camino deprimente. Apresuró el paso mientras caminaba por un callejón desierto. Siempre recordaba el pasado cuando se equivocaba, y esta vez la había jodido a lo grande, no había otra manera de decirlo. Los últimos dos meses pasó desapercibido. Nadie lo miró dos veces. Después de salir del Vortex esa noche, se encerró en un baño del metro y durmió. Quería salir de la ciudad, pero no tenía suficiente dinero, por lo que estaba atascado. Así, comenzó su vida en las calles.