2. Golden

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El sonido del viejo reloj se escuchó como un eco lejano en la mente de la pareja preocupada en otros asuntos.

—¿A-aquí?, ¿en la universidad? —Fue lo que pudo murmurar con voz tenue.

—¿O prefieres ir a las clases de lengua y descubrir nuevas formas de gemir mi nombre mientras el profesor ve cómo disfrutas tragándote toda mi polla? —Una ladina sonrisa se instaló en su rostro dominado por la lujuria, mostrando un sutil hueco en la comisura de la misma.

Temo se ruborizó a más no poder y abrió los ojos demasiado avergonzado. Su corazón latió deprisa, casi podría haberse escuchado en toda la sala. Apretó las mangas de su suéter en tonos rosa pastel, una talla visiblemente más grande, y respondió nervioso.

—N-no, yo no quiero eso. —Su voz sonando un tono más agudo estremeció a Aristóteles, lo que hizo aumentar su miembro aún libre y erecto.

Su omega era tan inocente.

Con un orgullo digno de un alfa Aristóteles rodeó su erección con una mano y con la otra le indicó al menor que se acercara, el cual obedeció sin dudar.

—Jamás lo haría. No dejaré que nadie además de mí te vea así. ¿Lo entiendes?

Temo asintió.

—Dilo. —La voz de alfa se hizo presente, dominando y alterando los sentidos del más débil.

—S-sí alfa. Soy tuyo.

El omega se armó de valor y con algo de esfuerzo alcanzó los labios de Aristóteles. Depositó un tierno y corto beso de ojos cerrados para después apartarse con un brillo único. El alfa reclamó por más.

—¿Alguna vez habías besado a alguien Temo?

Acarició sus sedosos cabellos y el nombrado negó a través de los toques placenteros.

—Eres el primero —ronroneó apoyándose en la palma y mirando con puro anhelo.

—Me gusta cómo suena eso.

Aristóteles acortó la distancia una vez más, besando y degustando los labios ajenos. Las lenguas danzaban y se fusionaban en un ritmo acompasado, casi salvaje. El omega lo vivió con tanta intensidad que necesitó sostenerse de los anchos hombros del más alto para no caer. En ese momento sus miembros rozaron causando un claro jadeo por parte ambos. Mientras Temo notaba como su propio lubricante natural no dejaba de gotear por sus piernas.

Se separaron cuando el omega en un acto inesperado tomó la iniciativa, sosteniendo entre sus finos dedos el gran trozo de carne y masajeándolo ingenuamente.

—Temo, bebé —jadeó—, no tienes que hacerlo si no quieres.

A pesar de desearlo conocía el carácter tímido del niño y no quería obligarle a nada que pudiera incomodarlo.

—No, lo he prometido y lo haré —sentenció con firmeza, no se echaría atrás por más vergonzoso que fuera.

Antes de que Aristóteles pudiera discutir su argumento se arrodilló frente a la erección y le dio una rápida lamida con su aterciopelada lengua, acallando de esa forma cualquier duda existencial. Estaba caliente y tenía un sabor extraño, pero le gustó. Por curiosidad y deseo engulló hasta lo que pudo evitando rozar con sus dientes, tal y como había leído en internet. El resto que no se pudo introducir lo acarició con su palma.

El alfa gruñó complacido ante esa acción. Parecía gustarle así que continuó. Lo deslizó fuera y adentro otra vez ganándose un nuevo jadeo, más fuerte que el anterior, y una mano grande sobre su nuca. Lo sacó del todo, dejando que un tentador hilo de saliva lo uniera todavía a su anatomía, aún sostenida por su delgada mano.

—Oh joder bebé —rugió.

—¿Lo estoy haciendo bien? —Casi pudo haberse corrido cuando hizo aquella pregunta, situando en un ágil movimiento su empapada polla sobre las rojizas mejillas.

Sus ojos se encontraron. Temo le observaba con un exquisito destello miel, ligeramente nublado por el placer y con su flequillo, antes ordenado, totalmente revuelto. Definitivamente perfecto. Sus colmillos comenzaron a cosquillear ansiosos por dejar su marca en la nuca de aquel omega; solo en la de él. Pero aún no lo haría, no hasta que estuviera listo.

—Sigue —demandó echando hacia atrás su cabeza. Tan autoritario que Temo lo adoraba.

El aludido obedeció introduciendo más de la mitad en su cálida abertura, envolviendo y balanceando la erección en un vaivén ensayado. Sin saber dónde era correcto apoyarse se decidió por dejar su manita ligeramente escondida por la manga sobre la cadera del alfa, quién aceptando gustoso aquel toque acariciaba los sedosos cabellos castaños.

—Mierda Temo eres bueno —dijo comenzando a menear sus propias caderas con sutileza—. No me puedo creer que no hayas hecho esto nunca.

El menor aumentó el ritmo de su mano, reconociendo en la intensidad de sus jadeos su desesperación por terminar. Se alejó un poco, pero no lo suficiente para que su aliento no chocará con la mojada polla y suplicó.

—Alfa córrete para mí.

Recorrió la punta de su lengua por toda la longitud, continuando el movimiento incesante de su mano. Y con eso fue suficiente para que el alfa liberara su orgasmo en el rostro femenino.

Sus respiraciones alteradas eran lo único que se escuchaba en la sala hasta que, una vez recuperado del glorioso placer, el alfa decidió romper el silencio.

—Ven aquí cielo —demandó.

Temo asintió y con algo de esfuerzo se reincorporó, sus rodillas temblando le insinuaron lo real que había sido la situación.

—¿Te ha gustado Ari? —cuestionó de manera inocente, llevando uno de sus dedos a su rostro y limpiándose los restos del fluido para acto seguido degustar el sabor delicioso.

—Tú... vas a hacer que te viole jodido omega coqueto —el más pequeño ladeó la cabeza dudoso—. Olvídalo. Vamos a mi casa.

Tras decir eso escondió sus orgullosos veintitrés centímetros de largo y tres dedos de ancho ya dormidos dentro de sus pantalones.

—¿Y las clases? —Por mucho que quisiera era incapaz de cometer una infracción en su destacable expediente académico.

—No te preocupes a mi padre no le importará.

Si su padre así lo quería su falta no aparecería registrada, lo que era una clara ventaja. Entonces Temo aceptó convencido, siguiendo al alfa hasta la moto que los llevaría a su destino.

No quiero irme a casa sin ti | Aristemo |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora