Whore

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Al principio le costó mucho acostumbrarse, pero con el tiempo comenzó a gozar de su trabajo más de lo que pudo haber imaginado, ganaba más que suficiente para pagar sus cuentas y el alquiler, incluso podía enviarle dinero a su madre y ayudarle con su pequeño hermano.

Con 25 años podía decir con orgullo que era un trabajador sexual con muy buena situación. Sabía que en el mundo en donde se había metido había corrido con suerte, vio a muchos de sus compañeros desistir, ser violados, brutalmente golpeados e incluso muertos a manos de algún borracho o drogadicto que se pasaba de los límites.

Pero él, por fortuna, no había tenido que lidiar con nada más que un par de tipos que intentaron irse sin pagar o con gente de fetiches raros.

—Ruby— escuchó a su jefe mientras se arreglaba en el camerino destinado a ellos—, tienes un cliente nuevo.

Rezaba que aquella noche fuese igual a las demás y que no fuera su última.

Asintió con su cabeza y arregló su sensual cabello rojo, de ahí su nombre, pues era una idiotez extrema usar su nombre real.

Buscó entre sus cosas su antifaz, ese que hacía juego con sus medias de liga y su corsé negro, rompía todo color uniforme con una sensual tanga del mismo color de su cabello y calzaba sus botas altas hechas a la medida.

Se miró al espejo por última vez antes de salir y prepararse para lo que venía.

—Hola, cariño... ¿Qué gustas hoy?— entró con su mejor caminata, tal como le habían enseñado las mejores.

No solía admirar a sus clientes, pero con aquel hombre podría hacer la excepción.

No pasaría los 30 años, de eso estaba seguro, creía que podría ser algún empresario por su forma de vestir tan elegante, o quizá algún homosexual reprimido como siempre veía, podía notar que en su cuello tenía un escorpión tatuado, pues se podía ver más arriba del cuello de la camisa que parecía ser fina.

Se fijó en su rostro, una mirada que lo hacía sentir vulnerable y desnudado por aquellos ojos de un color imperceptible por las luces de neón del cuarto, y aquella sonrisa gritaba lujuria.

Definitivamente, haría que el precio de su culo valiese la pena.

Muy pocas veces había dado un servicio como el que pensaba ofrecer a aquel chico, sobretodo porque estaba dispuesto a ser más que complaciente aquella noche.

Fue a sentarse a horcajadas sobre él, poniendo sus piernas al rededor de las caderas del hombre que automáticamente dejó caer sus manos sobre ellas.

—¿Qué es lo mejor que tienes? El dinero no es problema...

—Ruby— contestó la pregunta no formulada— si es así, entonces obtendrás el mejor trato— le dedicó una sonrisa sensual y comenzó a desabotonar su camisa.

—Puedes escoger cualquier cosa, satisfaré cualquiera de tus deseos esta noche...— continuó, mostrando un armario tras él.

—Trae las esposas— la voz de aquel hombre lo ponía duro, desde la primera palabra la había escuchado muy sexy y no podía esperar a escucharlo gemir gracias a sus habilidades.

No dudó ni un segundo, él era del tipo de clientes que prefería, así que con toda la sensualidad que podía expresar con su cuerpo, se levantó y movió las caderas rumbo al armario donde guardaba todos sus juguetes.

—¿Cuáles quieres, cariño?— preguntó levantando unas esposas de metal y unas con peluche color rosa, supuso que serían las rosas, pero deseaba que escogiera las primeras.

Call me daddyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora