Cuando James se despertó a la mañana siguiente de la tormenta, no recordaba mucho de lo que había sucedido la noche anterior de inmediato, pero al encontrar a Renata dormida contra su hombro y a Harry despatarrado en el regazo de ambos, los recuerdos empezaron a inundar su memoria. De repente, su pecho se vio invadido por una sensación de calor que lo dejó en un estado de relajación tal que casi podría haberse quedado dormido de nuevo. Renata y Harry parecían tan tranquilos mientras dormían que él tenía miedo de respirar, y mucho menos de moverse por temor a despertarlos.
La noche anterior había resultado ser realmente muy divertida, ya que se habían entretenido con la idea de Renata de las marionetas de sombra y la extraordinaria actuación de Harry. Ni en un millón de años a James se le habría ocurrido hacer una cosa así para que Harry superara su miedo a las tormentas, y por eso estaba tan agradecido de tener a Renata cerca. Hasta ahora, ella siempre parecía saber qué hacer, incluso en situaciones altamente estresantes y eso siempre lo dejaba más que impresionado. Pero también lo dejaba mal porque James sentía que a veces era prácticamente inútil en las situaciones.
Quería ser de más ayuda, no sólo para Harry, sino también para Renata, ya que ella se había hecho cargo sin rechistar. Era capaz de hacer más, lo sabía muy bien. La guerra había destrozado gran parte de su naturaleza confiada, pero en el transcurso de permitirse dar un paso atrás y reevaluar todo, James se estaba reencontrando a sí mismo. Había una parte de él que recordaba lo confiado que había sido en Hogwarts, hasta el punto de que había llegado a ser pura arrogancia. No quería volver a ese nivel, pero quería ser capaz de mirarse al espejo y estar orgulloso de la persona que le miraba.
Cuando surgía una situación que requería una acción rápida, no quería que todo dependiera únicamente de la rapidez de pensamiento de Renata, quería ser capaz de lanzarse a resolver el problema por sí mismo o al menos ayudar. Sin embargo, James tenía que recordarse a sí mismo que no era imposible, que estaba volviendo a ser el antiguo James, sólo que le estaba llevando tiempo.
Durante el primer año después de la muerte de Lily, no hizo ningún tipo de progreso, de hecho, todo parecía haber terminado ya que estaba atascado en un estado de dolor. No podía pensar en nada más que en cómo había fallado a tantas personas a la vez, pero estaba aprendiendo desde que Renata había llegado a sus vidas que no era su culpa. Por desgracia, la vida había repartido una carta cruel a la familia Potter y la había jugado de la manera más devastadora. El hecho de que hubiera sobrevivido y de que estuviera ahí para Harry era algo que Renata quería que apreciara, no que viviera en el sentido del arrepentimiento.
Le estaba mostrando que aunque Lily muriera, él no murió con ella.
Claro, la echaba mucho de menos y una parte de él siempre iba a echar de menos a la primera mujer de la que se había enamorado. Lily era la madre de su único hijo, alguien a quien había deseado obsesivamente desde que era un niño y la amaba, incluso en la muerte. Pero James Potter no estaba muerto y cada día aprendía que había muchas razones para seguir viviendo.