Después de un largo día leyendo, apoyó sus anteojos sobre la tapa del libro que acababa de cerrar.
Tôru echó su cabeza hacia atras, inspirando con fuerza y llenándose del abundante olor a café del lugar. Fijó su mirada en la tenue luz anaranjada que yacía sobre su mesa.
Aquella siempre había sido su cafetería favorita en toda la prefectura. Al estar ubicada en una esquina, él podía sentarse en su lugar preferido-junto a la ventada que daba a la avenida más concurrida- y leer con la compañía de los sonidos callejeros amortiguados por el grueso cristal que lo separaba de ellos.
Aunque, por qué negarlo, la terraza de ese lugar también era una de sus ubicaciones favoritas.Tras observar el cielo violáceo, decidió que ya era hora de dejar aquel cómodo asiento de cuerina. Guardó su libro y anteojos en un modesto morral que colgaba de su hombro y se envolvió cuello y menton con su vieja y adorada bufanda gris.
Llamó mediante señas a una empleada y pagó cortésmente los gastos de su consumo allí para así emprender su viaje a casa.El cambio de temperaturas lo mareó ligeramente al salir, nada que no pudiera superar. Llevó sus manos ya entumecidas a los bolsillos, y exhaló dejando que el vaho se manifestase fuera de su boca.
Pasos ligeros y de corto sonar acompañaban sus pensamientos, quienes se ocupaban de traer memorias de algunos años atras. Su adolescencia había sido una mezcla de emociones fuertes y momentos inolvidables gracias al vóley, y ahora aquí estaba de vuelta. En Miyagi, para completar sus estudios académicos mientras tomaba un descanso del mundo del deporte y, de paso, recuperarse de su lesión de la rodilla. Curiosamente, esto le generó nostalgia.El reconfortante ambiente cálido que había anhelado tanto durante los veinte minutos de caminata en el frío lo recibió en la entrada de su apartamento, provocándole paz.
Iwaizumi había prometido llamar, como siempre lo hacía. Ya era una tradición la charla nocturna de ambos. Sin importar que durara dos minutos o dos horas, cada noche y sin falta realizaban esa llamada.
El silbido del viento se escuchaba gracias a las no muy gruesas paredes, y Tôru recordó que no había sacado la basura.
-Genial -suspiró mientras tomaba la bolsa negra llena de desechos, y pensaba en que tendría que volver a enfrentarse al frío.
Bajó las escaleras con rapidez, y caminó entre maldiciones los metros necesarios para llegar a la vereda en la que estaba el bote de basura. Mientras sus dientes castañeaban, sintió un cosquilleo en la nuca. De manera instintiva volteó.
Dos ojos avellana lo miraban desde la vereda de enfrente, al otro lado de la calle. El individuo sacudió la cabeza en el instante en que cruzaron miradas, y se alejó a paso ligero. Tôru creyó haber experimentado una especie de deja vú. Definitivamente había visto esos ojos antes. Sin embargo, debido a la tenue iluminación de la tarde-noche y el hecho de que esa persona llevaba bufanda y capucha, no pudo ver más que esos irises clavados en él.
Sintiéndose confundido por la extraña sensación familiar, regresó a su apartamento.
Miró el reloj. Pronto serían las ocho, usualmente se dormía a las diez, asi que decidió que lo mejor sería terminar su libro en lo que esperaba la llamada de su amigo, y no pensar en la persona que acababa de ver.
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Formidable
FanfictionDespués de años enfocándose en su carrera deportiva, Tôru Oikawa vuelve a Japón. Kôshi Sugawara lleva una vida aislada a todo lo que fue su adolescencia. Quizas un encuentro refresque a sus corazones. Todos los personajes pertenecen a Furudate Haru...