3. Salvador

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Nuevamente sonaba la campana que adornaba la puerta de madera. Tôru inhaló fuertemente, llenándose del aroma que reinaba en la cafetería.

Se sentó, revista en mano, en la misma mesa que solía elegir y esperó pacientemente a que le trajeran lo que había ordenado en la caja.
El día estaba algo húmedo, y su rodilla lesionada se lo hacía saber.

Fruncía el ceño mirando un artículo acerca de las lesiones y como acelerar su mejoría, cuando un sonido de cristal rompiéndose llegó a sus oídos. Levantó su mirada de la revista y la dirigió hacia el lugar del que había provenido el ruido. La mujer responsable se disculpaba con alguien a quien no llegaba a ver, ya que una columna bloquaba a tal individuo. Dicha persona se agachó a juntar los cristales, y fue ahí cuando Tôru alcanzó a ver una mata de pelo gris plata. Una vez entendida la situación se permitió ignorarla y regresó su atención a la revista. Llegó su té con pan de leche, y se dispuso a disfrutar de tal manjar. La gente iba y venía pero Tôru estaba completamente enfocado en su lectura.

—Te gusta mucho el vóley ¿No? —la voz de la empleada del lugar lo sacó de su lectura.

Levantó la vista hacia ella. Mantenía su mirada en la bandeja mientras recargaba la taza de té. Era una mujer joven de expresión simpática y cabello bastante corto.

—Mi amigo se acaba de ir, pero el y yo jugábamos. Es un deporte hermoso.

—Asi es.

La respuesta de Tôru fue algo seca, pero aun así la joven mantuvo su sonrisa, solo que ahora parecía melancólica. Probablemente se estaba permitiendo recordar aquellos tiempos.

Tôru volvió a lo suyo después de que la empleada se retirara de su lado. La segunda taza de té desaparecía conforme él pasaba las páginas. Mientras, en el exterior, el cielo —que había permanecido gris desde temprano— comenzó a liberar pequeñas gotas de lluvia, que gradualmente se engrosaron. Pasado un rato, decidió retirarse de allí. 

Por suerte, ya había ojeado el clima en las noticias, por lo que llevaba un paraguas consigo. Salio del local y lo abrió de inmediato, protegiendose del agua proveniente del cielo. Estaba a punto de cruzar la calle, cuando divisó a una persona. Frenó en seco.

[...]

Koshi suspiró con exasperación. Su día estaba yendo bastante mal. Casi había llegado tarde al trabajo por quedarse hasta tarde estudiando. Luego de eso, olvidó ponerle azucar a dos cafés que habían sido ordenados bien dulces. Y por si no fuera poco, cuando estaba apunto de retirarse para su receso entre turnos, una mujer rompió una taza justo cuando él pasaba a su lado. Perdió cinco de sus valiosos veinte minutos de descanso por limpiar aquel desastre. Por lo menos no había olvidado su paraguas, el día estaba tan nublado como su mente.

Sin embargo, el colmo de los colmos estaba por llegar. Cruzó la avenida para llegar nuevamente al local, preparándose mentalmente para soportar el siguiente turno. Cuando se disponía a subir el cordón que delimitaba entre la calle y la acera,  sintió cierto peso sobre si mismo. Como si estuviera siendo observado. A causa de esto se detuvo, quedando a unos centímetros de la vía peatonal.

Aquella sensación lo habia distraído, pero antes de poder siquiera confirmarla, un fuerte agarre tiró de su brazo con violencia hacia la vereda, justo antes de que una motocicleta pasara a toda velocidad por donde momentos atrás había estado parado. 

Volteó a ver a quien lo había salvado; ni más ni menos que aquel hombre que había reconocido hacía días.

Era Tôru Oikawa quien estaba frente a él, aún sosteniendo su brazo mientras intentaba recuperar el aliento.

—¿En qué mierda pensabas?

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