-Y de ser posible, intenta convencer a Perro Loco, será divertido, chao -carcajeó maliciosamente antes de colgar.
Estaba de buen humor, de hecho, había tenido una gran semana. Había asistido a todas sus clases por las mañanas, y por las tardes se dedicaba a reunir gente para el gran partido.
Claro que por "gran partido" se refería al enfrentamiento amateur que tendría con Ushijima Wakatoshi y algunos miembros del club de voleyball de su universidad.
Había reunido a algunos de sus viejos compañeros del Seijoh y solo le faltaba un colocador; aún despues de un par de días, la respuesta del Señor Refrescante se hacía esperar. De vez en cuándo, miraba esperanzado la pantalla de su teléfono, con la ilusión de que el otro por fín accediera.
Solo esperaba que el mensaje que le dejó en aquel papel que ató al delantal del chico, le infligiera la suficiente presión para aceptar.
Aquel dia había vuelto a su mesa orgulloso de su creatividad, puesto que ¿Qué manera más original de dejarle su número, que atárselo en su delantal? Sin embargo sus amigos le remarcaron que aquello podría malinterpretarse o confundirse con un coqueteo. Tōru no estaba de acuerdo, seguía pensando que aquello había sido genial.
Dejó la botella de agua a su lado en el banco del parque, y sacó un pañuelo para secar el sudor de su rostro. Era sábado por la tarde, su momento favorito para salir a correr, no tanto por el horario, sino por lo que ocurría durante ese tiempo. Era consiente de que, estuviera dónde está estuviera, los sábados por la tarde eran especiales.
Inspiró con satisfacción, se sentía bien. Había extrañado la paz de la Prefectura Miyagi, el aroma fresco de los campos circundantes, la variedad de sonídos naturales, la familiaridad de la gente, de su gente. Ninguno de los países en los que había estado tenia aquello, o por lo menos no le brindaban aquella sensación de confort.
Su celular, que permanecía en su manos desde la última llamada, se iluminó vibrante, exponiendo el nombre de su mejor amigo.
-Iwa, qué sorpresa -canturreó al atender-. Creí que estarías durmiendo.
-Desperté temprano, aquí son las seis de la mañana, Cabeza de Estropajo -le informó Iwaizumi desde el otro lado de la línea, soltando una risita después por su ocurrente insulto.
-Divertido -respondió apretando los dientes debido al apodo-. Aquí son las cinco del sábado. ¿Cómo va todo?
-Normal, estudiar, trabajar, sobrevivir.
-Que aburrido.
-Apuesto a que te estás diviertiendo allá, huyendo de Ushijima por los pasillos de la universidad -se burló su amigo.
-De hecho, estoy reuniendo gente para jugar un partido contra él -informó con suficiencia.
-¿De verdad? Eres un idiota, Bobokawa. Supera ya esa rivalidad.
-Jamás -exclamó Tōru-. Además lo estoy haciendo bien. Solo me queda por confirmar al Señor Refrescante.
-¿Lo invitaste? -Iwaizumi sonó desconcertado-. Te quejaste de él durante días luego del Torneo de Primavera. En serio, tu rivalidad con Ushiwaka te está volviendo loco.
-Es que se me ocurrió una forma de vencerlo en su elemento, y para eso, necesito un colocador además de mí -rió con maldad, aunque su expresión cambió al recordar algo-. Además, hubieras visto el semblante del pobre, se veía agotado y deprimente. Cada vez que paso por esa cafetería, él está ahí, trabajando.
-Te da pena.
-Un poco, creo que jugar al voleyball le hará bien.
-¿Ahora eres médico y psicólogo?
Carcajeó ante el sarcasmo de su amigo. Continuaron charlando de cosas triviales hasta agotar los temas de conversación. Su amigo le aconsejó que no se ofuscara si perdía con su rival y se despidió alegando que debía ir a trabajar.
El cielo se tornaba de un naranja oscuro, y Tōru emprendió la vuelta a su casa, trotando con moderación. Ahora que lo había mencionado, pensaba en la situación de Sugawara. Se preguntaba así mismo si podría haber soportado no dedicarse al vóley.
¿Podría haberse conformado con un trabajo promedio? No estaba seguro. Pero lo que sí podía afirmar, era que nunca hubiera abandonado el vóley. Aún si su destino no era ser jugador profesional, desde muy joven sabía que aquel deporte jamás lo dejaría.
[]
Lo sorprendió el silencio que reinaba en el lugar. Recinto que años atrás acunara sus entrenamientos después de clases, el gimnasio de Aoba Johsai, ahora contenía las prácticas del actual equipo de la escuela.
Pero a comparación de los recuerdos de su pasado, llenos de risas y bromas, lo unico que ocupaba el espacio sonoro del gimansio eran los chillidos de las zapatillas contra la lustrosa madera del parqué y el sonido hueco y resonanrte de la pelota contra el piso.
Sin embargo, eran interesantes. Su colocador no era un sobresaliente, pero el wing izquierdo tenía madera para ser estrella. Parecía de primero, de segundo, como mucho y llevaba las mangas de su remera desplazadas hacia los hombros, gesto que le recordó a su mejor amigo, provocándole una sonrisa. Por otro lado, tenían un líbero muy inquieto, lo cual les brindaba confiaza en cuanto a alcanzar desvíos.
Pero le causaba escalofríos su forma tan frívola de jugar. No había gestos, no había palabras. Solo jugadores extremadamente individuales organizados por posición, por lo que no daban lugar a jugadas creativas. Aún así, eran efectivos.
Con un poco de imaginación y unidad, serían letales.
Pensó.
Una mano se posó en su hombro, y al voltear, se encontró con el que fuera su entrenador en sus años de secundaria.
-Entrenador -lo saludó sorprendido, realizando una respetuosa reverencia.
-Qué gusto verte por aquí, Tōru -le tendió la mano arrugada con cariño de antaño.
Comenzaron a charlar, y no pudo evitar comentarle su incomodidad respecto de los chicos que ahora practicaban en aquel gimnasio. El entrenador lo escuchó con interés, y cuando hubo concluído la observación, concordó con su antiguo alumno.
-Sí, he visto lo mismo que tú, sin embargo, hace años que ya no dirijo a los alumnos del Seijoh. De hecho, tus kohais fueron el último equipo que entrené -el anciano sonrió con nostalgia.
-¿De verdad? -Tōru se sorprendió.
El entrenador asintió.
-Era mi tiempo de retirarme. Ahora solo permanezco en la escuela como profesor responsable del club. El equipo no tiene entrenador desde el año pasado, y solo hay dos miembros de tercero, no son suficientes para dirigir a todos los chicos.
Tōru iba a responder, pero fue interrumpido por el sonido musical de su teléfono. Lo sacó del bolsillo y miró su pantalla iluminada. "Número desconocido".
-¿Hola? -atendió desconfiado.
-Voy a ir -tardó unos segundos en reconocer aquella voz suave.
Sonrió victorioso, satisfecho. Estaba vez seguro vencería a Ushiwaka. Había aprendido cosas interesantes. Y el Señor Refrescante sería su caballo de batalla.
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¡Capítulo nuevo!
Oikawa es un pesado, nunca lo vas a vencer bro.
¿O si?
Reyna
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Formidable
أدب الهواةDespués de años enfocándose en su carrera deportiva, Tôru Oikawa vuelve a Japón. Kôshi Sugawara lleva una vida aislada a todo lo que fue su adolescencia. Quizas un encuentro refresque a sus corazones. Todos los personajes pertenecen a Furudate Haru...