6. Inmaduro.

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La universidad a la que asistía Oikawa podía denominarse exclusiva. Sobre todo porque la gente que de allí, al ser de mejor posición social, solía ser pretenciosa.

Por un lado, estaba contento; gracias a su esfuerzo y su éxito como jugador de vóley profesional, podía pagarse los estudios en aquella institución de gran nivel. Pero otra parte de él quería gritar cada vez que caminaba por esos pasillos, coincidiendo con personas realmente desagradables.

De hecho, nunca había sentido tanta rabia como cuando se enteró de que un viejo conocido asistía a esa misma universidad.

—Nos reencontramos —fueron las palabras con las que lo sorprendió aquella persona.

—¿Tú? ¡No puede ser! —parecía que el destino estaba en su contra.

Frente a él, yacía Ushijima Wakatoshi.

Obviamente, Tôru reaccionó de la forma mas madura; salió corriendo hacia los sanitarios, y marcó el numero de Iwaizumi.

—Iwaa —se quejó apenas escuchó el "bip" de la llamada atendida—. No puede seeerr...

Lo primero que recibió de Hajime fue una tanda de insultos y reproches.

—Ya lo hablamos, cabeza de canasto lleno de mierda —auch, sí. Esos eran los apodos que su mejor amigo le dedicaba a diario—, no puedes llamar a cualquier hora, son las malditas cuatro de la mañana aquí.

Lejos de disculparse por olvidar el tema de la diferencia horaria, Oikawa continuó con su berrinche.

—¡Iwa, no puede ser! ¡El granjero está aquí, no me deja en paz!

Un chico salió de uno de los cubículos y le dirigió una mirada de lo más extrañada.

—¿Granjero? —la voz ronca de Iwaizumi delataba que había estado durmiendo al recibir dicha llamada—. ¿Hablas de Wakatoshi?

—Si —afirmó Tôru.

—Bueno ¿Qué esperabas? No olvides que él sigue viviendo en Japón. Ahora déjame dormir maldita sea —y sin más, Iwaizumi finalizó la llamada.

Oikawa intentó volver a llamar unas tres veces más, pero la línea no estaba disponible. Hajime había apagado el teléfono.

No, no había superado su rivalidad con "Ushiwaka". Mejor dicho, de aquella rivalidad había nacido cierto rechazo hacia ese joven.

El resto del día se resumió en evitar a toda costa al muchacho. Creía haberlo logrado, pero era solo eso, una creencia.

—¿Necesitas que te lleve? —al finalizar las clases, Ushijima lo había interceptado a unas cuadras de la universidad.

Oikawa soltó una carcajada.

—¿Quieres llevarme en eso? —preguntó entre risas, apuntando la bicicleta sobre la que Ushijima estaba montado. Frenó en seco su diversión, y le dedicó su expresión más desagradable—. Ni lo sueñes.

Y continuó con su caminata. Sin embargo, el otro no se rendía, y se esforzaba por conversar con el, resultándole bastante irritante.

—¿Sabías que la universidad tiene canchas de vóley? —preguntó en un momento, pedaleando a baja velocidad para coincidir con él.

—Duh, obvio que tiene —contestó Oikawa poniendo los ojos en blanco.

—Deberíamos unirnos a los partidos que organizan los fines de semana —propuso sin tapujos el otro—. Ganaríamos sin dudas.

—¿Disculpa? —dijo con gracia—. ¿Ganaríamos? Yo no haría equipo contigo ni aunque estuviera ebrio.

Pasaron alrededor de diez minutos hasta que finalmente se despidió, y Tôru pudo seguir con su camino en paz.

Le apetecía un té. El día estaba frio, excusa perfecta para refugiarse en su cafetería preferida. Sin resistirse en lo absoluto a su antojo, terminó sentado en el asiento de oscuro terciopelo, en su esquina favorita, tomando su té preferido y disfrutando de un exquisito pan de leche.

Se tomó el tiempo de recorrer con la vista el lugar, buscando a alquien en particular. Y efectivamente, lo encontró.

El Señor Refrescante estaba ahí, atendiendo pacientemente a una anciana que no se decidía qué iba a tomar.

Podía notarse la expresión cansada detrás de su sonrisa claramente fingida. 

Continuó su merienda con normalidad, y pagó lo que correspondía, despidiéndose con un asentimiento de cabeza a la mesera.

El viento del exterior lo recibió al salir del acogedor local. Escondió sus manos en los bolsillos y caminó medio metro antes de ser detenido por una mano tirando de su hombro.

—¿Qué? —alcanzó decir, antes de girar en su eje y encontrarse a Sugawara frente a él.

No pudo evitar sonreír con aire superior al notar que no era poca la diferencia en altura.

—Oikawa, hola —lo saludó de manera avergonzada el ex-Karasuno.

—Hola, Señor Ref...

—Por favor —pidió—. No me llames así, me llamo Sugawara, Koshi Sugawara.

—Hola.

Oikawa debía ganar en todo. Eso incluía el cómo dirigirse a las personas. Si no podía llamarlo como quería, entonces directamente no utilizaría nobres ni apodos. Inmaduro, pero no lo podia evitar.

—Escucha, no he podido agradecerte por lo del otro día —Koshi hablaba rápido, nerviosamente—. Me preguntaba si un día de estos quieres salir a comer o a beber...

—No necesitas agradecerme —declaró.

—Sí, lo hago.

—No, no lo necesitas —insistió. 

Y sin dejarlo continuar, le dió la espalda, y retomó su caminata.

—Si llegas a necesitar un favor, cuenta conmigo —Suga gritó desde lejos.

Para cuando Oikawa se volteó, el otro ya no estaba, por segunda vez en el día ponía sus ojos en blanco.

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