4. No mentiras

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— Daniela Calle — grite fuertemente por toda la habitación, muy enojada una vez que me metí en su habitación, ella iba saliendo de bañarse para colmó y una vez más quedé fría al ver su cuerpo desnudo en esta ocasión.
— ¿Qué quieres? — me grito sacándome de mis pensamientos.
— ¿Me puedes explicar qué demonios está pasando?, ¿Cómo que saldré contigo todas las vacaciones?, ¿Para que me quieres? — pelee de nuevo.
— Es tú castigo por ignorame un mes — me dijo literalmente con una mano en la cintura, intentaba enfocarme en su cara pero se me estaba dificultando seriamente.
— ¿Quién demonios te crees?, ¿Qué quieres?, ¿Qué te hice? — le grite mientras me le plantaba de frente.
— Un poco de sinceridad — me contestó, me enoje pero antes de poder seguir peleando, me volvió a besar y volví a caer en pecado, sus labios eran adictivos.

Habían pasado unas semanas desde ese día en la biblioteca y yo estaba demasiado asustada para poder hacer algo, seguí con mis actividades como si nada, pero está inmadura mujer no me hacía las cosas fáciles, siempre terminaba con ella en una situación demasiado incómoda, llena de malos entendidos y momentos que revivían al demonio que vivía en mi cuerpo y se apoderaba de mi mente y lo que Dios y su santidad me exigía al ser ya casi una esposa de Dios pero ella estaba llena de acciones y roces que me hacía olvidar el mundo en el que vivía.
— Entonces el Papá voló por el cielo y mató a todos los demonios que lo rodeaban — escuché a lo lejos.
— El sabe lo que hace — respondí por responder.
— Claro pero sin Iron man y los 20, 000 que trajo de gótica nada pasaría porque sus oraciones fueron fundamentales para que se terminará el hambre mundial y el mal en la tierra — volví a contestar no se qué, estaba demasiado angustiada.
— ¿Qué tienes María José? — me dijo Diana poniéndose frente a mi deteniéndose.
— ¿De que hablas? — le dije por fin poniendo atención a lo que hablaba.
— A esto, llevas más de una semana demasiado perdida y se que es culpa de esa tal Calle porque te estresa y te cansas de más al tener que cuidarla como si fueras su mamá y eso me enoja porque no tienes porque vivir momentos así de incómodos — me acarició el rostro lentamente, delineado mi mejilla hasta casi llegar a mis labios, me sentí ligeramente incómoda, con cuidado de no ser muy brusca me aleje de ella, desde que Daniela se había apropiado de mis labios, todo lo sentía demasiado y a veces me sentía más mal porque ahora de algunas compañeras y alumnas notaba esas miradas raras que Daniela me daba y eso no me gustaba, pero estaba paranoica porque en ese lugar no pasan esas cosas ¿Verdad? estamos en la casa de Dios dónde se forman sus esposas, no es posible ¿o sí?
— Si, estoy cansada pero no pasa nada fuera se lo común y Calle no tiene nada que ver con mi estado de ánimo — me aleje lo más que pude.
— ¿Calle? — me interrogó con la mirada y yo solo me hice la loca. — Le voy a pedir a la hermana Paty que me ceda su tutoría para librarte del trabajo, todo estará bien — me abrazo.
— No es necesario — dije rápidamente, estúpida, pensé para mí misma — por algo Dios me dejó está misión.
— Por eso te admiró por tu amor a Dios, me sorprende que apresar de que somos tan jóvenes nos hayan permitido formar parte de la planta de maestras de las aspirantes — sonrió y comenzó a brincar mientras tarareaba el canto de alabaré.
Suspiré cansada y ya no dije nada más, entramos a la capilla, de nuevo al comenzar el tiempo de cuaresma la oración era más fuerte y la teníamos que hacer más frecuentemente, así que ahora rezabamos por la mañana, a medio día y a las seis de la tarde, hoy tenía ensayo del coro y varias aspirantes querían unirse a nosotras para formar parte del coro oficial aunque todas cantarán en las celebraciones, entre sin mirar a nadie solo veía ese pasillo enorme que en algún momento estaba dispuesta y feliz de caminar pero que ahora me tenía sinceramente mamada, tome mi guitarra de dónde siempre la tenía una hermosa guitarra color café de madera de pino, muy rara que mi mamá me heredó.
— Hermana María José, ellas son las aspirantes — me dijo la hermana Paty sacándome de mis cavilaciones — regrese la mirada a ellas y note a un par de las que me miraban raro entre clases y me incomode pero no dije nada, estábamos por iniciar cuando escuchamos como alguien entraba corriendo a la iglesia, reconocí los paso y con un suspiro fuerte, cansado encare a la dueña de esos pasos.
— ¿Qué necesita Daniela? — preguntó Paty enojada por su manera de entrar.
— Se me hizo tarde para poder iniciar en el coro, la hermana María José me ha hecho entrar en razón sobre el considerar creer en Dios, porque es bueno y quiero conocerlo — dijo sin quitarme la mirada de encima, sonrió como haciéndome saber que no creía nada de eso pero al ser una actividad que ocupaba mucho de mi tiempo en dónde no podía decir nada de lo que pasaba entre nosotras me  sentía muy enojada con ella pero más conmigo misma porque una parte de mi estaba muy contenta de poderla escuchar cantar.
— Bueno, comencemos — dijo muy alegre la superiora — sabía que podía confiar en tí, después de todo eres hermana del padre Alejo — remato, suspiré enojada pero comencé el canto.

Hazme un instrumento de tu paz, dónde haya odio lleve yo tu amor,.dónde haya injuria tu perdón señor, dónde haya duda de en ti....

Después de las dos horas más incómodas de mi vida salí de ahí enojada hacía mi habitación, teníamos un descanso del día de una hora y necesitaba pensar, no hable con nadie solo me fui, estaba terminando de subir las escaleras cuando sentí como me empujaron hacia la pared con fuerza, quedé frente a Daniela que me veía no se cómo, pero antes de poder reclamarme me beso y volví a caer, sentir sus labios por segunda vez me hizo perder el suelo, literalmente, terminamos arrodilladas en el suelo besándonos con ganas, con ansías, no supe cuánto tiempo pasamos ahí besándonos, nos separamos por falta de aire.
— Eres muy guapa y buena besadora María José — dejo un pico más en mis labios.
— Esto no puede seguir pasando Daniela Calle — me levanté del suelo y corrí a encerrarme a mi habitación asustada, por lo que sentí y como no podía sacarla de mi mente.
— María José, no te asustes, es normal sentirse así — me dijo del otro lado de la puerta.
— No me digas nada y largo de acá — le grite.
— Cuando quieras hablar aquí voy a estar.
No le contesté solo la ignore y me metí debajo de mis cobijas muy molesta y asustada, después de eso pese a estar juntas todo el tiempo la ignoraba  y  hoy había recibido un ultimátum de esa mujer que ignore y ahora estaba enredada en ella literalmente.
— No puedo hacer esto — le dije separándome de ella bruscamente.
— Lo siento — me dijo mirándome a los ojos.
— ¿Para qué me necesitas? — le dije agotada, por la situación sin mirarla fijamente.
— Para no enloquecer, digamos que como dicen todo tiene un trasfondo y yo tengo el mío, digamos que tú haces que mi vida sea menos mierda, pero creo que a cambio estoy haciendo mierda la tuya — me quedé callada mientras ella comenzaba a cambiarse para después sentarse en su cama nos quedamos calladas.
— Solo estás vacaciones y prometo no besarte y no acostarte solo no te alejes de mí, me ayudas a qué todo sea menos mierda — suspiré y la ví a los ojos.
— Necesito que de verdad no lo hagas — suplique.
— Está bien, no voy a preguntar nada María José pero quiero que te preguntes algo de verdad — me dijo mirándome fijamente.
— ¿Por qué tienes que recordarte todos los días que vale la pena seguir aquí? — suspiré.
— Por qué lo prometí — dije simplemente.
— ¿Una promesa que no es tuya es suficiente para vivir una vida entera por otra persona? — me preguntó y no supe decirle nada solo que meses callada.

— Es que eso fui para ti un vil secreto — me grito sacándome de mis recuerdos.
— Jamás fuiste y nunca serás mi secreto, solo yo no era capaz de hacer las cosas en ese momento, me enamore Daniela y de una mujer y tenías razón no puedo vivir una vida a raíz de una promesa que no era mía, no podía y tú me enseñaste eso, ¿recuerdas lo que vivimos esa semana de vacaciones?, me recordaste muchas cosas de mi misma, la principal es que era mi vida.
— Lo siento Poché pero si me voy ahora lo voy a perder todo y no se cómo vivir sin nada — me dolió el alma.
— Ven conmigo, yo veré como hacerlo pero te voy ayudar y te daré lo que necesites de mí no importa cuánto tenga que trabajar — le rogué.
— No puedo.
— ¿Por qué no amor? — llore.
— Por qué no.
— Dime porque, si en realidad me amas, dime porqué.
— Estoy embarazada...

Continuará...

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