2. Ser un buen cristiano.

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Lunes 6 am.

Un día más acababa de dar inicio y otra vez me tomé 5 minutos para llenarme de razones respecto a porque era correcto estar acá y hacer las cosas como me habían enseñado a lo largo de la vida, cerré los ojos y recite de nuevo esa lista que en los últimos seis meses se había vuelto mi recurso número uno para no volverme loca. 

1. Dios me ama como nadie jamás en la vida lo hará.
2. Es mi deber ser buena y llevar su palabra a todos lados porque es lo correcto.
3. Honrar a mi familia es una forma de amar a Dios y el es bueno y me bendecirá por eso.
4. Amar a mis padres y seguir su educación es lo correcto.
5. Mi mamá sabía que era lo mejor para mi y por eso ella sabia que esto era lo correcto y me encaminó a esta decisión.
6. No podría hacer algo diferente porque no conozco nada diferente.

— Hermana María José, ya tome una ducha primero, no tarde mucho porque el rosario comenzará a las 6:30 am en punto y debemos dar ejemplo a las chicas que inician hoy el cursos.
Suspiré pesadamente, tome mi ropa, entre a la ducha y con fastidio deje que el agua fría me diera de lleno para poder despertar, después de que concluyera mi aseo, salí me seque el cuerpo y me vesti, me mire al espejo y note como a mis 23 años aunque intentaba estar feliz todo a mi al rededor era fastidioso, toque mi cabello y suspiré con anhelo al verlo más corto que nada en el mundo, creo que un chico con trámite para servicio militar lo tiene más largo que yo, de alguna manera era como sino existiera nada de feminidad en mi y no es por mi cabello sino por todo lo que represento y soy como persona por mí misma al estar dónde estoy.
Me puse el bendito hábito, esa cosa que no importa la edad siempre te hará parecer una anciana por lo blanco que es de la cabeza y faltando un minuto para iniciar el rosario llegué a mi ministerio, tome mi guitarra y comencé a cantar con mis hermanas de la comunidad como cada mañana desde hace ya casi 6 años. 

Vine a alabar a Dios... Vine a alabar a Dios, vine a alabar su santo nombre, vine a alabar a Dios...

Termino el canto y simplemente me dedique a rezar de nuevo, suplicando a Dios que me quitara este pesar del alma, que me diera fe para seguir en este camino y me ayudara a dejar de sentir que mi vida no es acá y que no tenía sentido seguir aquí,  era una pecadora porque envidiaba con el alma a todas las personas a mi al rededor, porque ellas con los ojos cerrados seguían sus ministerios, servían y se les notaba la felicidad que emana de su corazón, de su ser, ellas de verdad aman está vida y este servicio, y yo, creí que lo hacia también, porque amo rezar el rosario aunque me de pereza en algunas ocasiones, porque me gusta escuchar la misa y ayudar a otros, porque tengo paz al estar con Dios y amo cantarle pero no soy feliz con mi vida actual y no sé porque es así pero eso es lo que siento y lo peor es que ni siquiera puedo expresarlo libremente con nadie porque soy la hermana de uno de los más grandes e importantes sacerdotes de la comunidad a la que pertenezco y al hablar mínimamente de esto el juicio y mi falta de fe será lo primero que se verá.
— Hermana María José, aquí están las actividades que le corresponden este nuevo ciclo escolar, las aspirantes son 10 y el resto están aquí por alguna travesura que hicieron y ya sabe los padres creen que meterlas un año a ser aspirantes de monja es  — me dijo la hermana Patricia, la superiora del lugar, camine con ella hacia el salón dónde estaba la nueva generación, observé la hoja con disgusto que ya era una experta en disfrazar según yo, me sentí abrumada al saber que yo me encargaría de ser la consejera espiritual de las chicas que me dieran problemas de esa generación de 25 alumnas.
— Parece que son tranquilas — dijo abriendo la puerta, mire asombrada como una chica que estaba de espaldas a nosotras tenía entre sus manos un Cristo y lo montaba como si fuera un escoba mientras decía.
— Está es la manera correcta de tomar las decisiones de la iglesia sobre nuestras vidas, nuestros cuerpos y nuestros pensamientos — nos quedamos mudas viéndola.
— Daniela Calle Soto a la dirección ahora mismo — grito histérica la superiora, ella se giró a vernos y juro que jamás en la vida había visto ojos tan hermosos como los de ella en ese momento, era por mucho más alta que yo, pese al uniforme que todas llevaban se veía que era hermosa no solo de cara sino también físicamente, en ese momento lo supe esa mujer me llevaría al abismo de un segundo a otro sin mayor conflicto.
— Claro que si directora — sonrió dejando de ocupar el cristo como escoba voladora para ponerlo sobre su hombro como si se tratara de un pico, la superiora le arrebató la imágen y me la entregó, yo la puse sin mucha atención en el escritorio que estaba a mi lado y salí detrás de ella impactada por su forma irreverente de ser pero más que eso por su belleza.
— ¿En qué demonios estaba pensando Daniela?, SACRILEGIO, SACRILEGIO ES UNA PECADORA — comenzó a gritar demasiado enojada mi superiora mientras esa chiquilla se reía de au enojo.
— Yo solo expreso mi opinión la iglesia opina de muchas cosas que no debería — dijo mientras jugaba con sus uñas pintadas de color verde, excelente, pensé ya un poco mamada.
— Pues vaya a un lugar dónde eso sea posible sin ofender a otros, no la quiero acá, llamaré a su padre para que venga por usted — ella sonrió triunfante y yo me reí de medio lado, al descubrir su cuento.
— Que lista — dije en voz baja antes de alzar la voz — no podemos dejarla ir sin el conocimiento de que Dios la ama, lo estaríamos cumpliendo nuestra misión madre — le dije a mi superiora ante la mirada de enojo de mi nueva alumna.
— Es una irreverente María José, no podemos dejarla acá, podría pudrír a las demás chicas — me reclamo.
— No va a pudrír a nadie — pensé segura — simplemente necesita que alguien le tenga paciencia y le enseñe el camino de Dios, ese que la llenará de alegría y plenitud para darle un nuevo sentido a su vida y así encontrara la verdadera felicidad— repetí el discurso de toda una vida, ese que tenía tan bien preparado y repetido que me salía automático.
— ¿Pero quién va a querer hacerse cargo de una muchacha tan inestable como ella? — me preguntó enojada.
— Yo lo haré — dije segura ante la mirada de molestia que puso mi querida protegida.
— No eso sí que no — repelo — usted iba a llamar a mi padre para que me sacará de acá y no se va a hechar para atrás por lo que está señora diga — grito.
— En primera nadie va a llamar a nadie, en segundo lugar la hermana María José, tiene razón así que usted se queda dónde está y se mudará a la habitación que está a lado de la hermana para que esté vigilada lo más que se pueda, así que bienvenida a su hogar por el próximo año señorita Calle, confío que bajo los cuidados de la hermana Garzón usted será un ser nuevo. — Ve con ella por sus cosas y dile a la hermana Delia que desocupe su habitación para ella — dijo dirigiéndose a mí yo solo asentí e hice lo que me ordenaron.
— Déjame decirte que te odio y que me encargaré de hacerte la vida imposible de ahora en adelante hermana mocha — me amenazó al dejar sus cosas en la habitación ante la mirada enojada de la hermana que me había estado acompañando estos tres días antes de que iniciará el curso.
— No creo que lo logres — dije sonriendo pensando en lo odiosa que ya era mi vida acá de por si.
— Eso ya lo veremos — me dijo mirándome fijamente, con odio en la mirada retandome.

— Señorita, señorita, señorita — escuché una voz a lo lejos la cual me saco de mis pensamientos.
— ¿Disculpe? — dije ubicandome en mi realidad actual.
— Llegamos — me dijo, regrese la vista a la casa que estaba en la dirección que me había dejado mi madre escondida en un libro, era hermosa, tal vez demasiado grande para mi sola pero me llenaba de esperanza.
Entre un poco asustada en realidad pero me llene de esperanza al ver todo ahí, en la mesa justo en el centro había un paquete con un libro negro, lo abrí y me quedé sorprendía al ver que era el diario de mi madre, antes abrirlo abrí el paquete del teléfono que compre  en la estación, lo encendí y llame al número que ella me había dejado hace meses.
— Hola, ¿quién llama? — escuché su voz.
— Lo hice, dejé el convento — le dije muy asustada.
— ¿Poché?... — escuché su voz sorprendida del otro lado de la línea.

Continuará....

¿Será que les subo los primeros 3 capitulos de una?

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