Capítulo 5.

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Tres días. Pasé tres días sin verlo, si no recuerdo mal.

Tres días encerrada en esas cuatro paredes que yo llamaba habitación. Mi columna vertebral iba a quebrarse y por un momento, pensé en quemar los libros y lanzarlos por la ventana. Pero no vivía sola en casa.

Colgué mi mochila a mi espalda y salí de casa mordiendo la manzana roja entre mis manos; madrugaba, me daba una ducha de una hora aproximadamente y salía con la hora justa para coger una manzana o cualquier otra cosa que viera sobre la mesa antes de traspasar el marco de la puerta. Caminé dando patadas a una pequeña piedrecita cuando mi mirada se alzó y chocó directamente con esos ojos turquesas. La misma moto. La misma rotonda.

—Hola.— Sonrió ampliamente y mis cejas se juntaron en mi frente conforme iba dando cada paso.

—¿Qué haces aquí?—

— Pareces enfadada, ¿te pasó algo?— Bajó de la moto colocándole el soporte y se apoyó en la misma con un cigarrillo tras su oreja.

—Te pregunté primero, Louis.

—Te aseguré que volveríamos a vernos nena.

Reconozco que cada vez que sus labios largaban "nena", el vello se me erizaba automáticamente. 

—¿Cómo sabías que pasaría a esta hora por aquí?— Tenía miles de preguntas, pero al igual que me sobraban preguntas, me faltaba valor para preguntarlas.

—Casualidad.

Llevó el cigarrillo hacia sus labios y lo encendió ante mi atenta mirada.

—¿Quieres?— Volvió a ofrecerme torciendo su sonrisa y negué manteniendo mi compostura.—Venga preciosa, ya lo probaste una vez.

—Casi me ahogo tomando... Eso. Por otro lado, apesta.— Ruedo los ojos. Y claro que apestaba, esa misma noche, mi padre casi me encierra en mi cuarto como rapunzel. Desde que mi madre murió, él ha cambiado muchísimo. Tenía 5 años cuando me dijo que todo estaba bien, pero no lo estaba. Nunca lo estuvo. Pero esa es otra historia que me guardaré para otra ocasión, me desgarraré lo que me queda de alma más adelante.

Me sacó de mis pensamientos expulsando lentamente el humo en mi rostro, y eliminó mi ceño fruncido con un beso. Sus labios se movían con habilidad sobre los míos, cuales no contestaron, siquiera se movieron, pero sus labios eran igual de suaves como los imaginé, ardían y su lengua con sabor a tabaco y un toque extravagante de menta intentaba jugar con la mía , mis ojos estaban cerrados, pero juraría que mis pestañas revoloteaban. Me vi obligada a apoyar mis manos en su pecho y ejercer algo de presión para que se apartara, y para mi sorpresa, lo hizo con una sonrisa de suficiencia en sus labios.

—¿A qué ha venido eso?— Fruncí mi ceño ante su detenida mirada.

—Nena, los besos no se piden. Se dan.— Explicó con aire de suficiencia y apreté levente mis puños ante su risa sonora.

—Eres tan inocente... — Musitó subiendo a su moto e hizo rugir su motor.

Yo tampoco sabía que narices hacía ahí, puesto que, ni él era mi tipo, ni yo el suyo. Puesto que solo estaba jugando conmigo y no iba a ganar esta... ¿batalla?

Giré sobre mis talones e hice el amago de caminar hacia el lado opuesto cuando sostuvo mi brazo algo fuerte, ahogué lo que venia siendo un grito y me giré debido a su presión.

—Te llevo.

—No, puedo caminar. —Me negué y bufó.

—Sube. — Ordenó justo cuando me agarró de la cintura impulsándome hacia la moto justo detrás de él, seguidamente, relamió sus labios secos y yo toqué con la punta de mi dedo los mios, que, a diferencia de los suyos, estos estaban hinchados.

Aceleró en el sitio un par de veces, y a la tercera, la moto comenzó a recorrer las calles de Londres. No me dijo nada, pero me vi obligada a rodear con mis brazos su cintura y aferrarme a su torso. No lo ví, pero puedo jurar que sus labios sostenían esa perfecta curva; para todos, una sonrisa, para mi, "esa curva en la que yo me maté"

*                          *                       *

—Bienvenida al palacio de los empoyones, también llamado universidad. — Esbozó colocándo su flequillo, rodé los ojos y bajé cuanto antes sujetando mi mochila.

—Podrías haberte ahorrado el dichoso comentario. Ah, y gracias. — Le espeté y le sonreí falsamente, me giré sobre mi eje y, de nuevo, hice el amago de subir las escaleras hacia la puerta principal, cuando volvió a llamarme por mi nombre de pila.

—Puedo volver a dejar mi colgante en la acera o puedo pasar a recogerte, tú decides —Se encogió de hombros sonriendo. Cogí aire para hablar y dejarle todo claro cuando el timbre sonó y su sonrisa se intensificó.

—Te recogeré, ten un buen día, nena.

Y volvió a desaparecer como un espejismo.

Muchas gracias por acoger a la novela de esta forma, el capítulo ha sido corto, pero tenía la sensación de que debía de publicarlo ya, idk

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