Capítulo 6.

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—¿Abbigail Clark?

Alcé la mano tras un leve codazo de Michelle y la señora Robbins asintió. Aquella profesora era irritante. Aunque ningún profesor era lo bastante simpático, pero a ella le tenía odio un tanto peculiar. Las horas de clase se pasaban demasiado despacio para mi gusto. Elle me hablaba de un chico nuevo en la clase de al lado, pero yo sólo asentía mirándola. Porque estaba con ella físicamente, y no tardó mucho en percatarse de mi falta de atención.

—¿Me estás tomando por tonta o...?— Ladeé la cabeza con mi ceño fruncido tras unos segundos.

—¿Q..qué?

Mi mejor amiga resopló tirándose de las puntas del pelo.

—No me estás escuchando Abbigail.— Gruñó.

—Sí, el chico nuevo de la clase de al lado.— Musité rodando los ojos y ella me imitó hacía unos segundos.

—Señorita Clark, póngase en pie por favor.— Y ahí iba el habitual sermón. Bufé y me puse en pie subiendo disimuladamente mis vaqueros claros algo ceñidos a mi cintura.

—¿Puede decirnos el resultado de la ecuación dos?— Perfecto, ecuaciones. Mi cabeza dando vueltas y ecuaciones. Supuestamente la ecuación debía de estar en mis apuntes, pero no los tenía, no ese día.— ¿Y... bien?—

Michelle corrió sus apuntes disimuladamente hacia mi pupitre, aunque siempre era al contrario y dios mio, mil gracias. Bendita Michelle que evitó el "Voy a hablar con su padre señorita Clark."

—El resultado es -48, señora Robbins.— Contesté orgullosa y esta alzó una ceja comprobando que, efectivamente, ese era el resultado.

(...)

—Mira, ese es el chico nuevo.— Susurró Elle señalando con la mirada y yo la seguí.

Rubio, de ojos grises. Era alto y con buena musculatura. Acababa de llegar y ya era popular entre todos, joder, que suerte tenían algunos.

—Está bueno ¿eh? — Me dió un leve codazo y yo solté lo más parecido a una risita negando. Era bastante atractivo, pero nada comparado con mi odioso chico de ojos turquesas. No era mi chico y tampoco pretendía que lo fuera. Pero tenía ese algo que nadie sabe, pero que tú te percatas. Solo tú.

—Está... bien. — Rodé los ojos con una sonrisa divertida en mis labios y cuando levanté la mirada lo sorprendí mirándome, bajé de nuevo mi vista hacia el suelo y se me dibujó esa sonrisa tonta y tímida cuando pillas a un chico mirándote, y de milagro no se me subieron los colores... O al menos eso creo.

Era la hora del almuerzo y cogimos la mesa de al lado de la ventana, ayudando así a mi cabeza enmarañada.

—He visto como te miraba.

Fruncí el ceño y tragué el pedazo de sándwich con el que, si no recuerdo bien, casi tienen que llamar a una ambulancia por asfixiamiento. Al paso que iba tendría que contratarme una privada y que llevara mis iniciales en la puerta trasera.

—¿Qué dices? — Negué dirigiendo mi mirada a aquel chico nuevo, otra vez.

—Ajám, dicen que está trabajando en psicología, aunque ya tiene algunos conocimientos. — Su mirada fue también al desconocido, y como si de algún poder se tratara, tuve que apartar otra vez la mirada hasta mi sándwich antes de que chocaran, para darme cuenta de que mi almuerzo estaba siendo despedazado a trocitos por mi insconscientemente, por lo que lo aparté.

—Oye.. Abbie.. — Elle volvió a llamarme la atención tragando lo que sea que tuviera en la boca y a la vez saliva debido a las facciones de su cara. Alcé la vista hacia ella y dirigí la mirada hacia lo que indicaba la suya, la ventana. — ¿Ese no es...?

Mi boca se secó de golpe y por un momento me pareció que mi respiración cesó, él.

Me incliné un poco más hacia la ventana para dar con su esbelta figura apoyada sobre la moto, su flequillo perfectamente despeinado sobre su frente y, no sé como demonios, el reflejo de su colgante plateado reflejó justo impactando en mis ojos provocando que volviera a mi postura natural.

—Es él, es Louis. — Mordí mi labio inferior mirándola, ella sólo me miró a los ojos, como clavándome dardos y si, reconozco que me sentí culpable cuando dije; —Si no salgo.. entrará a por mí — Que inocente, que estúpida.

Michelle sólo se encogió de hombros, fingía que no le importaba cuando en verdad estaba loca por gritarme lo estúpida que era, porque yo también lo habría hecho.

Salí del comedor y el estómago me dió un vuelco cuando empujé la puerta, apenas hacía unas horas que lo había visto.. pero esa sensación era única, tan única que tuve que tragarme la bilis para no echar lo poco que había comido ahí enmedio. Respiré profundo y comencé a aproximarme a él de forma que su sonrisa se intensificaba.

—¿Qué haces aquí?

El reflejo del sol iluminaba a la perfección sus ojos turquesas y sus facciones, su mandíbula y sus pómulos adornando todo el conjunto. Y mi estúpida obsesión con sus labios.

—Pasé a recogerte antes, por tu cara de amargada veo que el día no te fue muy bien y que menos que hacerte el favor de sacarte de aquí.

Apreté mis puños, dejé caer mi pelo sobre mis hombros con orgullo y fingí mi mejor sonrisa ladeando mi cabeza.

—No voy a saltarme clases por que a ti te de la gana. Y para tu información el día me ha ido genial, aunque no sé que hago dándote explicaciones — Ruedo los ojos ante sus carcajadas.

—Si no te vienes por las buenas, supongo que prefieres por las malas.. — Musitó e hizo lo que menos me esperaba; mis caderas fueron rodeadas por sus manos y me impulsó hacia su espalda, donde me dejó caer ante mis gritos de rabia.

—¡Suéltame! ¡Que me sueltes! — Grité golpeando su espalda con mis puños y pataleando. Solo recibí una carcajada por su parte.

—Nena, con esto sólo conseguirás que te tenga más ganas. — Entonces me detuve y me dejó caer cuidadosamente en la moto para el subirse delante. No iba a bajar y a correr porque sería muchísimo peor, por lo que me quedé ahí, sentada, y viéndome obligada a aferrarme a su cuerpo para no caer rodada de la moto.

Conforme avanzaba por la larga carretera junto a la playa, sentí la necesidad de sentirme libre. Me armé de valor y me puse de pie detrás de él abriendo mis brazos y dejando que, mi desarmado moño bajo, se deshiciera poco a poco para dejar mi pelo rubio suelto y ondeando en el aire, cerré mis ojos, por un momento lo hice, y me sentí la reina del mundo. Me sentí completa, llena, libre. Y me dí cuenta de que tal vez era él el único que no me hacía mal, el único que quería que fuera yo misma, el que estaría ahí sólo y exclusivamente para mí. Que sería mío sin reproches, que sería suya sin condición.

Que tropecé con la misma sonrisa.

broken. » l.tDonde viven las historias. Descúbrelo ahora