Chuck, STOP PLEASE

123 8 2
                                    

No sé cómo, pero al fin consigo llegar a casa.

Saludo a mi padre y me dirijo directamente hacia mi cuarto, nada más entrar me derrumbo en la cama y contemplo el gran póster de Chuck Norris pegado en mi techo. Al recordar cómo acabó ahí me río silenciosamente...

Wen y yo tendríamos unos 13 años, y un día la invité a pasar la tarde. Ella, por ese entonces, veía una serie llamada 'Maybe Fiends'. Se trataba de unos quinceañeros, ya entrados en la pubertad, que se retaban entre ellos para descubrir sus 'gustos' sexuales.

Una de las pruebas fue ponerse un póster de una chica medio en pelotas y pasar la noche contemplándolo. Si se 'empalmaban', (palabra que Wen y yo, con nuestras dulces mentes inocentes aún no muy corrompidas, no llegábamos a comprender del todo su significado), lo comentaban al día siguiente eufóricos, pero si no, cosa que le ocurrió a uno de los seis chicos del grupo, se le decía de todo menos hombre.

A Wendy se le ocurrió probar lo mismo nosotras, otra de las tantas 'brillantes' ideas que ha tenido durante su vida.

Insistió en comprar un calendario de bomberos, cosa que yo no estaba dispuesta a hacer, y menos tener que dar luego explicaciones a mi padre sobre por qué tenía fotos que se podrían considerar pornográficas...

Al final no nos quedó otra opción que colgar un póster viejo de la serie "Walker texas ranger" de Chuck Norris que encontramos en el baúl de los recuerdos de mi padre, según él, una de las series más pésimas y a la vez épicas de la historia, lo que la hacia insuperable.

Una vez pegado en el techo, lo contemplamos bocarriba en mi cama durante casi diez minutos en completo silencio, hasta que Wen resopló y se giró hacia mí.

-Christy, creo que soy homosexual...

Nos partimos de risa durante más de media hora, hasta mi padre tuvo que subir a ver que era lo que pasaba.

Desde entonces nunca lo he quitado. Absorta en mis pensamientos, no me había fijado de que en la esquina inferior derecha hay un símbolo... Una V roja, con una raya del mismo color que la cortaba de forma horizontal por la mitad.

Juraría que jamás la había visto, no me sonaba de nada, y aún así al verla el encapuchado se apoderó de mi mente. Pero no eran mis recuerdos de nuestro encuentro en la calle, porque ahora, tras la capucha, conseguía distinguir unos ojos esmeralda, impactantes y salvajes, que me miraban, que me analizaban.

Me entra de pronto el pánico, algo me está pasando, siento algo que no puedo describir.

Tengo que salir de aquí, tomar aire, ahora no consigo analizar mis pensamientos.

Salgo de mi cuarto a toda prisa, bajo las escaleras torpemente y me dirijo al exterior.

Lo que más me asustaba era lo que sentía, como si ya conociera al encapuchado, como si hubiera sabido desde el primer momento que esto llegaría... Pero no, era una sensación que me atormentaba, algo que me resulta familiar pero a su vez desconozco completamente...

La CárcelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora