Sammy

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16.

En el trayecto de Taco Bell hacia mi casa, me concentré en la acera y en mi propio coche para intentar evitar los comentarios que Aaron hacía mientras acariciaba el cabello de ella. Matt se mantuvo tranquilo en el amplio asiento de cuero que se ubicaba delante de Samantha y de a ratos jugaba con unos pequeños dados color naranja que tenía amarrados en el espejo retrovisor, por el cual observaba la mirada de nuestra acompañante clavada en mí. El inminente calor de principios de Julio lograba que mi histeria llegara a su máximo esplendor –es decir, siempre tuve una leve histeria durante el todo el año, pero en este momento sobrepasaba mis limites-. Luego de varios años viviendo en Miami, el paisaje lleno de vida y color ya había dejado de asombrarme.

Antes de poder notarlo, estaba en la entrada principal de mi casa. Le indiqué a Aaron que permaneciera dentro del coche junto con Samantha mientras Matt y yo despachábamos a Alison para que no haya ninguna confusión. Dejé el coche encendido luego de enseñarle a mi amigo como debía apagarlo –era simplemente presionar el bonito botón gris que decía “PRESS”, pero al parecer era demasiado complejo para su mente.-, y entonces Matt y yo bajamos del coche, entre el pequeño trayecto desde allí hasta al porche él no pudo evitar hablar.

-Tay, tengo una pequeña duda. ¿Me ayudas?

-Ajam. Dímelo. –Miré de reojo su rostro confundido y solté una ligera risa.

-¿Qué ha sucedido esta mañana en la playa? Realmente tengo una laguna en la mente.

-Nada de qué preocuparse, simplemente fue una charla normal. Relájate, no has confesado ningún secreto del estado ni nada por el estilo.

Mi amigo me observó seriamente un segundo y luego comenzó a reírse. Luego de colocar las llaves y girar el cerrojo, ambos ingresamos casi al mismo tiempo a la casa y nos llevamos una pequeña sorpresa. Mi queridísima ama de llaves, criada y bastante bien pagada se encontraba allí tomando café, en una pequeño sofá color blanco que tenía en el Hall principal, junto con su “novio”-noté que se trataba de su pareja por el hecho de que ella estaba sentada sobre su regazo y en ese exacto momento estaban besándose-. Al advertir que había ingresado, ambos se sobresaltaron y se quedaron petrificados observándome. Matthew estaba a punto de estallar a carcajadas por mi expresión de desaprobación –Según él, era gracioso en cuanto arrugaba la frente.- Alison se disculpó conmigo y sin respuesta a eso simplemente la despaché en el instante. Observé a la pareja de mi criada mientras ella recogía sus últimas cosas. Era un hombre de más o menos 20 centímetros más que yo y 30 más que Alison –a eso de 1.80, la altura aproximada de Matt.-, era de piel morena y sonrisa muy blanca, su expresión era sencilla pero desafiante al mismo tiempo, parecía que ocupaba 6 horas diarias en el gimnasio –sus músculos parecían de un fisicoculturista. Me pilló observándolo y tuve que desviar la mirada con vergüenza. Ambos se despidieron de nosotros y decidí salir a buscar a Aaron.

Samantha era una mujer de unos 30 años, pero, con su cabello pelirrojo perfectamente arreglado, su piel blanca como la nieve, sus ojos esmeralda llenos de lágrimas y temor, sus labios pintados de un color rojo cereza –probablemente, por el fuerte color del tono se trataba de los labiales de Mac -y sus ojos maquillados con un sencillo delineador líquido parecía unos 10 años más joven. Ella vestía unos jeans color naranja suave junto con una camisa color pardo. Al parecer, no le agradaba la idea del pequeñísimo “secuestro extorsivo” del que hablaba cada vez que Aaron le quitaba la mano de los labios.

La obligamos a sentarse en uno de los sofás de mi sala de estar. Con obligamos, me refiero realmente a obligarla, tuve que activar la alarma por si se le ocurría escapar de alguna forma. Pero como muy buena anfitriona, le ofrecí un vaso de agua del grifo de mi cocina.

Un Dolor InesperadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora