Hasta que el sol que entraba por la ventana no me dio en la cara, no me desperté. Había dormido del tirón, pero me dolía un poco la cabeza. Parpadeé un par de veces antes de levantarme.
Me agaché para recoger las muletas del suelo y justo en ese momento mi estómago rugió, pidiendo que le echara algo de comer. Miré el reloj de pared que había encima de la cómoda donde estaban las amapolas (marchitas por la falta de nutrientes), la nota de Kaeya y la carta de mis padres. Marcaba cerca de las once, así que el desayuno en la posada ya había sido. Decidí entonces ir a El Buen Cazador a comer algo.
Salí de la habitación sin prisa, a pesar de que tenía hambre. El día estaba nublado, pero aun así la ciudad conservaba su ambiente alegre y agitado.
—¡_____! —me llamó alguien cuando llegué al restaurante. Iba medio dormida todavía y no me había fijado en que Amber estaba ahí. La saludé—. Siéntate aquí —me invitó.
Me acerqué a su mesa y retiré la silla para sentarme. Estaba comiendo algo que tenía una pinta muy apetecible y la boca se me hizo agua. La camarera se acercó y me sugirió pedir lo mismo que la chica, pero aquello no era buena idea para un desayuno. Opté por algo más sencillo: unas tostadas y un café.
—¿Qué haces aquí? —pregunté.
—He aprovechado para venir y comer algo. Llevaba días queriendo hincarle el diente a esta ensalada.
—Tiene una pinta increíble —opiné.
La camarera trajo por fin mi comida después de unos minutos. Entonces Aether y Kaeya, que pasaban por allí, se acercaron a Amber y a mí.
—¡Vaya! —exclamó la chica—. ¿Os habéis puesto de acuerdo para haceros trenzas o qué? —Kaeya todavía tenía la horrible trenza que yo le había hecho la noche anterior. Me miró y se rio.
—Madre mía... —murmuré entre risas.
—¿Qué clase de trenza es esa? —rio Amber, señalando la de Kaeya.
—¿Te gusta? —inquirió él, mostrándola orgulloso.
—Ya le he dicho yo que está un poco mal hecha —se sumó Aether, encogiéndose de hombros—, pero no ha querido que se la rehaga.
—¿Pero qué os pasa con mi trenza? —rio Kaeya. Entonces me miró con complicidad y sonrió—. Sé que no es perfecta, pero a mí me gusta. —Conociéndolo, tuve claro que aquellas palabras me las dedicaba especialmente a mí y no a la trenza, por eso sonreí.
—En fin, allá tú —dijo Amber.
—Será mejor que os dejemos comer tranquilas —apuntó Aether—. Las tostadas de _____ no tardarán en enfriarse. Y tenemos unos encargos que no se van a hacer solos.
Agarró a Kaeya del brazo y comenzaron a alejarse. Exclamaron un «que aproveche» a Amber y a mí antes de dejarnos solas de nuevo. Di entonces un sorbo a mi café.
—La trenza de Kaeya está fatal —dijo ella de la nada—. Parece como si se la hubiera hecho a oscuras, pero ahí va él, tan orgulloso de ella...
Me eché a reír, sintiendo cierta vergüenza porque yo era la verdadera autora de esa trenza, pero a la vez sabía que Amber tenía razón y hasta compartía su opinión.
—Por cierto —murmuró de nuevo, arqueando las cejas. Sonó como si fuera a decirme el secreto mejor guardado del mundo—, Kaeya habla mucho de ti últimamente. —Me miró inquisitiva con una sonrisa traviesa—. Bueno, no directamente. Ya sabes como es; es difícil que hable claro, pero insinúa cosas y me entero de ellas. Nunca antes lo había visto así de... —Buscó un término que encajara con lo que quería decir—. ¿Contento? No, esa no es la palabra...
—¿Ilusionado? —sugerí después de haber dado un mordisco a una tostada. No supe cómo Amber pudo entenderme hablando con la boca llena.
—¡Eso es! —exclamó—. Nunca lo había visto así de ilusionado. Y la verdad es que lo entiendo, porque eres una chica maravillosa. Pero creo que lo suyo va con otras connotaciones... ¿me entiendes? —Sonrió traviesamente de nuevo, haciendo que me diera la risa floja. Le di un sorbo al café antes de responderle.
—Bueno, no sé explicarlo. Creo que nos gustamos y eso —convine, intentando aparentar que no me importaba mucho. Admitirlo en voz alta otra vez hizo que Vallerrojo y todas mis preocupaciones me asaltaran la cabeza de nuevo.
—¿De veras? ¡Qué fuerte! — exclamó. Parecía incluso más emocionada que yo—. Imaginé que podía ser algo de eso, pero no estaba del todo segura. Aunque ahora que lo dices, tiene síntomas de estar enamorado. —Me miró sonriente—. Y tú también los tienes. —Señaló mis tostadas: una todavía no la había tocado y de la otra solo me había comido media.
Ahí tuve que darle la razón. Me gustó cómo Amber se tomó aquello, con buen rollo y humor. Estuvimos hablando un poco más antes de que ella terminara su ensalada, la pagara y me dejara allí. Me dijo que le habría gustado quedarse, pero que tenía que seguir con sus tareas.
Por mi parte, intenté comerme ambas tostadas, pero acabé dejando media a pesar de mis esfuerzos. Le pagué a la camarera lo correspondiente y decidí que iría a la biblioteca, principalmente por dos razones: me apetecía leer y a Lisa le alegraría verme más animada.
Sin más, emprendí la marcha.
* * *
En cuanto entré, Lisa levantó la cabeza de su libro y corrió hacia mí.
—¡_____! —susurró—. ¿Qué tal estás, cariño? Te veo mejor que la última vez.
—Sí —asentí—. Me he aclarado y he arreglado las cosas. —Suspiré—. Me estaba agobiando demasiado por el futuro y no pensaba con claridad... Hablar contigo me ayudó bastante.
—Me alegro muchísimo —sonrió—. Ya sabes que puedes contar conmigo para lo que quieras, amor.
Le devolví la sonrisa y le pedí que me recomendara otro libro. Dijo que como la última vez me había leído La canción del ciervo, la historia titulada La montaña naranja me iba a encantar. Me fie de su palabra y escogí ese libro.
Pasé la tarde leyendo en la biblioteca y cuando me di cuenta el sol se estaba casi yendo. Ni siquiera el hambre me avisaba de la hora y tuvo que ser Lisa la que me sacara de la lectura, preocupada porque yo no había comido nada más en horas.
Finalmente, me despedí de la bibliotecaria y salí de aquel palacio de libros para regresar a la posada, a tiempo para la cena. De camino hice cuentas y debería marcharme de Mondstadt en más o menos dos semanas. Me puse triste de repente, pero decidí dejar el futuro para el futuro y no preocuparme más por acontecimientos que todavía no habían sucedido todavía. Aun así era difícil, porque ese comportamiento iba asociado a mi carácter.
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Un mes [Kaeya y Tú] | Genshin Impact
Fanfiction«Está siendo más complicado de lo pensaba. Confieso que le pedí a Los Siete que mi estancia aquí no fuera aburrida y que tuviera alguna emoción, pero esto está siendo demasiado.» . . . . . . . . . . • Volviendo a mis orígenes con los fanfics 😎🤙🏻 ...