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Seguí paseando sin rumbo fijo, subiendo escaleras, bajándolas, haciendo paradas, acelerando el ritmo.

Llegado cierto momento, me encontré delante de un edificio, también de dimensiones importantes. Había un hombre montando guardia en la entrada, que me miró, curioso por mi condición. Lo miré antes de acercarme a la puerta para ver si me llamaba la atención, pero no fue así, por lo que entré al edificio.

Delante de mí se extendió una sala donde encontré a otro par de guardias que, concentrados en su tarea, no me prestaron atención. No sabía qué era ese sitio, pero temía meterme donde no debía durante mi primer día en Mondstadt, así que me acerqué al hombre que estaba más cerca y le pregunté.

—Esta es la sede de los Caballeros de Favonius —respondió casi con entusiasmo.

—¿Y puedo entrar ahí? —Señalé la puerta que había detrás de él.

—Por supuesto. Es la biblioteca.

Le agradecí que fuera amable al explicármelo y entré a la biblioteca. Consideraba que yo era una persona amante de la lectura y que si en Mondstadt había una biblioteca con cientos de ejemplares que leer, las cosas iban mejorando, como había dicho Paimon.

En cuanto entré me pregunté para mis adentros si en esa ciudad había algo pequeño. La biblioteca era mucho más grande de lo que me la había imaginado y tenía más libros de los que había llegado a pensar. Como un niño pequeño con un juguete nuevo, la emoción me invadió al descubrir aquel rincón de Mondstadt.

Una mujer joven, ligeramente mayor que yo, vestida de morado y con prendas características de una bruja se acercó a mí. Noté que no quiso hacer preguntas sobre mi pie, pero no dejaba de mirarlo.

—¿Puedo ayudarla en algo? —sonrió amablemente—. No la había visto antes por aquí.

—Ah, sí —respondí—. Es que no soy de Mondstadt; vengo de Vallerrojo. ¿Me podría...?

—Oh, Vallerrojo —me interrumpió—. Eso está muy lejos.

—Vine a comerciar a Aguaclara y, bueno, acabé aquí. —Me encogí de hombros—. Tengo que estar un mes por culpa del tobillo.

—Qué lástima —dijo, pero enseguida añadió—: nada como un buen libro para que el tiempo pase volando, ¿no? —Sonrió.

—¿Alguna recomendación? —inquirí sonriente.

—Depende de sus gustos, pero los de aquella estantería me encantan personalmente. —Señaló una estantería al fondo—. Mire a ver si alguno le llama la atención y luego arreglamos el papeleo para que pueda tomarlo prestado, ¿de acuerdo?

—Está bien. Muchas gracias.

Me alejé de la bibliotecaria y me desplacé con torpeza hasta los libros que había señalado la bruja. La mayoría de los títulos que leía no los había visto nunca y tuve un impulso incontenible de leerlos todos. Finalmente escogí uno titulado La canción del ciervo, que sonaba bastante interesante. Contemplé la portada y la elegante caligrafía del título antes de volver con la bibliotecaria.

—Buena elección —sonrió al ver el ejemplar—. Es muy bueno; lo he leído como unas cuatro veces... ¿o eran cinco? En fin, te va a encantar, cielo.

—Confío en su palabra —sonreí.

La bibliotecaria me registró como miembro de la biblioteca para poder sacar el libro. Ese y todos los que quisiera, pues en ese mes esperaba leerme, al menos, una estantería entera. Compartía la opinión de la mujer: nada como un buen libro para que el tiempo pasara volando.

—Pues listo —dijo por fin la bruja—. Por cierto, me puede tutear sin problema. Me llamo Lisa —sonrió.

—En ese caso, usted... digo, tú a mí también. Soy _____.

—Un placer —añadió—. Espero verte más veces por aquí.

Sonreí una última vez antes de salir de la biblioteca, apañándomelas como pude, pues no era fácil con un libro bajo el brazo. A pesar de que estaba incómoda, decidí que todavía no regresaría a la posada.

Caminando lenta y torpemente, me topé con lo que parecía ser una taberna. Sentí entonces cómo el hambre empezaba a hacerse hueco y se me ocurrió que podía leer un poco mientras bebía y picoteaba algo en la taberna. Tomada la decisión, entré.

El ambiente era acogedor y cálido. No había demasiada gente, imaginé que porque aún era relativamente temprano, así que encontré el lugar lo suficientemente tranquilo como para leer.

Escogí una mesa al fondo, sin mucha gente alrededor. Me senté y apoyé las muletas contra la pared. Después puse el libro en la mesa y le pedí una cerveza tostada al camarero. Inicié entonces mi lectura. De vez en cuando daba un sorbo a mi jarra del líquido dorado. Lo hacía casi sin darme cuenta, sumida en el libro.

Llegado cierto momento, alguien se acercó a mí, pero no oí lo que dijo la primera vez, así que lo repitió:

—¿Está ocupada esta silla?

Levanté entonces la vista del libro y vi a un hombre joven de mi misma edad, con una apariencia algo peculiar, el pelo azul y la piel bronceada. Un parche cubría su ojo derecho, mientras que el otro, azul, me miraba esperando una respuesta.

—No —negué—, puedes cogerla si la necesitas. —Sin más, regresé a la lectura.

El joven, sin embargo, no se movió. Se rio antes de seguir hablando:

—No me refiero a eso. —Lo miré con expresión de duda—. Mi pregunta es si puedo sentarme contigo.

—¿Ah? —dije—. Disculpa, pero estoy leyendo y...

—Simplemente sí o no —me interrumpió con una sonrisa—, no necesito que te justifiques.

—Es que no te conozco de nada —repuse, casi ignorándolo.

—Y así seguirá siendo si así lo quieres. —Se encogió de hombros—. No te molesto más, entonces. Solo te quería conocer porque me has llamado la atención —sonrió una vez más.

—¿Que te he llamado la atención? —me interesé, antes de que se alejara. No me consideraba una chica especialmente atractiva ni que tampoco destacara mucho.

—No es habitual que alguien venga a leer a la taberna —respondió, encogiéndose de hombros—. En fin, te dejo que sigas con la lectura. Ya coincidiremos en otra ocasión.

No añadí nada más y dejé que se fuera. Negué con la cabeza para mí misma, volviendo al libro. Sentí que había sido una conversación extraña y que el hombre parecía especialmente interesado en mí, algo que era más evidente en su mirada que en sus palabras. Aparté los pensamientos relacionados con él y seguí leyendo.

Un mes [Kaeya y Tú] | Genshin ImpactDonde viven las historias. Descúbrelo ahora