#14

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Era de esperar que en el restaurante todavía no hubiera nadie, pues mi propuesta había sido algo improvisado por los nervios. Debía de faltar al menos media hora aún para que llegaran los primeros invitados.

Kaeya intercambió varias palabras con la camarera y entonces ella nos ayudó a juntar varias mesas para que más tarde nos pudiéramos sentar todos los comensales. La chica, por su actitud, parecía estar informada de la cena.

Le agradecí la ayuda y pedí un vaso de agua para beber algo mientras tanto. Kaeya no se contuvo y fue directamente a por el vino. La camarera, además, nos trajo algo para picar.

Al cabo de un buen rato, Amber apareció en la escena. Traía consigo una caja envuelta con papel de regalo que inmediatamente atrajo mi atención. Caminaba apurada y cuando llegó hasta nosotros, jadeó.

—Pensaba que llegaba tarde —suspiró. Recuperó la compostura y dejó la caja sobre la mesa—. ¿Todavía no ha llegado nadie más?

—No —negó Kaeya antes de darle otro sorbo despreocupado a su bebida.

—¡Qué impuntuales! —exclamó Amber—. En fin, _____, esperaremos a que todos lleguen para que puedas abrir tu regalo. Seguro que no se quieren perder tu reacción.

—No me importa esperar —sonreí.

Amber se pidió algo para beber también y se sentó con nosotros. Era una chica enérgica y vivaz y con ella la conversación no dejaba de fluir y de saltar de un tema a otro. Cuando nos dimos cuenta, Aether, acompañado por supuesto de la pequeña Paimon, llegó.

—¡Hombre! —exclamó Amber, frunciendo ligeramente el ceño—. Ya era hora de que llegarais.

—Estaba haciendo unos encargos —se explicó el chico—. Siento... —Miró a Paimon—. Sentimos llegar tarde.

—No te preocupes —resopló Amber—. Todavía falta Lisa.

—Eso es de esperar en ella —rio Kaeya.

Finalmente al cabo de unos minutos, la bruja bibliotecaria se presentó en El Buen Cazador. Amber le riñó por haber tardado tanto, pero aun así la sonrisa no se borró del rostro de Lisa.

—Bueno —dijo entonces Amber, recuperando la sonrisa—, ya puedes abrir tu regalo, _____.

Me entregó la caja que me había tenido intrigada durante todo el rato. Las manos me temblaban un poco por los nervios y cuando por fin la cogí noté que pesaba un poco, pero no mucho, dándome más curiosidad por abrirla.

—Es algo que llevábamos planeando unos días —siguió Amber, hablando por todos, mientras yo desenvolvía el regalo—. Esperamos que te guste.

Por fin quité el papel y abrí la tapa de la caja. Dentro había un libro con la cubierta de color granate sobre la que estaba escrito «Para _____» con una caligrafía elegante y con letras doradas. Extraje el libro con cuidado y comencé a pasar las páginas. Se me enterneció el corazón cuando comprobé que eran textos, algunos breves y otros más extensos, escritos por mis amigos de Mondstadt y la gente con la que más me había llevado durante mi estancia.

—¿Qué te parece? —inquirió Amber al ver que yo no decía nada. Estaba absorta en el detalle que habían tenido—. ¿Te gusta?

—Claro que sí —respondí—. Muchas gracias, chicos. No era necesario, de verdad...

—No seas modesta —intervino Lisa—. Es lo menos que podíamos hacer.

—Muchas gracias —repetí, emocionada. Me levanté de la silla y le di un abrazo a cada uno—. Bueno, cenemos ya, que al final voy a acabar llorando y no me apetece —reí, limpiándome algunas tímidas lágrimas insignificantes.

—Por fin —exclamó Paimon—. Paimon se muere de hambre.

—Tú como siempre —suspiró Aether, meneando la cabeza.

Ciertamente, Paimon no era la única que tenía hambre. Yo también estaba hambrienta y devoré hasta el último bocado de la comida que había pedido. Sin embargo, en lo que a gastronomía se refería, Vallerrojo no tenía nada que envidiarle a Mondstadt. A veces usábamos la amapola para darle sabor a las comidas (al estilo del laurel o el tomillo), y aquello le daba un toque genial a la sensación en el paladar.

—¡Paimon va a reventar! —exclamó la chica después de la cena.

—No me extraña —convino Aether—, has comido tres veces más de lo que pesas.

—No exageres —replicó Paimon, frunciendo el ceño.

—Ella no ha sido la única que se ha puesto las botas con la cena —intervino Amber, refiriéndose a sí misma.

—Pero una copa en la taberna sí que entra, ¿verdad? —se sumó también Kaeya.

—Sin duda, pero dejemos que la comida baje un poco —respondió Amber, sonriente.

Estuvimos charlando un rato más en la mesa de El Buen Cazador antes de pagar e ir a la taberna El Obsequio del Ángel. En cuanto entramos vi que, por suerte, el camarero esa noche era Diluc. Me sentía mal por no haberlo invitado a la cena, así que intentaría escaquearme y pasar un rato con él.

Tuvimos que unir un par de mesas para poder sentarnos todos juntos. Cada uno pedimos algo distinto para beber. Yo, por supuesto, escogí cerveza tostada. Desde que tenía edad para consumir alcohol, esa había sido siempre mi opción favorita.

El ambiente animado y agradable de la taberna pareció afectarnos para bien y estuvimos charlando un buen rato de temas diversos. Cuando me terminé la cerveza les dije que enseguida volvería y me levanté de mi asiento. Fui hasta la barra, donde me encontré con Diluc.

Un mes [Kaeya y Tú] | Genshin ImpactDonde viven las historias. Descúbrelo ahora