Krystal tenía el hábito de tallar en los árboles. Antes, cuando Índigo solía tener los fines de semana libres, salían del apartamento e iban al parque. Era allí donde Krystal usaba un objeto afilado para grabar sus iniciales en la corteza. Índigo se quedaba vigilando, preocupado de que tal vez algún tipo de figura autoritaria arrestara a su esposa caprichosa por dañar un árbol, incluso si lo estaba haciendo por amor.
En el evento de autógrafos, una multitud de gente se presentó, pero sin importar cuánto levantara su cabeza Krystal, no podía ver a su gigante en ninguna parte. Suponiendo que tal vez se le había hecho un poco tarde, Krystal continuó con su día, firmando alegremente para los fans y visitantes curiosos que estaban interesados en obtener un libro autografiado por alguien posiblemente famosa. Mantenía sus esperanzas y se tomó la promesa de Índigo en serio, pero, conforme la multitud iba desapareciendo y Índigo seguía sin dejarse ver por ninguna parte, el corazón de Krystal se sintió un poco vacío.Sabía que no debía habérsela tomado en serio. Índigo estaba ocupado, ella lo entendía. Pero también sabía que Índigo no hacía promesas que sabía que no podía cumplir, y aun así le había dicho que estaría allí.
La siguiente vez que tuvieron una videollamada, Krystal no intentó aparentar estar feliz, porque no lo estaba. "Molesta" era el término, pero no quería atacar porque Índigo estaba ocupado. Tenía una excusa para no haber ido a un estúpido evento de firma de libros. Pero no fue un estúpido evento para Krystal. Fue el primero, y quería que Índigo estuviera ahí, pero no estuvo y eso era todo.Índigo estaba demasiado cansado como para ver qué estaba mal. Se había disculpado, pero el ánimo de Krystal no pareció alivianarse a pesar de haber dicho que estaba bien. Terminó por irritar a Índigo, haciéndolo terminar su llamada al poco tiempo y sintiéndose conformes.
Con el éxito vino el estrés. Ya no había tiempo disponible para el ocio. Ya no había tiempo para pasarlo con los seres queridos o contactarse con amigos. El tiempo ya no proporcionaba momentos íntimos. Proporcionaba la oportunidad para ser productivo en el trabajo.
Cual viejas fotografías, su relación comenzó a cambiar. Como las imágenes gastadas de las fotos que alguna vez fueron brillantes y vívidas, su relación se había vuelto calmada y obsoleta. Se habían vuelto extraños en su propio matrimonio, a menudo olvidando los momentos que solían tener juntos, cuando las cosas eran más simples.Las llamadas se volvieron menos frecuentes. Los mensajes de texto eran breves. Las visitas eran escasas. Básicamente se habían estancado.
A los dos años y once meses de su endeble matrimonio, Índigo se paró en su habitación, mirando a su perfecto yo en el espejo. Se arregló los puños de la camisa y perfeccionó su cabello. Miró la hora y vio que estaba a horario, pero sin un solo minuto que desperdiciar. Mas a pesar de su rutina estricta, no pudo evitar sentarse en el borde de su cama, exhalando un profundo suspiro mientras observaba la pared desnuda.Su corazón se sentía aplastado y le había tomado semanas, tal vez un mes, auto-diagnosticarse su problema. Era inseguridad. Luchó contra el horrible pensamiento de ya no estar enamorado de su esposo, pero a medida que fueron pasando los días, se dio cuenta de que no podía seguir negándolo.
Se sentía solo, pero Krystal estaba muy fuera de su alcance. Índigo sabía que aún amaba ala autora de cabello castaño, a quien a veces veía en los periódicos u online, pero sabía que no se sentía de la misma forma que antes. No habían hecho el amor en meses. Krystal raramente lo visitaba. Las noches de citas nunca ocurrían, porque no eran posibles con sus horarios. De hecho, si Índigo se ponía a pensar, veía más a Krystal en sus cortas y poco frecuentes videollamadas que en persona.
Volteando la cabeza, miró hacia su cama vacía. La extrañaba. Extrañaba la atracción, las actividades, todo. La distancia era una cosa. La soledad, otra. La falta de comunicación presagió el final, pero fue aquel sentimiento de angustia en el corazón de Índigo el que terminó de sentenciar la condena.
A veces, Krystal pensaba en seguir con su vida, pero su corazón no se lo permitía. Aún amaba a su gigante, a pesar del hecho de que cada noche iba a casa, a "su" tranquila finca, sólo para recostarse en una cama con un lado frío y desocupado al final. Extrañaba las noches en las que se quedaban despiertos susurrándose cosas. Extrañaba los juegos de mesa, los árboles y las películas. La única cosa que le permitía llegar al final del día eran las fotografías de su álbum de bodas.
Índigo estaba obligado a asistir a la fiesta anual de navidad de su compañía, para salvar las apariencias, y tuvo que declinar la oferta de Krystal de regresar a su hogar para las fiestas. Como siempre, Krystal había dicho que entendía y colgó rápidamente después de eso. La falta de argumentos y la actitud pacífica de Krystal le molestaban. Índigo pensó que tal vez, si Krystal hubiera luchado un poco más por su tiempo, habría dicho que sí. Pero luego se recordó que no habría podido decir que sí. Estaba ocupado.
Con una relación árida y fría como el clima, Índigo siguió adelante. Con un trago en su mano y una sonrisa en su rostro, levantó la vista. Fue allí, en la fiesta anual de navidad, cuando conoció a Tamar.
Durante una de las épocas más complicadas en la semana de exámenes de Índigo, Krystal convenció al compañero de cuarto de éste, Klaus, de dejarlo entrar a su habitación una mañana de examen, temprano. Dejó tres de los dulces favoritos de Índigo junto a sus libros de texto antes de ponerse en puntas de pie y poner gentilmente una nota adhesiva en su cabeza. Con una sonrisa, Krystal rió en voz baja antes de volver sobre sus pasos y abandonar en silencio la habitación.
Cuando Índigo se despertó treinta minutos más tarde con su alarma, la primera cosa que notó fue el papel pegado a su frente, previniendo que se frotara los ojos. Removiéndolo, entrecerró sus ojos y miró con detenimiento las letras. Cuando sus ojos se enfocaron, notó que lo que estaba escrito no eran letras, sino ceros y unos.
"01000010 01110101 01100101 01101110 01100001 00100000 01110011 01110101 01100101 01110010 01110100 01100101 00100000 01100011 01101111 01101110 00100000 01110100 01110101 01110011 00100000 01100101 01111000 01100001 01101101 01100101 01101110 01100101 01110011 00101100 00100000 01100111 01101001 01100111 01100001 01101110 01110100 01100101 00100001"
Los ojos de Índigo se dirigieron hacia la parte de abajo del mensaje.
"01010100 01100101 00100000 01100001 01101101 01101111 00100001."
A pesar de haberse recién despertado, Índigo se tomó el tiempo de descifrar la nota. Mientras caminaba hacia su clase esa mañana, rápida y eficientemente copió los números en su teléfono. Usando un traductor, leyó lo que Krystal le había escrito.
"¡Buena suerte con tus exámenes, gigante!"
Finalmente, Índigo tradujo el mensaje más corto del final.
"¡Te amo!"
La navidad pasó y todo lo que hubo fue una tarjeta, enviada por Krystal. Un regalo sencillo también. Krystal no sabía qué enviar, así que envió tres dulces.
Debió haberse sentido mal, y tal vez lo hizo, pero mientras el tiempo pasó, la atracción en la oficina creció. Lo que había comenzado como miradas inocentes eventualmente se convirtió en algo más físico, empezando cuando Tamar tomó la iniciativa y fundió sus labios con los de Índigo.Y cuando Índigo posó a Tamar en su cama, lo hizo con una voz dentro de su cabeza que le decía que ella no pertenecía allí. La voz se mantuvo diciéndole que era la cama de Krystal y suya, pero nunca de Tamar. A eso, Índigo le respondía a su conciencia razonando que Krystal ya no estaba allí, que estaban separados y necesitaba algo, algo que Tamar podía darle y Krystal no.
Antes de que Tamar descendiera en el cuerpo de Índigo, tomó el anillo del dedo anular de su mano y lo quitó, tirándolo a un lado, al suelo, donde cayó silenciosamente.
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10080
RomanceCierto gigante siempre me decía que no tenía sentido llorar al final de las películas que no terminan como nosotros queremos, porque eso no cambiaría nada; y yo le preguntaba por qué estaba tan mal desear un final diferente. Esas palabras no pueden...