Incapaz de soportar la atmósfera tensa, Índigo prosiguió. Tomó unos papeles y los deslizó por la mesa de café hacia Krystal, quien estaba sentado frente a él. Notó que Krystal se movía un poco despacio, pero supuso que simplemente tendría miedo de enfrentar la realidad que aquellos papeles traían.
Mientras Krystal los levantaba y les echaba una mirada, Índigo habló.
–Básicamente estás aceptando que ambos queremos esto. También significa que estás dispuesto a ir a las fechas de la corte y a las juntas donde discutiremos cómo dividiremos todo. Pero Krys, la casa... la casa se quedará contigo, eso te lo prometo.
–¿Me lo prometes?
–Sí.
–Me prometiste cosas en el altar, también –dijo Krystal con un susurro bajo, como un fantasma–. Y aquí estamos. –Sin querer que su esposo tuviera que pensar en ello, gesticuló con la mano y cambió de tema. –¿Adónde tengo que firmar?
–Al final de la página –dijo Índigo. Llevó su mano al bolsillo–. ¿Necesitas un bolígrafo?
–Sí.
Cuando sus dedos se rozaron entre sí al dárselo, notó la temperatura corporal de Krystal.
–¿Tienes frío?
–No, estoy bien.
–Pero tus manos no están frías normalmente. Están tibias.
–Me alegra que lo recuerdes.
Un minuto pasó, y Índigo observó a Krystal sujetar el bolígrafo, pero sin moverse.
–Krys...
–Hey, Índigo –Krystal dijo animadamente, mirándolo con una sonrisa que hizo a Índigo sentir que estaba de vuelta en sus días de escuela–. ¿Puedo pedirte algo?Sabiendo por lo que estaba haciéndolo pasar, Índigo asintió.
–Claro, lo que quieras.
Krystal mantuvo la mirada con dulzura antes de pedir:
–Por favor quédate esta semana conmigo.
–Krystal...
– Índigo, por favor.
–No puedo.
–¿Por qué, Índigo?
–Por Tamar.
Krystal contuvo el aliento. Sabía sobre Tamar. Sabía sobre la chica que respondía las llamadas por Índigo. Aún así, no pudo evitar sentir un golpe de dolor en el pecho.
–Sólo es una semana...
–Una semana es demasiado tiempo.
–Hemos estado casados por casi cuatro años, Índigo –dijo Krystal, con una sonrisa triste–. Una semana es todo lo que pido, gigante.
Índigo frunció los labios.
–¿Qué esperas que suceda en siete días?
Si bien el silencio aumentó, había cierto tipo de calma en el aire. Krystal había apartado la mirada, pero cuando respondió la pregunta de Índigo, lucía solemne y honesta. La mirada cansada en sus ojos la hizo ver inocentemente hermosa y tranquila, y eso fue algo que Índigo no pudo evitar notar.
–No espero que suceda nada... –dijo lentamente Krystal, entrelazando sus delicados dedos–. Por una semana, tan solo quiero que pretendas, Índigo –continuó con una voz que amenazaba con quebrarse–. Quiero que me ames de la forma en que solías hacerlo...
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10080
RomanceCierto gigante siempre me decía que no tenía sentido llorar al final de las películas que no terminan como nosotros queremos, porque eso no cambiaría nada; y yo le preguntaba por qué estaba tan mal desear un final diferente. Esas palabras no pueden...