Flores marchitas

36 8 4
                                    


—La puerta fue azotada con fuerza alarmando a Minho, quien salió de la habitación principal, aunque no haría mucha diferencia, lo sabía, pero no le impedía tener la intención de proteger la casa de aquel que le ayudaba a poder morir en paz. Pensándolo seriamente, era, quizás, la única manera de agradecerle, al menos hasta que pudiera morir al fin y dejarlo ser libre.

—Minho ya estoy en casa.

De solo escuchar la voz de Taemin el fantasma fue a su encuentro totalmente feliz, verlo regresar se sentía tan bien que no podía describirlo, y por más que tratará no entendía la razón. Sencillamente su presencia le daba paz. Posiblemente se debía a la soledad y tener un amigo ahora era más valioso que antes.

—¿Qué traes en la bolsa?

—Pastillas, ¿recuerdas que te hablé de mi herida?, pues debo tomar medicamente todavía por los espasmos de dolor que a veces me dan, aunque, desde que pasó esto no los he sentido, aún así, el médico me dijo que no dejará de tomarlas o podría sufrir mucho cuando los espasmos regresarán.

Hablarle resultaba sencillo, no estaba forzado a ser amable, mucho menos fingir tener los mismos gustos como alguna vez llego a hacer, podía pasar horas tratando de explicarle un poco de su vida y Minho estaría haciendo lo mismo enseguida.

Quizás al inicio realmente tuvo miedo, pero al convivir más de seis meses con Minho todo se transformó, en un ambiente agradable. En el caso contrario era lo mismo, pasar meses a oscuras y de pronto estar en el mundo de los vivos supuso un cambio radical y más si esto se veía combinado con un chico como Lee. Tan vital y dispuesto a ayudarle a morir.

Cuando la tarde llegó dos chicos se encontraban tranquilos mirando la televisión platicando su siguiente movimiento, Yuri ya no podría ser de apoyo ahora que Taemin sabía los sentimientos de Minho respecto a ella. Estaban en la misma zona donde comenzaron, sin saber qué hacer.

—Mañana vendrá nuevamente Key, quiere platicarte de algo que encontró la semana pasada cuando salió de viaje con sus padres. No quiso decirme nada, debe ser realmente importante.

—La última vez que vino pude ver que es un buen amigo tuyo, ¿desde cuándo lo conoces?

—Podrían ser más de diez años quizá, realmente ha sido un gran amigo, es como un hermano para mí, siempre nos gustó lo relacionado con cosas paranormales, pero nunca creíamos poder tener una experiencia como esta. Es tan extraño, si se lo contara a otra persona seguramente me consideraría loco. ¿Tuviste algún amigo cercano cuando estabas vivo?

—Sí, era algo popular, aunque no lo creas, no pensé en eso, busca en línea mi perfil seguro podría haber información de mi mejor amigo ahí.

Buscar el nombre de Choi Minho en línea le mando varios resultados, pero no era lo que buscaba, al menos no hasta entrar en un portal de la escuela donde podía verse un anuario digital donde el nombre del fantasma resaltaba en una generación en la sección de deportes.

“Choi Minho llevó el equipo a la gloria”

Se veía tan feliz, vital y pleno ahí que los ojos de Minho se comenzaron a llenar de lagrimas hasta terminar llorando queriendo tocar su fotografía, por mucho tiempo soñó con terminar la carrera para la que se preparó tanto y en un segundo todo se volvió una mancha grande de sangre en su habitación, si tan solo lo hubiera sabido, habría reído con mayor fuerza esa tarde, habría ayudado a su mejor amigo a encontrar el amor y no decirle que tenían tiempo de sobra, si tan solo no hubiera muerto.

La mirada de Lee seguía penetrante en ese rostro varonil y sin vida, no sabía qué decirle, nada era correcto, no supo qué hacer más que acercarse y abrazar su frio cuerpo mientras sentía los espasmos de su llanto. Él quería vivir tanto como nunca creyó posible, recordaba que cada día su mamá le cuestionaba de esas ganas de salir y ser feliz. Pero Minho solo decía que era como si una fuerza le dijera que lo hiciera, que disfrutará todo porque le esperaba algo o alguien mejor así que tendría que luchar por esa felicidad.

INCLUSO ASI...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora