IX

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|Aviso| Las partes escritas en letra cursiva son recuerdos

La vida que dejas

La llave se escurrió entre sus dedos cayendo al suelo.

«No es real, no es real» pensó una parte de ella enloquecida por el pánico. Su mano espectral se estiró de nuevo hacia ella, casi rozando su piel. Aquello quebró su parálisis, obligándola a retroceder hasta la pared. Tropezó y cayó sobre la polvorienta madera. Miró la puerta que daba a la escalera al otro lado del desván.

- No tengas miedo Mara, soy una amiga - susurró la silueta sin rostro acercándose a ella con lentitud. Su voz resonó en sus oídos haciéndola estremecer.

Sus ojos dilatados observaron sus movimientos con temor. Su pequeño cuerpo temblaba y rogaba salir de allí. Pero no era capaz de moverse.

- No te haré daño, créeme - se agachó junto a ella y le acarició la mejilla. Sus fríos dedos rozaban su piel como si se tratasen de una suave brisa.

Quería gritar, sin embargo de su garganta no salía ningún sonido. El espectro colocó ambas manos sobre sus mejillas haciendo a Mara cerrar los ojos con fuerza. Se inclinó hacia ella, apoyando su frente en la contraria con delicadeza. Mara sintió que se le cortaba la respiración y cómo de repente su cuerpo era envuelto en una asfixiante oscuridad. Dolía.
No era un dolor físico, puesto que ya no sentía sus extremidades, pero tampoco uno que hubiese experimentado antes. Empezó a sentir una presión angustiante en su pecho, como si alguien empujara con insistencia contra él. «No quiero morir» fue el primer pensamiento que cruzó su mente.

Al fin reaccionó con una fuerte bocanada, tratando de recuperar el aire que faltaba en sus pulmones. Con un estridente grito se retorció en el sitio tratando de escapar y golpeando su espalda contra la pared. Después se arrastró con desesperación por el suelo tirando un par de cajas, intentando alejarse de aquello.

- ¡Mara! - gritó la anciana subiendo las escaleras con rapidez. Tanteó el interruptor, cerró la puerta de golpe y examinó el desordenado desván encontrando a Mara encogida entre unas cajas. Corrió hasta ella y se agachó a su lado - ¿Qué haces aquí arriba?

No obtuvo respuesta. La chica al verla se lanzó a sus brazos sollozando. Sintió la calidez de su cuerpo, totalmente opuesto al frío que le había hecho sentir la cercanía de aquel ser. Unos segundos después, la anciana la separó de ella obligándola a mirarla a los ojos.

- ¿Cómo se te ocurre venir aquí arriba? - regañó, un destello de miedo pasó fugazmente por sus ojos oscuros. La agitó con insistencia -. ¡Contesta! Te dije que está prohibido.

- Abuelita - murmuró con un hilo de voz. La miró y se limpió sus ojos vidriosos con el dorso de la mano-. Lo siento.

La anciana suspiró llevándose la mano al puente de la nariz. Se levantó y cogió la llave del suelo, guardándosela en el bolsillo. Después volvió con Mara y le extendió la mano.

- Vamos abajo ahora mismo. No deberíamos estar aquí.

Cuando cruzaban el umbral de la puerta escuchó una risa. Giró en redondo y se quedó contemplado la habitación. «No es real» pensó agarrando la manga del jersey de su abuela.

Sus párpados se abrieron de golpe y una lágrima traicionera se escurrió por su mejilla. Escuchó los continuos pitidos del monitor al que se encontraba conectada. Observó el blanco techo mientras empezaba a sentir las manos a ambos lados de su cuerpo inmóvil. Sintió la áspera tela de la sábana entre sus dedos. Después desvió la mirada hacia el fondo de la habitación, examinó su alrededor. Estaba en un hospital, había sido sólo un sueño.

Más allá de un sueño ;; TUADonde viven las historias. Descúbrelo ahora