"Cap 39" ¡Zorra maldita!

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2 semanas después

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2 semanas después...

La paciencia es una virtud, excepto cuando se trata de apartar los inconvenientes. {Margaret Thatcher}

La salud mental de Josh dependía de un hilo, todo se había complicado para él, sabía que no era fácil tratar con Esther pero debía intentarlo, no le quedaba de otra, su paciencia se había agotado, estaba al borde de la locura al no saber dónde se encontraba su amada.

— Jefe debe tranquilizarse...

— ¡No me digas eso! ¡no sabemos donde está! ¡qué le hicieron! ¡o si acaso está viva!

De sólo recitar esas palabras sentía como se le desgarraba el corazón; no soportaba tenerla lejos, ya la había tenido lejos por mucho tiempo, pero este caso era diferente.

— Hijo, debemos hablar.

El día iba de mal en peor.   Josh no suele tener mucha conexión con su padre, siempre que este le buscaba tenía un común denominador; problemas.

— Hola papá, ¿cómo has estado? yo bien gracias por preocuparte, lamento no haberte llamado estas semanas, pero... nah, me vale madres no haberte llamado.

— Ya basta esto es importante.

— Siempre es importante papá, pero esta vez no tengo tiempo para tus caprichos, tengo cosas más importantes que hacer.

— No creo que sea tan importante como lo que yo tengo que contarte.

— ¿Ah no?

— El infiltrado ha sido secuestrado.

— A Sky la secuestraron.

La manera en la que ambos lograron hablar sus aflicciones al mismo tiempo los hizo enmudecer.   Ambos tenían miedo de la reacción del otro, nadie se acercaría a ellos; todos tenían conocimientos del temperamento que ambos se cargaban, si Josh era alguien violento, fue porque lo heredó de su padre.

— Debe ser una broma... llevaste a esa chica a nuestra casa, con tu madre.

— Espera, no empieces a sacar conclusiones, ella no está sola, hay dos hombres con ella.

— ¿Entonces son tres secuestrados?

— Si papá.

— ¿Sabes quién los tiene?

— Si.

— Habla, — exigió impaciente su padre, pero no obtuvo respuesta, cosa que lo hizo asustarse aún más — hijo... ¿quién los tiene?

Luego de un rato estar pensándolo, decidió rendirse. — Esther...

— Mierda.

Sin embargo, ese no era su mayor problema.

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