6. Despedida

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— ¿Estás segura de lo que estás por hacer?

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— ¿Estás segura de lo que estás por hacer?

— Sí.— murmuro mientras doblo una blusa.

— ¿100% segura?

— Sí, joder, estoy segura ¿Cuántas veces tengo que repetirlo?

Estoy a dos días de empezar una nueva etapa de mi vida para irme a Canadá y mi familia no deja de preguntarme cada dos malditos minutos si estoy segura de eso. Mi madre y mi hermana estaban ayudándome a hacer la maleta. En realidad estaba detrás de mí nombrando todas y cada una de las razones por las que esto era una mala idea. Sabía que lo hacían porque se preocupaban, a nadie le gusta ver a su hija marcharse al otro lado del mundo por un chico que ni conocía, pero soy lo bastante mayor para tomar estos riesgos y aunque nadie me crea sabia el riesgo de lo que hacía. Que nadie me creyera, apestaba.

— Entonces dices que trabajaras de niñera y seguirás tus estudios allá.— mi mamá afirmo.

— Sí, Vivian y Joe fueron muy amables en dejar que me quede con ellos hasta que encuentre algo, a mí tampoco me apetece vivir con desconocidos.

— ¿Y después?— mi hermana cuestiona.

— Y después nada, tengo contrato con ellos por un año.— doblo un vaquero y lo meto en la maleta.

— Y todo esto por alguien que no conoces, Alexa.— mi mamá niega con la cabeza.

Tiro el pantalón con fuerza y las miro enojada.

— Está bien mama, he aguantado tus malos comentarios toda la semana y realmente no necesito esto.— tomo una chaqueta.— Te amo, pero no puedo estar aquí mientras me comes el puto cerebro.

Odiaba perder los estribos. Me hacía sentir culpable de cosas que no tenía porque. Mi madre me amaba y quería lo mejor para mí, lo entendía. Pero me había cansado de entender las reacciones y comentarios de mierda de todos, por una vez que piense en mí no va a hacerle daño a nadie.

Tenía poco tiempo antes de marcharme, y lo que más me dolía dejar era a mi familia para ir a cuidar de dos niñas que no conozco. Ni siquiera se me dan bien los niños. 

Realmente no quería volver a casa, quería un poco de paz antes de irme al extranjero por un año a vivir una vida de cambios y amor, lo último estaba en pendiente, pero tenía fe de que todo saldría bien.

Pasada las siete de la tarde vuelvo a mi rumbo. Había visitado todos los lugares que extrañaría cuando me vaya. Los helados frente a la plaza que eras los mejores que había probado jamás, la casa de mi abuela a quien iba a extrañar como una loca, visite la tumba de mi abuelo y le cambie sus flores y al volver pase por la panadería por los bollitos de queso.

Me quedaban dos en la bolsa cuando entro al living. Quería darme una ducha e irme a dormir, aunque nada de eso fue posible con la luz completamente apagada.

— ¿Qué carajos...?

— ¡Sorpresa!

La bolsa con los bollos sale volando cuando veo a toda mi familia arrinconada con una gran sonrisa. Completamente confundida doy un paso hacia delante. Mis ojos pasan por cada objeto, cada cara, cada decoración tratando de procesar todo.

Una mesa llena de comida, banderas de Canadá y un gran cartel que decía ¡Te extrañaremos! Decoraban la sala.

— Wow.— digo admirando el lugar.

Mi mamá se acerca como si fuera un león que está a punto de comerla. Me aparta del bullicio y me mira con arrepentimiento.

— Siento mucho lo que ha pasado entre nosotras, yo solo quiero cuidarte.— me acaricia el pelo.— Aunque crezcas siempre serás mi bebe.

— Mama...— el labio me tiembla.

— La familia está aquí para despedirte, les he dicho que te vas por la universidad, para que te ahorres las explicaciones innecesarias.

— Gracias mama.

La abrazo tan fuerte como puedo, pensar en que en dos días no tendrías estos brazos para refugiarme me hizo apretarla más fuerte.

— Nunca subestimes mi amor por ti, haría cualquier cosa por verte feliz, y si irte a Canadá a buscar un amor lo hace, entonces te apoyaré.

— Nunca haría nada sin pensarlo un millón de veces, sé a lo que me enfrento.

— Tengo la certeza de que crie hijas muy inteligentes y capaces de todos, nunca dude de ti.

Me separo del abrazo y miro a mi familia en mi falsa despedida. Lo prefería así de todos modos. No me avergüenzo de los motivos de mi viaje, pero ¿Cómo le explico a mi tía de setenta años que iré a ver a mi alma gemela que ni siquiera conozco? Algunas cosas es mejor dejarlas en privado.

Y si esto sale mal me estoy ahorrando que me lo recuerden cada cena familiar en Navidad.

Luego de una breve conversación con mi hermana parecida a la que tuve con mi madre, me acerque a saludar a todos. Sus caras se transformaban en orgullo cuando me veían y me felicitaban por mi viaje. Si no les estuviera mintiendo a todos en la cara se sentiría lindo.

— Mentirosa.— alguien me habla de atrás.

— Ivy.— sonreí al verla.

— Cuando tu madre me dijo que estaba organizando una fiesta de despedida porque te ibas a estudiar a Canadá, no sabía qué decirle.— se ríe.— Pero cuando la estaba ayudando, se enteró de que ya sabía.

— Me imagino, bueno, no la culpo, yo le dije que no dijera nada.— miro como mamá habla con mi tía.— No quiero a nadie más llamándome loca.— sonrió triste.

— Hey.— me empuja.— No hay nadie que crea más en ti que yo, pero no nos puedes culpar amiga, tu idea es alocada.— es mi turno de empujarla.— Pero te apoyamos.

— Si lo sé, y eso es, en algún modo, reconfortante.— la miro.— Gracias Ivy.

— Hola.— se escuchó por toda la habitación.

¿De dónde ha sacado mi madre un micrófono? Me tapo la cara con vergüenza cuando empieza hablar de mi niñez y como corría desnuda por la casa. ¿Cómo era esto relevante para mi viaje?

— Ha crecido tanto mi niña.— se seca las lágrimas y mis tías la imitan.— Los sueños se cumplen, tú lo sabes más que nadie.

— Nos tienes a todos en tu bolsillo con esta idea alocada.

— El proceso de ser llamada loca fue bastante difícil.

— Cuando te estés comiendo a tu Canadiense, todo esto parecerá una papilla en comparación.

Soulmates || Charlie Gillespie.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora