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ᔕᗩᑎᒍI - GᗩTO


Sanji nunca iba a experimentar cómo era ser el favorito de la familia. 

Era triste, pero lo tenía asumido. Se preguntaba qué habría hecho para merecer en una familia que no lo quería y en la que lo obligaban a ser alguien que no era. ¿Acaso era él un fallo? ¿Un error? ¿Por no ser como ellos querían?

No soportaba las burlas y golpes de sus hermanos, Ichiji, Niji y Yonji. Reiju, por suerte, no se metía en los altercados, pero, por desgracia, tampoco hacía nada para evitarlos ni detenerlos.

—¿Por qué he tenido que nacer en esta familia? ¿Por qué he tenido que nacer? —musitaba entre dientes bajo la lluvia, con un chubasquero amarillo y un paraguas rosado en mano. Caminaba por las calles hacia el hospital en el que se encontraba su madre y una cesta en mano; le había preparado un delicioso manjar siguiendo un libro de recetas que logró robar de la librería. 

Al principio sus platos eran incomibles, sí, pero, poco a poco, iba mejorando. 

—Espero que le guste... —Esbozó una sonrisa y abrazó el cesto con un brazo junto a su pecho. Le encantaba ver la sonrisa de su madre al probar un bocado. Algo en su pecho le hacía sentir bien; un vuelco le daba el corazón, calidez corría por sus venas y sus mejillas dolían al intentar reprimir una sonrisa. Ver a otra gente feliz era, para él, un regalo. 

Quizá, ya que él no podía serlo, extrapolaba sus deseos en las otras personas, intentando ser mejor persona y ayudando a todo aquel que lo necesite. Porque, al fin y al cabo, a él le hubiera gustado que alguien lo ayudara, ¿no es así?

—¡Miau! —Un maullido lo sacó de sus pensamientos.

—¿Qué ha sido eso? —susurró.

—¡Miau!

Ahí estaba de nuevo el sonido. Venía de un callejón ancho e iluminado. Había una caja de cartón mojada en una esquina al lado de una farola, en un intento de proteger al animal que había dentro.

—¡Miau! —Había un gato con las patitas apoyadas en el borde de la caja, maullando hacia el rubio niño. Sanji, mirando a ambos lados de la solitaria calle, se acercó, cubriéndolo con el paraguas.

—¿Qué haces aquí solo? —Le preguntó sin esperar respuesta—. ¿Te han abandonado?

El gato siguió maullando, como si quisiera formar parte de la conversación.

—¿Tienes hambre? —Dejó el cesto en el suelo y sacó el bento que le había preparado a su madre—. Tengo sardinas... Seguro que a mamá no le importa una o dos menos. —Cogió uno de los pescados y se lo dio al gato, el cual lo engulló con gusto, relamiéndose los bigotes con alegría. 

Sanji rio y lo acarició.

—Tú también estás solo, ¿eh? —susurró entre caricias, y el gató ronroneó contra su palma—. Supongo que tú y yo somos iguales...

Si algo tenía Sanji, era un gran optimismo. Pese a sus preocupaciones de minutos antes, volvió a sonreír como si nada. Hoy había podido ayudar a un gato callejero. Sin su ayuda, quizá, el gato no habría podido comer hasta dentro de días o peor. Él había marcado la diferencia, por muy pequeña que fuera. 

—Quizá he nacido para esto... Para ver sonreír a los demás, porque eso es lo que me hace sonreír a mí. —Le acarició la cabeza con cariño, y el gató maulló con ojos brillantes.

—¡Miau! —Le lamió los dedos en busca de restos de sardina, y Sanji rio.

—Me haces cosquillas. —Se irguió, dejándole otro pescado—. Bueno, ahora tengo que irme... Mi mamá también necesita que la haga sonreír. ¡Hasta luego! —Se despidió con la mano únicamente llevándose el cesto, puesto que dejó el paraguas como cobijo para el gato.

 ¡Hasta luego! —Se despidió con la mano únicamente llevándose el cesto, puesto que dejó el paraguas como cobijo para el gato

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cortito pero intenso

𝟕 𝐡𝐨𝐫𝐚𝐬 || ᴏɴᴇ ᴘɪᴇᴄᴇ ᴠɪɴꜱᴍᴏᴋᴇ ᴡᴇᴇᴋDonde viven las historias. Descúbrelo ahora