Capítulo IV: Los idiotas son una plaga mundial

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Sandy se pasó recordando combinaciones numéricas las siguientes dos semanas antes del comienzo de clases. Al parecer todos los extraños números largos que Elena la hacía memorizar eran claves de cuenta de banco. Por lo que estuvo ocupada en llamadas en italiano que medio entendía hasta que consiguió una tarjeta a su nombre con una gran suma detrás.

—Dentro de la carta acordamos tener un seguro de emergencia para cada una. Imagino que esa cantidad es la que Elena acumuló durante dieciséis años—le comentó Marlene.

Con dinero en mano y el permiso de Marlene salió a buscar algo mejor que ropa interior de caricaturas. Luego de salir con varias bolsas Marlene la recogió en la entrada del centro comercial.

—Veo que conseguiste todo lo que buscabas —señaló levantando las cejas —, pero vaciar tu cuenta bancaria no es la idea, ¿Lo sabías?

—No soy una compradora compulsiva.

—Solo digo —sonrió.

Sandy creyó que regresarían a la casa, pero Marlene detuvo el auto frente a una confitería. Se bajó e hizo un movimiento de mano para que la acompañara. Al ingresar el apetitoso aroma del chocolate inundó sus fosas nasales. Dos puertas junto al mostrador se abrieron dejando pasar a una mujer rubia de casi la misma edad que Marlene.

—Buenas tardes, ¿En qué puedo ayudar... —inició bajando la voz poco a poco —. Oh, Sparks —continuó con un tono algo despectivo —, todo un verano sin verte. Veo que tienes una acompañante.

—No te fallan aún los ojos, Juliette. Venimos por uniformes.

—Bien. Pasa, ya sabes el camino.

Marlene comenzó a andar y atravesó las puertas por donde la rubia había entrado, pasaron a una calurosa cocina y por medio de otra entrada llegaron a una habitación con telas y cajas por doquier. Se podía distinguir solo un largo escritorio, retazos de seda colgando del techo y un par de vestidores.

La mujer denominada Juliette rebuscó dentro de las cajas y dejó diferentes prendas embolsadas sobre el escritorio. Luego las juntó y las puso en las manos de Sandy.

—Creo que esto podría quedarte.

—De acuerdo.

—¡Pruébatelo!

—¡Oh! Sí, ya voy.

La joven ingresó en uno de los vestidores y comenzó a cambiarse. Mientras tanto Juliette hablaba con Marlene cuando guardaba su teléfono.

—Entonces ella es...

—Es...mi sobrina, sí.

—Y se llama...

—¡Sandy! —gritó la joven.

—Sia —contestó Marlene al mismo tiempo.

Todas se quedaron calladas.

—¿Cómo lo prefieres, linda?

—Sia está bien.

¨Tiene más actitud¨ pensó. 

Una vez lista salió del probador.

El uniforme estaba compuesto por falda y blazer azul marino con detalles dorados junto con una camisa blanca.

—Le va bastante bien. ¿Quieres medias o calzas?

—¿Se pueden ambas?

—Por supuesto.

En ese momento se abrió la puerta.

—Buenas tardes Juliette, solo necesito el blazer y una camisa, el pantalón aún me queda bien —dijo el joven alto de cabello castaño que había ingresado al lugar mientras miraba su móvil —. Mamá, no digas nada de las medias, están bien —levantó la vista buscando a su progenitora, pero lo primero que encontró fue una Sandy sorprendida. La contempló ceñudo unos segundos y se dirigió a su madre —. ¿Qué hace ella aquí?

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⏰ Última actualización: Feb 19, 2021 ⏰

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