Capítulo Two

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Llegué a mi casa y me cambié el uniforme por algo casual: un pantalón suelto de mezclilla azul marino, una camiseta de cuadros azul y negro, un par de tenis/botas cafés.

Lo sé, es muy cliché esta forma de vestir, pero es la moda hoy en día, y básicamente es un poco mi vida estilo.

Supe que la fiesta comenzaba a las 7 de la noche, así que no corro con prisa.

Y no lo podía creer, "¿En serio iré a una fiesta? ¿Con una chica?"

Típico simp.

-Ahora lidiar con un problema pesado.

Me dirigí a la pequeña sala y ahí se encontraba.

- Déjame adivinar. - Intenta intuir mi tío, disfrutando su día libre y su segundo amor, el sujo. - Quieres que te preste mi potro y te de permiso para de ir a una fiesta, y regresarás mañana en la mañana.

A pesar de que está un poco bajo el efecto, mantiene su seriedad en todo momento, mientras permanece sobre un viejo sillón con un vaso lleno en la mano, y escuchando músicas de baladas.

"Espera, ¿Cómo demonios supo ese plan?"

Por un momento estuve a punto de rendirme con mi petición, pues ésto es algo nuevo para mí, nunca antes había salido a ningún lugar, y mucho menos le había pedido el carro.

- Está bona. Solo porque tienes que salir a distraerte. Tengo que descansar yo de ti. Y regresarás antes de mañana.

Me respondió relajado, incluso sonrió.

- Muchas gracias, HeeChul-nim. - Agradecí, aunque yo no pareciera entusiasmado, pero por primera vez, lo estoy. Tal vez porque podré conocer al fin alguna chica.

- ¡Pero eso sí!... - Volvió a ser serio, es inevitable tenerle respeto por miedo a sus regaños.

- No te vas a llevar mi potro, me costó mucho conseguirlo para que le vuelvas a soltarle otro puntazo. - Pará volver a darle otro sorbo de su vaso.

"Miren quien lo dice. En fin, la hipotenusa." Pensé.

Una vez él había chocado de reversa contra el carro del vecino, dañando en gran medida la parte delantera de aquel frágil auto eléctrico. Mientras al Mustang sólo se le quebró parte del parachoques trasero y una de las calaveras desechas, además de los rayones en la pintura. Y él desgraciado me echó la culpa a mí.

Pero bueno, ahora me dirijí hacia la cochera.

- Otra cosa, - me vuelve a detener. - Conduce con cuidado, no arrebases a más de 80 kilómetros.

Pero está vez más estricto de lo normal, una de las facetas que más me pone los nervios de punta.

"No cabe duda que también tengo al enemigo hasta en mi propia casa."

- No te preocupes por eso. Respondí a la brevedad - ¿Es todo?

Él asintió y le doy la espalda para ahora si irme.

- Ah sí, y otra cosita más, sobrino. - Y otra vez me vuelve a detener. - ¡Que ni se te ocurra dañar ninguna nave, cabrón! - Bufa, nuevamente está "bromeando". - Oh lo pagas de tu bolsillo.

- Sí, no tengo tu mismo vicio.

Y por fin me dirigí a la cochera, mientras oí algunas risas la cual me tranquilizó, señal de que no tendré un castigo por llamarlo alcohólico.

Además del roñoso pony anciano, tenemos otras tres naves, uno que cubrí con una sabana blanca que es también de mi tío, y otro que está destapado, pero no sirve.

Corredor desadaptado (Yeri y Tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora