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Un adolescente de cabello azabache y ojos azules se paró en frente de él, sonriéndole. Le entregó un ramo de rosas. Stiles lo miró con la ceja alzada.

—Ya hablamos de esto, tengo veinticuatro, soy demasiado mayor para vos.

—Nadie dijo que las rosas eran un gesto romántico, podría ser porque sos mi profesora favorita.

Stiles rodó los ojos.

—La próxima por lo menos tráeme una caja de chocolates.

—Tal vez si vamos a una cita...

—No—le cortó—Tenés quince y sos mi estudiante. No importa que nuestras familias se conozcan, o nuestras vidas fuera del colegio. Mientras seas menor de edad, la respuesta es no.

—Mientras sea menor de edad— repitió el adolescente— Te voy a tomar la palabra.

***

— ¡Fue divertido mientras duró, pero me acaba de llamar mi sobrina que mi hermano está por ofrecerse como sacrificio, entonces...!

Parrish se dio vuelta en dirección a dónde provenía la voz, un hombre de cabello largo atado. Estaba vestido sólo con una manta alrededor de la cintura (una que seguramente le habían dado en la comisaria), dejando a la vista unos marcados abdominales, Parrish se dio cuenta que no era el único mirando. El hombre tenía las muñecas esposadas, pero estaba parado y caminando hacía la puerta, con la clara intención de irse. El oficial de policía que lo había traído suspiró, claramente harto, y lo frenó.

—No va a ir a ningún lado, señor. Usted estaba incumpliendo la ley, no puede irse hasta que no vengan a pagar la multa, ya se lo expliqué— el oficial miró a su alrededor y captó la mirada de Parrish— ¡Parrish!

Uh.

—Podes ayudarme, está por terminar mi turno y necesito que alguien llene el formulario. El hombre andaba desnudo por la calle. Ya tuvo su llamada— le informó. Cuando mencionaron lo que hizo, el hombre le guiñó un ojo y fingió pistolas con sus dedos juguetonamente. El oficial no esperó su respuesta si no que enganchó al hombre a su escritorio y se fue, casi corriendo.

Parrish suspiró. La próxima vez no iba a mirar tan abiertamente.

— ¿Nombre? — le preguntó, mientras sacaba un papel para anotar.

—Stephen Argent —Parrish asintió, bajó la cabeza para escribir pero podía sentir la mirada penetrante del otro hombre— Déjeme decirle que si se necesita que me metan preso para que nos conozcamos, vale la pena.

Parrish casi se atraganta con su propia saliva, y levantó la mirada abruptamente. Argent lo miraba con una sonrisa ladina.

—Sr. Argent...

—Usted parece alguien que sabe, oficial...— Argent alargó la palabra, esperando un nombre.

—Comisario Parrish.

—Comisario Parrish— el otro hombre pareció saborear la palabra, diciéndola lentamente. Parrish juró que escuchó un tinte de sorpresa ante el título comisario— Me encantaría quedarme a charlar, porque le aseguro que —lo señaló— las personas en uniforme son mi tipo, pero mi sobrina me llamó y me dijo que su padre se había entregado a un druida oscuro para ser su sacrificio, por lo que entenderá...

— ¿Y su hermano...es parte de un culto?

—No, el druida oscuro se lo llevó porque necesita para último sacrificio, que son guardines— Parrish estaba seguro que el hombre le estaba tomando el pelo.

LokisonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora