Desperté con un horrible ardor en mi muñeca, abrí mis ojos con cuidado y mire mi cuerpo amoratonado. Ahogue un grito de miedo y asco al ver la venda que cubría mi mayor herida sangrar de esa manera, me senté y lloré, ¿donde estaba? ¿Me habían secuestrado? ¿Me habían hecho algo? Rezando miré a mi alrededor buscando algún indicio de violación más me quede un poco tranquila cuando vi que no había nada. Era una sala pequeña, con sillones de cuero negro y viejo, a los costados del más grande (en donde yo me encontraba recostada) habían dos mesitas de madera oscura y vieja con dos veladores de metal pintados de un bonito y elegante color bronce, en la mesita derecha habían unas viejas vendas, un recipiente con agua y un trapo humedo. El lugar tenía las paredes de un amarillo viejo y el suelo era de madera oscura, la habitación tenía ciertos aires de humedad y polvo debido a los libros viejos que se encontraban tirados y, algunos pocos, apilados en el suelo, justo en frente del sillón de cuerpo completo habían unas escaleras de caracol que llevaban a algún lugar arriba, y a mi costado izquierdo había un agujero que llevaba a una cocina iluminada por una luz amarillenta, a mi derecha otro agujero que llevaba a un largo pasillo mal iluminado con 5 puertas.Las lágrimas volvieron a caer luego de un leve picor de ojos, como quien toca la puerta antes de entrar, como quien pide permiso antes de hacer nada… con mis brazos abracé mis rodillas y me fuí encogiendo hasta que una mano cálida tocó mi hombro, me voltee y allí estaba otra vez ese muchacho rubio, sin decir nada tomó con una delicadeza impresionante mi brazo derecho y observó el corte, luego se apartó de mi y abrió un cajón de donde sacó unas pastillas y vendas que luego me tendió, quería agradecerle a pesar de la vergüenza que sentía por lo que sin pensarlo y hablando torpemente pronuncié despacio un "Gracias" que permaneció en el aire como si no hubiese terminado de hablar, y es que claro, mi brillante mente no se dio cuenta de que no sabía el nombre de a quien agradecer.
-Aiden- Habló con tranquilidad, sus ojos se encontraron con los míos, él no sentía nerviosismo, odio, pena… no había absolutamente nada.
-Soy June, es un gusto Aiden- dije con una sonrisa dulce en los labios, volví a mirar mis heridas y con tristeza contenida le pregunté:
-¿Tú me curaste?
-Sí, llegaste tambaleandote y luego caíste al suelo…-No parecía ser muy hablador, por lo que pensé que lo mejor sería ser yo la que hablara.
-Gracias Aiden, ¿eres el fundador del club de jardinería no es así?
-Sí
-Y…- fui cortada antes de volver a hacer una pregunta.
-¿Quien te hizo eso?
-No es nada enserio- su mirada seria y glacial me frenó antes de seguir diciendo tontas evasivas-
-Fueron Erika y dos chicas más…- dije de forma enfermiza y depresiva, mientras miraba mis brazos con una sonrisa triste y lágrimas.
No volvió a hablar y me dejó descansar en aquél cómodo sillón de cuero negro.
Él fue a la cocina y al regresar me tendió un vaso con agua, mientras señalaba las pastillas que hace rato me había dado.
Comprendiendo puse la pastilla en mi boca y bebí el agua, su sabor era amargo.
-Gracias- él sólo asintió y se sentó en una silla a mi lado.
-¿Qué es éste lugar?- dije, pareció dudar antes de responder.
-Mi casa, es debajo del club de jardinería- eso era raro, pero conteniendo las ganas de saber más me callé, si no seguía hablando lo tomaría como que no quería decir más que eso.
Luego de un cómodo silencio le pregunté suavemente la hora, eran las 11 p.m… Debía volver a casa y prepararle la comida a Samantha, ya a esta hora debería de estar super enfadada por no haber comido.
Él sólo asintió y se levantó de su lugar, con movimientos tranquilos y elegantes, para luego ayudarme, en silencio y sin dirigirme la mirada, a estar de pie y subir las escaleras. Al salir de allí y debido a que ninguno de los dos hablaba me dediqué a pensar en cuando había sido la última vez que alguien, que no fuese Drew, me había tratado con tal amabilidad, al estar tan ensimismada, tardé en contestar y entender su pregunta, lo miré confundida, mientras caminabamos, pero cuando se volteó hacia mí con una mirada sumamente seria la respuesta salió sola y tartamudeada.
- E-En avenida Elíseos al 1666- se dio la vuelta mas pude escuchar una suave risa por su parte. El camino a mi casa fue en un cómodo silencio, cada uno pensaba en sus cosas, mandandonos muy cortas miradas, hasta que llegamos a la puerta blanca que daba a la casa de mi tía Samantha, él se quedó parado a mi lado mientras yo sacaba las llaves de adentro de mi mochila, luego de que abriera la puerta, se quedó mirandome a los ojos con esos bellos obres avellana, y los pequeños pero brillantes destellos verdes de estos dificultaban mi tarea dar las gracias, soltó mi mano lo cual me provocó un incómodo vacío, y se dio vuelta, volviendo hacia el instituto, de mí boca salió un torpe y ruidoso "gracias" a lo cual él se detuvo y giro un poco su rostro, dejándome ver una pequeña sonrisa ladina y un deje de cariño, mientras levantaba su mano a modo de despedida.
así siguió su camino, perdiéndose en la oscuridad, que cuando estaba a mi lado, no había notado que nos rodeaba.
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El dragón que se enamoró de la princesa.[Pausada por estancamiento mental]
RomanceEl príncipe soñado no existe y June Frostkiss lo tenía más que claro, siempre humillada por el género masculino, ya desde sus 14 años se había cansado de buscar al común y amable blondo con el cual todas, de niñas, soñamos. Si no existía tal rumor ¿...