Al día siguiente, el sol asomaba entre los montes que cobijaban la anciana estructura de la escuela. Su luz corría entre la hierba y se alzaba sobre sus altos muros, saludando por cada ventana para dar los buenos días a los alumnos que ya ocupaban sus asientos en las aulas.
Pero para Freddy Trucazo y Paola, la primera hora de clase de aquel día era de Vuelo con la señora Hooch. Estaba lejos de sentirse medianamente satisfecha con los acontecimientos del último partido, y como castigo dedicarían la hora a esquivar quaffles y así aprender tanto el peso de atacar de semejante manera a un compañero, como a esquivarlos y no acabar en el suelo.
"¡Cuidado!" Exclamó Paola, por poco logrando advertir a su compañero a tiempo para que pudiese esquivar la quaffle, pero pese a su llamada, Freddy no logró esquivar la pelota a tiempo para evitar el ataque y cayó al suelo tras recibir un golpe en el pecho.
Paola ahogó un grito y se apresuró a socorrerle, dejando la escoba en el suelo. Freddy gruñó por el impacto, incorporándose lentamente. Ahora sentía una oleada de calor esparcirse por su pecho con una fría punzada en el centro del golpe como núcleo.
"¡Freddy! ¿Estás bien?" Preguntó, arrodillándose a su lado, frunciendo el ceño levemente, preocupada. Sus manos se movieron rápidamente, acunándole el rostro para revisar si había sufrido algún tipo de daño. "Menudo golpe..."
Él, dejando escapar un pesado suspiro, se sacudió el uniforme dándose frustrados manotazos en la ropa. Le dolía la espalda y sentía que le temblaba el labio inferior; los golpes de las quaffles le dolían más que ninguna otra.
"Me cago en dios," maldijo entre dientes, presionándose el punto del golpe, intentando calmar el pulsante dolor. "Estoy puto gilipollas neno, ¡menuda mierda!"
Paola, sorprendida por la retahíla de maldiciones y grotescas expresiones del Slytherin, no pudo evitar sonrojarse. No estaba acostumbrada a oír tantas groserías de alguien que no fuese Gustabo, e incluso entonces la mayoría solían ser elegantes sugerencias sexuales. Apartó la mirada, avergonzada de su reacción.
"Perdona por no haberte avisado a tiempo, soy un desastre." Murmuró, tendiéndole la mano para ayudarlo a levantarse. Al no querer mirarle directamente, le pilló un poco por sorpresa sentir el firme tirón de su brazo, pero rápidamente logró estabilizarse y tiró de él con fuerza, ayudándole a ponerse en pie.
"Nah, es que no me concentro, neno." Dijo, tratando de tranquilizarla.
Paola, ya recuperada de la repentina abrumación, volvió a mirar a Freddy, frunciendo ligeramente el ceño.
Trucazo era de los mejores jugadores de Quidditch que había conocido, y no se dejaba distraer por cualquier cosa.
"¿Todo bien, Freddy?" Preguntó, en su voz asomando un tono de preocupación. "¿Ocurre algo?"
Molesto, resopló mientras le daba una pequeña patada a la hierba.
"Ah neno, son los putos exámenes chorbo. Me tienen con el agua al cuello y mi padre me ha dicho que como se me ocurra suspender una sola asignatura, me prohibirá practicar Quidditch." Explicó pasados unos segundos. Paola escuchó atenta, podía sentir sus ojos oscuros sobre él, atentos. Se sentía increíblemente absurdo protestando por aquello, pero pasaban los días, y Michelle había dejado ya claro que no quería tener nada que ver con él. ¿Qué pasaría si suspendía Encantamientos? ¿De verdad su padre lo sacaría del equipo de Quidditch?
"¿Has probado a pedirle ayuda a alguien para estudiar lo que llevas más flojo?" Preguntó, pensativa. "Es normal que tus resultados bajen cuando dedicas tantísimo tiempo al entrenamiento, pero eso es lo que te hace ser tan buen jugador, deberían saber valorar eso también tus padres."

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"El Poemario Maldito"
FanfictionUn nuevo año inicia en Hogwarts; viejas caras conocidas se reencuentran, recuerdos cobran vida, la ilusión sigilosa que sisea en la magia comienza a alzarse en el corazón de los jóvenes estudiantes. La escuela vuelve a abrir sus puertas al público...