Capítulo 4: los problemas empiezan

538 72 2
                                    

La había vuelto a fastidiar. Ya estábamos empezando a tener confianza y aunque no me hubiese gustado haber hecho esa pregunta, creía que ya éramos lo suficiente cercanos como para podernos contar un secreto, ¿ por qué no me lo decía?

Todo esto me dió mucho que pensar durante las siguientes semanas. Él volvió a aparececer y actuaba como si nada. El día siguiente de nuestra cita me habló normal, como si no me hubiese dejado tirada la tarde anterior, pero por lo ciega que me dejaba el amor continué yo de la misma manera, todo se convirtió en un insignificante recuerdo del pasado, aunque para mí no lo era. Quedó así hasta hoy:

Johnas tenemos que hablar, no podemos seguir actuando como si nada, los dos sabemos que esto nos duele- le comenté mientras comíamos en los merenderos de fuera del instituto.

Crey creía que no íbamos a hablar de eso- contestó él.

De verdad, me duele que no tengas la suficiente confianza para contarme una mierda de secreto que seguro que será una tontería - le dije sin poder mirarle mientras que me levantaba para poder irme.

¿Acaso te parece una mierda que nos hayamos quedado sin dinero porque han metido a la cárcel a mi padre y ahora tenga que jugarme la vida por mi familia? ¿Eso te parece una tontería, eh?- me contestó gritándole sin apartar la mirada. La furia se veía en sus ojos pero yo no pensaba que fuese a ser tan grave.

Lo- lo siento- dije temblando. De verdad lo sentía pero sus gritos habían conseguido asustarme, le temía, en este momento lo único que sentía era miedo.

Creya perdóname, tú no tenías que saberlo y yo me he pasado- dijo acercándose.

No, vete. No te atrevas a dar un paso más- contesté huyendo del lugar.

¡No quise asustarte, perdóname!- me gritó llorando pero yo ya estaba demasiado lejos como para oírlo.

__________________________________________

Johnas

¿ Pero que he hecho? ¿Cómo la he tratado tan mal? Ella no se lo merecía,  yo no la merezco. Todo esos pensamientos nublaron mi cabeza durante las horas siguientes y tomé una decisión,  me alejaría de ella. No era bueno para ella ni para nadie, sería más feliz si no estuviese a su lado.

Me voy al gimnasio mamá- dije saliendo por la puerta al acabar mi turno en la chocolatería.

Claro, pero no llegues muy tarde y ten cuidado- me contestó.

Llegué al gimnasio, a mi parte favorita. Empecé a pegar a aquel saco, le pegué y le pegué tan fuerte que mis manos empezaron a sangrar, pero yo no paraba, no podía hacerlo. Mi mente solo repetía aquellas palabras:

"No la mereces, solo eres un desagradecido, ya te has llevado mucho al hablar con ella. Si no te alejas, te llevarás toda su felicidad."

Me estaban asfixiando, no podía respirar, me faltaba el aire. Tuve que salir a la terraza, mientras mis manos estaban rojas y de los nudillos salían pequeños riachuelos de sangre que iban coloreando poco a poco el suelo. Pero no podía parar, tenía que seguir. Era lo único que hacía parar mi sufrimiento.

Johns, tienes que irte. Tienes las manos ensangrentadas y no estás bien hijo- me propuso Charles mientras me observaba atentamente. Él era el dueño del gimnasio y el mejor amigo de mi padre y desde que este entró a la cárcel,  él se había convertido en uno para mí y para mis hermanos.

Sí, ya me voy, perdona- contesté.

¿Quieres hablar?- preguntó.

No gracias, debo irme- le expliqué mientras recogía mis cosas y salía de allí.

Tres formas de entenderlo ( mini-relato)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora